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Goles que no son amores

El fútbol de plató acepta que Cristiano pose tras un tanto para una película Alves acuerda una respuesta publicitaria ante el racismo

Ronaldo festejando el cuarto gol del Madrid en Lisboa.
Ronaldo festejando el cuarto gol del Madrid en Lisboa.ap

Hubo un tiempo, por lejano que parezca, aunque sea menos lejano de lo que parece, en el que los futbolistas cuando conseguían un gol iban en busca de sus compañeros para celebrar el éxito colectivo de una jugada que, quizás, había nacido en el saque del portero. Luego, por la mediatización del fútbol, se abrió el top ten de las celebraciones más friquis de la historia, acompañadas generalmente de una huida del goleador respecto a los compañeros: ‘el gol lo he marcado yo, no nosotros’. La última innovación es más compleja. Cuando Cristiano Ronaldo marcó el último gol del Real Madrid en la final de la Champions, de penalti, sin capacidad de respuesta del enemigo, se embraveció simulando una celebración equiparable al Maracanazo de Ghiggia en 1950, cuando en realidad se trataba de un apunte en la ficha de un partido ya vencido.

Todo tenía un sentido terriblemente práctico: el rodaje de una película titulada Cristiano Ronaldo: The movie (nada original por cierto) que exigía una musculatura pública en ese u otro partido que diera sentido a un guion económico. Nada hay más subversivo frente al espíritu romántico y colectivo del fútbol que sacarse la camiseta del club al que representas y que te paga. Ronaldo no hizo ni más ni menos que sacar provecho económico, en su caso, de una situación muchas veces repetida. Cristiano Ronaldo, en definitiva, celebró el gol no con el Madrid ni con el madridismo, sino con los productores de su película (Paramount), fuera el cuarto o el primero, de penalti o con la mano. La imagen tenía un valor icónico. Deportivamente, el partido lo decidió Sergio Ramos, pero socialmente, a través de su película permanecerá en el celuloide de Ronaldo.

Xabi Alonso, ‘trending topic’ por sus gestos en la final de la Champions League

¿Se puede llevar al extremo la presunción de pactos publicitarios? ¿Llegará el caso en el que un futbolista conceda un córner solo para que por su error sea enfocado en primer plano exhibiendo su publicidad mientras se disculpa ante su tropa? El caso aparentemente no se ha dado, pero ¿puede darse? ¿Puede estar pensando un futbolista al mismo tiempo en cómo marcar un gol y en cómo celebrarlo y a qué cámara mirar? Según las compañías publicitarias, el deportista de éxito es un activo de valor incalculable.

Si Ronaldo fue capaz de convertir una jugada de la basura en pleno éxito para proporcionar un plano magnífico, como si fueran los ojos de Bette Davies, ¿qué se podría pensar de la acción magnífica de Dani Alves de comerse un plátano para oxidar lo que quería ser un insulto racista y que solo fuera en el fondo un acto previsto, para cuando ocurriera, de una futura campaña de publicidad? Según ha trascendido, Neymar había pactado una situación similar, de producirse, con una agencia publicitaria brasileña. El entorno alabó a Alves por su gesto oxidante, pero en realidad era un asunto previsto para extraer el zumo social de una actitud imperdonable.

A muchos telespectadores que seguían la final de la Champions League entre el Real Madrid y el Atlético les sorprendió la abundancia de imágenes de Xabi Alonso en la tribuna (que llegaron a ser trending topic), debido a su sanción. Le seguían las cámaras propias de TVE que completaban la transmisión oficial. Incluso Xabi Alonso lo puso mejor cuando invadió el campo para festejar el gol de su compañero Bale que suponía el 2-1 en el marcador. No había mensajes ocultos, ni películas en rodaje, ni siquiera el traje de la marca a la que el guipuzcoano presta su imagen (lucía el traje oficial del Real Madrid), pero la profusión de pactos comerciales ha acabado con la inocencia. Sin embargo, Cristiano se apunta a la filantropía. En una entrevista al diario británico Daily Mirror aseguraba no saber cuánto dinero tenía, “porque no me mueve el dinero”. Pero hay goles que no son amores sino buenas razones.

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