El mando de los entrenadores
Los jugadores de la NBA necesitan que les recuerden que sus técnicos están al frente. El lugar para enviar este mensaje es el banco
Olvidado entre la polvareda que han levantado las grabaciones de Donald Sterling, los ojos llorosos de Kevin Durant, y el dominio intermitente de LeBron James en estas eliminatorias estaba esto: los Pistons de Detroit han firmado un contrato de 35 millones de dólares (25,6 millones de euros) con Stan Van Gundy para que entrene a su equipo de baloncesto durante los próximos cinco años. A primera vista, siete millones de dólares al año puede parecer demasiado para un entrenador de baloncesto, sobre todo para uno que nunca ha ganado un campeonato de la NBA y que se agazapa como un jugador depravado tras la larga sombra de su hermano pequeño, Jeff. Pero, ¿y si los Pistons no pagasen lo suficiente a Stan Van Gundy?
A lo largo de los últimos 15 años, mientras otros equipos de la competición han coqueteado con toda clase de filosofías a la moda, los Spurs de San Antonio no han hecho otra cosa que ganar frecuente y regularmente. El equipo ha logrado sus victorias utilizando un método viejo, aburrido y simple: perseverando en evitar a los jugadores ostentosos y quedarse con los que quería, manteniéndose fiel a ese sistema como el blanco a la tiza.
Lo importante del sistema de los Spurs no es el conjunto de características que lo definen. Lo importante es que hay un sistema. Uno de los caminos más cortos para fracasar en la NBA es la tentación de cambiar con los tiempos. Que te seduzca un caro agente libre, fichar a un jugador de esos que no te puedes perder, cualquier cosa que haga que el equipo se desvíe del camino escogido. Parece, entonces, que los equipos deberían evitar esa recurrente tentación. Una buena manera de hacerlo es poner a alguien al mando.
Lo importante del sistema de los Spurs no es el conjunto de características que lo definen. Lo importante es que hay un sistema
Los equipos de baloncesto son como los negocios: no pueden funcionar democráticamente. Necesitan a un dictador, alguien que explique cuál es el plan y que sea capaz de conseguir que sus jugadores lo pongan en práctica. Así es como se han construido a lo largo de la historia los grandes equipos. Pensemos en Red Auerback, Pat Riley y John Wooden. O en Dusan Ivkovic, si quieren.
Pero en la NBA de hoy día no basta con afirmar que el entrenador tiene poder. La mayoría de los jugadores estrella de la competición saben que sus equipos casi siempre se pondrán de su lado, del de los jugadores estrella. Esa es la única razón por la que en casi todos los casos los equipos pagan más a sus jugadores estrella que a los entrenadores.
La única forma de poner remedio a este desequilibrio es pagar más al entrenador que a sus jugadores.
Los Pistons deberían haber firmado con Stan Van Guy un contrato de 15 millones de dólares al año (11 millones de euros). O a lo mejor de 20 millones (14,6). No porque Stan Van Guy quiera comprarse lamborghinis con el dinero que gane. Deberían haberlo hecho para salvarse a sí mismos... de sí mismos.
No todo el mundo tiene que comprometerse con esta especie de autodisciplina perversa planificada de antemano. Hay equipos como los susodichos Spurs de San Antonio. Pero ellos son la excepción, no la regla. La mayoría de los jugadores de la NBA necesitan que se les recuerde que sus entrenadores están al mando. Y en la NBA que vemos actualmente, el único lugar para enviar este mensaje es el banco.
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