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“Nosotros disfrutábamos más”

Molina y Kiko, principio y final del equipo de 1996, se comparan con el actual Atlético

Los jugadores del Atlético celebran la Liga de 1996 tras vencer al Albacete
Los jugadores del Atlético celebran la Liga de 1996 tras vencer al Albacetesergio pérez (reuters)

Desde 1996 hasta hoy, el Atlético ha sufrido una metamorfosis palpable desde la poltrona presidencial hasta algunos recovecos del Calderón, remozados para hacer frente al paso del tiempo. El ideario de su hinchada, sin embargo, continúa siendo inalterable. Muchos de aquellos seguidores que presenciaron el histórico doblete de hace casi 20 años fueron testigos ayer de otro episodio glorioso. Con diferente disfraz, pero con el mismo espíritu combativo e irreductible de entonces, el Atlético levantó de nuevo el cetro liguero. Los héroes y el relato han cambiado. Existe, sin embargo, un nexo de unión en la figura de Simeone. En su día, con el 14 a la espalda; ahora, como foco estratégico y espiritual de otro equipo para el recuerdo.

Así lo perciben Molina y Kiko, el portero y el delantero del éxito del 96. Ambos subrayan la singularidad del técnico argentino. “Era un hombre al que le gustaba mucho hablar sobre fútbol y táctica. Lo vivía de forma muy parecida a cómo lo hace hoy. Si veía a alguien decaído, ahí estaba él, encima siempre”, recuerda el exguardameta. “Era curioso. El Cholo corría raro, con los codos de una manera extraña. Aunque pareciera que no iba a llegar al balón, siempre lo conseguía”, agrega el ariete.

Ahora son más de ir, ir e ir. Dejan el campo como si fuera de fútbol siete” Kiko

Simeone es el hilo conector pero el estilo entre el equipo dirigido por Radomir Antic y el actual ha mutado. “Nosotros”, destaca Kiko, “disfrutábamos más con el juego. Este Atlético es más de ir, ir e ir. De venga, venga y venga. Cuando presionan dejan el campo como si fuera de fútbol siete”. “El juego es completamente diferente. Este equipo está siempre replegado, armado, y el nuestro era todo lo contrario. Jugábamos y presionábamos muy arriba”, prolonga Molina.

Es ahí, en la figura del portero, donde radica la primera diferencia. “Yo jugaba muy adelantado. La defensa estaba muy cerca del centro del campo y mi misión era controlar ese espacio que dejaban Santi y Solozábal. Era muy difícil. Tenía que salir a interceptar muchos pases. Debía leer muy bien el juego”, explica el meta del doblete; “Courtois es buenísimo, lo tiene todo, pero no necesita hacer demasiadas cosas porque la salida de la pelota no es tan importante ahora. Él puede optar más por el pase en largo”.

Molina, durante un partido con el Atlético en 1996.
Molina, durante un partido con el Atlético en 1996.Santos Cirilo

“Nosotros achicábamos más los espacios. Los centrales empujaban a Vizcaíno, este a Pantic y a su vez este a mí o a Penev”, detalla Kiko, que matiza: “Éramos menos directos, pero eso sí, si teníamos que enviar en largo los defensas no se cortaban. Tanto Lubo como yo sabíamos jugar de espaldas, aguantar el balón y esperar la llegada de la segunda línea”.

El dibujo en el centro del campo representa otro de los cambios. El corsé táctico no tenía en el 96 tanta trascendencia, lo que ampliaba los riesgos. “Nosotros jugábamos en rombo, con un solo guardaespaldas, aunque en los interiores sí hay similitudes. Tanto Caminero como El Cholo jugaban por dentro, como Koke y Arda, pero tenían más gol. Al jugar así, los laterales, Geli y Toni eran muy ofensivos y la banda era suya, como ahora con Juanfran y Filipe Luis”, precisa Kiko, que incide en el valor que ambos conjuntos han concedido a la estrategia. “Con Pantic las metíamos casi sin querer”, rememora el viejo segunda punta. “Hoy día, la clave en este sentido es Koke. Le pega de maravilla”, subraya Molina.

Kiko salta entre Jordi Cruyff, Geli y Solozábal en un duelo en el Camp Nou (1996).
Kiko salta entre Jordi Cruyff, Geli y Solozábal en un duelo en el Camp Nou (1996).Rafa Segui

El Atlético despegó este curso a partir de la ausencia de presión en los inicios. Como hace 20 años. “En 1995 veníamos de un año difícil y el objetivo no era la Liga, pero ganamos a la Real en casa y luego en Santander y comenzamos a creérnoslo. Después de esos dos partidos, Radomir nos dijo que si seguíamos haciéndolo así íbamos a tener que jugar los partidos con zapatillas de andar por casa para no molestar a los de abajo”, recuerda Molina, ahora un técnico en busca de otra oportunidad tras pasar por las escuelas del Villarreal y el Getafe. “En pretemporada ganamos todos los partidos y el equipo se liberó. Veníamos de dos años en los que luchábamos por no descender”, añade Kiko.

El crecimiento individual de los futbolistas también fue y ha sido un factor determinante. Diego Costa, conformado a base de idas y venidas entre Vigo, Albacete, Valladolid y Vallecas, autor de 27 dianas en este ejercicio, es el ejemplo más representativo. “El crecimiento de Costa ha sido definitivo; es el Cholo con el 9 a la espalda”, describe el exdelantero jerezano, que firmó 11 goles, por los 16 de Penev. “Trabaja muchísimo y hace muy buenos movimientos a la espalda de la defensa. Parece que al hablar de su despliegue minusvaloramos su calidad. Costa —como Simeone en su momento— tiene mucha más calidad de lo que la gente piensa”, apunta el exportero.

El equipo de Simeone está siempre replegado. Nosotros apretábamos mucho más arriba” Molina

Llegado el momento de la verdad, ni a uno ni a otro equipo le tembló el pulso. “Había mucha presión y se notaba el miedo a ganar”, explica Molina. “Cuando estás tan cerca, a veces te encoges un poco de forma inconsciente. Nosotros lo superamos. Nos ayudaron las concentraciones en Los Ángeles de San Rafael”.

Controlados los tiempos, como lo ha hecho ahora el cuadro de Simeone, con el aliento del Barça y el Madrid en el cogote después llegó el éxtasis. Las calles de Madrid teñidas de rojo y blanco. Y una particular celebración. “Éramos reacios a eso de salir en carrozas, pero luego lo pasamos muy bien. Yo me puse un sombrero cordobés rojo. Mis hijas han visto el vídeo y me dicen: ‘Papá, ¿por qué siempre tienes que dar el cante?”.

Efectivamente, los tiempos han cambiado. También el Atlético, que ha ido mudando de piel y forma. Diferente partitura, distintos intérpretes. La alegría, sin embargo, es idéntica a la de aquel 96 inolvidable.

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