Un dilema para México: ¿el Mundial o el petróleo?
La izquierda teme que el campeonato de fútbol eclipse el debate político de una de las reformas más importantes para el futuro del país
Cuando la tribu futbolera encienda las antorchas mundialistas dentro de dos semanas, los senadores de México estarán enfrascados en plena discusión sobre la soberanía nacional del petróleo, si acaso uno de los acontecimientos más relevantes para el país desde la revolución mexicana. El Mundial de fútbol y la discusión sobre la reforma energética –lo pasional y lo racional- se solapan y la izquierda se pregunta con preocupación si los ciudadanos serán capaces de prestar atención a los dos asuntos al mismo tiempo.
La esperanza de la selección mexicana es un globo que se hincha durante los cuatro años de periodo premundialista y explota llegado el momento. Pese a que nunca han ido más allá de cuartos de final y su historia está llena de penaltis fallados y goles en contra en el último minuto, los mexicanos viajan en masa allá donde se dispute el campeonato. Como si el espíritu del general Rafael Buelna, un militar que atacaba los cañones enemigos con un lazo de rodeo en el campo de batalla, se hubiera apoderado de todos ellos.
Existe la convicción en México de que las élites han utilizado históricamente la televisión para distraer a la mayoría, una masa desfavorecida más pendiente de la telenovela de turno (en este caso el fútbol) que de las decisiones de sus gobernantes. La estrategia de la distracción, en palabras de Noam Chomsky. El senador de izquierdas Armando Ríos Piter no cree que sea casualidad que se haya programado la discusión de la reforma en estas fechas. "Hay una intención del PRI (el partido en el Gobierno) en que así sea. Les interesa generar esta discusión tan importante para el país en medio del circo que es el Mundial", cuenta por teléfono el senador.
El petróleo y el fútbol, por motivos muy distintos, representan dos marcas a hierro candente de la identidad nacional. El general Lázaro Cárdenas expulsó a las compañías petroleras extranjeras del país hace más de 75 años y nacionalizó la extracción de crudo. Supuso un golpe de autoridad, la rebelión última y plena de un pueblo que se había construido en los cimientos de la conquista. Esa expresión de la mexicanidad se canalizó más tarde a través del balompié. México organizó dos exitosos Mundiales y se mostró ante el mundo como un gran país. El de 1970, el primero que se transmitió en directo por televisión con Pelé siendo coronado como O Rei, y el de 1986, la consagración de Diego Armando Maradona en los altares. Aun así, el combinado nacional se estrellaba una y otra vez y el pesimismo se fue imponiendo, casi como una marca genética. "Nos vamos en el quinto partido, de nuevo", dice Mila, una niña de ocho años que nunca ha visto ningún campeonato mundial.
Pese a saberse destinados a la fatalidad, todos estarán atentos a lo que ocurra en Brasil. "Pan y circo para poder gobernar de manera absolutista y arbitraria", brama Miguel Barbosa, el coordinador del PRD -izquierda mexicana- en el Senado. No entiende que no se haya aceptado posponer la discusión de la reforma. A su entender entrarle al debate en pleno mes futbolístico es banalizar un asunto muy serio. "Solo hay que imaginar la andanada mediática de eventos y de publicidad que va a ocurrir en esa segunda quincena de junio cuando la selección mexicana juegue sus partidos", dice Barbosa sobre las distracciones que pueden afectar a los mexicanos. Basta encender el televisor un minuto para toparnos con Rafael Márquez, el capitán, vendiéndonos un seguro.
Para algunos, a esas alturas estará todo el pescado vendido y habrá tiempo de sobra para tragarse de principio a fin hasta el partido entre Argelia y Corea del Sur. Las leyes secundarias que se van a debatir vienen redactadas desde el Ejecutivo y el PRI y el PAN -la derecha- tienen acordada la aprobación de la reforma haciendo uso de su mayoría. "No hay espacio para un gran debate", interviene el politólogo Agustín Basave, " por desgracia el Mundial va a prevalecer". Viene a retirar lo que dice estos días Luis Videgaray, el ministro de Hacienda, que asegura que la reforma energética no puede detenerse por el Mundial. La banalización, en este caso, sería ponerse a ver fútbol mientras las expectativas de crecimiento del país para 2014 se reducen del 3.9 al 2.7%. El presidente Enrique Peña Nieto cree que la apertura a los mercados del petróleo aumentará la producción de barriles y por tanto los ingresos en las arcas del Estado.
El escritor Héctor Aguilar Camín cree que relacionar los dos eventos, Mundial y reforma energética, es un disparate: "Un truco de buen humor de parte de la izquierda mexicana". "Podrían pasar varios Mundiales de por medio y ellos seguirían en contra de la reforma. No tiene nada que ver una cosa con otra", incide. Es de los que piensa que los mexicanos son capaces de hacer dos cosas relevantes a la vez, como la mujer que se maquilla mientras conduce a la oficina y el taxista que va viendo la televisión en el salpicadero. Nunca habrán de chocar.
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