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La burbuja de Garbiñe

La hispanovenezonalana encargó la comida para llevar y se marchó del club nada más ganar a Serena para evitar la presión del estrellato

J. J. MATEO
Muguruza celebra su victoria.
Muguruza celebra su victoria. JEAN-PAUL PELISSIER (REUTERS)

El postpartido fue tan rápido como la victoria. En 1h 04m, Garbiñe Muguruza derrotó a Serena Williams, la número uno del mundo (6-2 y 6-2). Según levantaba los brazos, su entorno se activó con la coordinación de una orquesta para crear una burbuja que alejara de la tenista las presiones asociadas al estrellato y le acercara la tranquilidad necesaria para competir por la cuarta ronda contra la eslovaca Schmiedlova (viernes). Antes incluso que su entrenador, fue su agente quien entró en el vestuario. Salió aliviado: “Está tranquila, no está celebrando nada. Buena señal”, anunció. Inmediatamente, la ganadora acudió a la rueda de prensa a la que le obliga el reglamento. Contestadas todas las preguntas, y aclarado que antes de noviembre elegirá si jugar con España (la tierra de su padre) o Venezuela (la de su madre), se continuó aplicando el protocolo de aislamiento para favorecer su continuidad en el torneo. Rompiendo con sus costumbres, Muguruza no trabajó con su fisioterapeuta en Roland Garros, sino en el hotel. Encargó comida para llevar. Quería abandonar las instalaciones cuanto antes. Escapar, según quienes vivieron esas decisiones, “de las felicitaciones”.

Esto pasa al día siguiente. En el club se presenta la tenista con ojos somnolientos, cargando el raquetero, lista para un nuevo partido. Pronto se le une Carla Suárez para la práctica de las 11.00, porque tienen partido de dobles en el tercer turno del día. Es esta una pareja sorprendente, porque son el punto y la i: con su 1,82m, la hispanovenezolana aporta la fuerza que le falta a la canaria; con su 1,62, la número 15 aporta la estabilidad, la construcción de jugada y la continuidad en el juego que a veces le falta a la 35. “Vamos a preparar el partido”, anuncia Garbiñe, que sabe que esta dupla es buena, que puede valer una medalla olímpica si juega con España, porque en dos torneos han derrotado a las dos mejores parejas del mundo y porque España sabe acunar a sus tenistas. En dos de las tres últimas citas olímpicas, una pareja de tenistas españolas se subió al podio.

Muchas de las personas que conocen a Muguruza tienden a describirla moviendo una mano y el brazo imitando la cadencia de una ola. Como la marea subió ante Serena, el equipo de la hispanovenezolana, tan brillante como irregular, intenta crear las condiciones para que se mantenga en ese punto y no baje ante Schmiedlova.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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