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Un Nadal descolorido

El español llega a octavos (6-2, 7-5 y 6-2 a Mayer), donde le espera Lajovic

J. J. M.
Nadal, durante su partido con Mayer.
Nadal, durante su partido con Mayer.Matthias Hangst (Getty Images)

Leo Mayer analiza la situación y decide resolverla como mandan los libros. Sueña con llegar al tie-break en el segundo set de la tercera ronda de Roland Garros que le enfrenta a Rafael Nadal, que tiene bola de rotura (2-6, 5-5 y 30-40) tras haber perdido su saque. El argentino se lanza a la red como el séptimo de caballería. El español está desplazado, no puede ser que gane ese punto. Ocurre lo que en otros peloteos catárticos del encuentro: igual que en el break sumado por el número uno en el arranque del partido (1-2 y saque), o en el juego posterior (1-3), Nadal consigue con su revés un pasante que deja tan desconcertado al número 65 como boquiabierto al público. Mayer, que de nuevo lo intenta en el inicio del tercer set, se dirige a la red atacando el peor golpe de su contrario, el revés, y su rival le supera por tierra, mar y aire. Así, Nadal, descolorido tras el primer set, entre otras cosas porque sacó bien despacito como consecuencia de sus problemas de espalda, se cita 6-2, 7-5 y 6-2 en la lucha por los cuartos con el serbio Lajovic, que es el número 83 del mundo.

En cuartos Nadal podría medirse a Ferrer, si el mallorquín supera a Lajovic en octavos y el alicantino gana al sudafricano Anderson

“Sentí un poco la espalda ya el primer día”, reconoció el campeón de 13 grandes, que ya perdió la final del Abierto de Australia entre fuertes dolores. “Espero que no sea un problema. Voy a hacer al máximo para estar competitivo y pelear con lo que pueda pelear. Estoy feliz de estar donde estoy”.

Antes, una desconexión que pudo costar más cara. En el segundo set, Nadal niega bolas de break en el 3-2 y las concede en el 4-3 (para 4-4). En el arranque del tercero, sufre otra rotura (1-1). Se vuelven a ver allí los altibajos en la intensidad del juego que han marcado la gira de arcilla del español. Sin las piernas al máximo de revoluciones, Nadal es menos Nadal y su juego lo nota. Su servicio sale despedido a velocidades poco significativas (muchas veces por debajo de los 170 km/h) y en consecuencia Mayer le agobia desde el resto, angustiándole igual que si fuera Novak Djokovic. Solo la falta de pericia del número 65, que tiene que competir al límite de sus posibilidades, arriesgando y arriesgando, permiten que el número uno gane el encuentro sin pasar mayores apreturas.

Antes y después, el argentino, un espigado competidor (1,88m) capacitado para reventar la pelota, sufre contra el español lo que todos los jugadores con sus hechuras: el mallorquín le obliga a moverse de un lado a otro, para que no pegue cómodamente, y destruye su revés a una mano de derechazo en derechazo. De lo demás se encargan unos restos con la profundidad de una lanza catapultada por el mejor brazo, que dejan los pies de Mayer en calcetines, porque le comen los zapatos. Así, Nadal da un paso hacia empresas de mayor altura.

Esa, en cuartos, podría ser la de medirse a David Ferrer, si el mallorquín supera a Lajovic en octavos y el alicantino, que hoy se deshizo de Seppi (6-2, 7-6 y 6-4), gana al sudafricano Anderson. Una cosa saben los dos españoles: el número cinco no dejará sin castigo una desconexión ni una velocidad de servicio como la que el número uno tuvo ante Mayer.

Granollers, Ferrer y García López, también a octavos

La Armada volvió a tomar París. A la presencia de dos tenistas españolas en octavos del cuadro femenio (Carla Suárez y Garbiñe Muguruza), se unieron cuatro jugadores del cuadro masculino: Rafael Nadal, Guillermo García López (6-2, 6-4, 2-6, 6-7 y 6-4 a Young), David Ferrer (6-2, 7-6 y 6-4 a Seppi) y Marcel Granollers (6-7, 6-2, 7-6 y 7-5 a Klizan). En la lucha por los cuartos se medirán a Gael Monfils, Kevin Anderson y Milos Raonic, respectivamente.

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Sobre la firma

J. J. M.
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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