El Depor vuelve al ascensor
El equipo coruñés regresa a Primera tras descender el curso anterior
Le llamaban equipo ascensor porque entre 1962 y 1968 no jugó dos temporadas seguidas en la misma categoría y encadenó cuatro escaladas a Primera y tres descensos a Segunda. Ahora, el Deportivo vuelve de la hiel a la miel, a ir y venir, regresa a Primera, pero no es un ascenso más, algo rutinario. “El club soportaría dos o tres años en Segunda de los próximos 10”, advierte Constantino Fernández Pico, el sucesor del eterno Lendoiro al frente de una entidad que afronta ahora el pago de una deuda que, tras la quita del finalizado concurso de acreedores, se eleva a unos 140 millones de euros.
Nada resulta sencillo para el Deportivo, victorioso tras un maratón que tuvo mucho de carrera de obstáculos. En el primer entrenamiento de pretemporada Fernando Vázquez se encontró a 15 futbolistas, dos de ellos eran porteros y tres laterales derechos. La mitad de aquellos jugadores no llegaron a iniciar la campaña con el equipo, que necesitaba rebajar su masa salarial para adaptarse a las nuevas exigencias de la LFP. Tipos como Aranzubia, Assunçao o Zé Castro, con sueldos que superaban el medio millón de euros, no cabían en planteamientos que limitaban el gasto primero a 3,4 millones y a la postre a 5, tres veces menos de lo que costó el plantel que en junio de 2012 había subido a Primera al mando de José Luis Oltra. No era el único problema para Vázquez; en los primeros días de trabajo se sucedieron las comparecencias de los jugadores advirtiendo sobre los impagos. Meses de demoras y de promesas incumplidas apuntaban que en el límite del final de julio ninguna demanda iba a ser retirada y que el Deportivo corría serio peligro de no competir. Esos nubarrones se unieron a los del resto de acreedores para formar una tormenta perfecta que Lendoiro despejó sobre la bocina en una jornada frenética de negociaciones mientras la afición contenía la respiración.
Aquel 31 de julio, sin balón ni portería, marcó el Deportivo seguramente el gol más valioso en mucho tiempo, el de su pervivencia. El caso es que se pasó página y se comenzó a armar un equipo que asumió de inmediato el ideario de un técnico que se exigía encajar apenas una treintena de goles en el año. “Nuestro mérito radica en que siempre hemos tenido claro que éramos un equipo de Segunda”, apunta Vázquez. Edificó un conjunto rocoso, que dio pocas opciones de gol a los rivales, escaso de soluciones en ataque, pero solvente atrás, experto en pilares como Lux, Marchena, Laure, Manuel Pablo o a la postre Lopo.
Tras la quita del finalizado concurso de acreedores, la deuda del club gallego es de 140 millones
Un libreto efectivo sobre el que se vio obligado a reescribir hasta abocarse a una pretemporada perpetua porque las apreturas propiciaron que no dejasen de ir y de llegar futbolistas, refuerzos que además se incorporaban tras largos trayectos en paro y con la necesidad de una puesta a punto. En esa precaria condición arribaron Marchena, Núñez, Toché, Lopo, Sissoko o Ifrán. En ese espinoso camino se marchó en enero el argentino y referente del ataque Culio, y se perdió el luso Salomão, un viejo conocido que volvió como refuerzo invernal, marcó diferencias y apenas un mes después se destrozó una rodilla.
Todo se le complicó al Deportivo, todo lo superó. Asumió incluso el adiós de Lendoiro, que renunció a pelear por seguir al mando la mañana del día de Nochebuena ante la pujanza de la mayoría accionarial, fragmentada entre pequeños inversores que unieron voluntades para entender que el futuro del club y la gestión de su deuda debía de escribirse bajo otro dictado. Ahora, uno de los nueve campeones de Liga regresa a Primera tras ganar al Jaén en Riazor (1-0, gol de Marchena) en un final de Liga con sordina en el que sumó esa única victoria en seis partidos. Quien quiera ponerle una tacha por ello debería reparar en que no solo importa más el destino que el camino sino en como fue éste de tortuoso.
“Nuestro mérito radica en que siempre hemos sabido que éramos de Segunda”, dice Fernando Vázquez
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