Djokovic avisa a Nadal
A una semana de que arranque Roland Garros, el serbio se impone 4-6, 6-3 y 6-3 al español en la final de Roma
Así se protagoniza un esprint antológico hacia el título. Rafael Nadal, el caníbal de la tierra, acaba de igualar (3-3) la tercera manga de la final del Masters 1.000 de Roma contra Novak Djokovic. El serbio ha perdido break de ventaja. Es el momento de que tiemble, de que dude y se arrugue, de que saque bandera blanca tras ver neutralizada una ventaja que podía haber sido doble, porque tuvo bolas de break para dos roturas. Ocurre lo contrario. Espoleado por el resultado, Nole protagoniza un tramo final portentoso: suma 12 de los últimos 15 puntos, celebra 6-4, 3-6 y 3-6 el título, y a una semana de Roland Garros (desde el 25 de mayo) desarbola a un Nadal sobrado de pasión pero sin chispa en las piernas ni pólvora suficiente en la raqueta.
En el arranque, casi todos los peloteos largos son del español. Casi todos los cortos, del serbio. Con las fortalezas de cada uno claramente establecidas, el mallorquín persevera en la sorprendente táctica que empezó a aplicar contra su rival en el verano de 2013. En lugar de percutir contra su revés, como hace contra todos los contrarios, el número uno mundial se dedica a abrir pista sobre el drive de su contrario. En esa diana se cobra muchos errores el campeón de 13 grandes, mientras que el de seis se desespera. Es el momento de cambiar o claudicar. Y Djokovic cambia. Da un paso adelante. Pierde 1-4. Nadal saca para el 1-5. Azota el viento a los dos tenistas, y Djokovic elige morir matando.
Por primera vez, el español llega a París con tres derrotas en la gira europea de tierra
Nole empieza a tirar con todo: empuja con las piernas y con los brazos, con el corazón y la cabeza, tira, tira y tira intentando romper las murallas de Numancia. El español, al que no le sobra ni un gramo de energía tras protagonizar tres remontadas hasta semifinales, hace lo contrario. Intenta controlar los errores. Inevitablemente, el número dos empieza a crecer (3-4) y a comerle terreno al número uno, más preocupado de mantener un ritmo alto que de acelerar hacia el título. En un visto y no visto, cambia radicalmente el escenario. El serbio roza la igualdad en la primera manga (Nadal tiene que recuperar un 0-40 con 4-3). Aunque el español gana ese parcial, un nuevo duelo ha nacido. De la guerra de largo aliento se pasa al cuerpo a cuerpo. Del maratón, al esprint. El terreno preferido del campeón de seis grandes.
Como en todos sus cruces, una estadística sirve de termómetro de la agresividad y decide el encuentro. Djokovic gana el 54% de los puntos sobre el segundo saque de Nadal. El español solo suma el 43% de esos peloteos en los parciales del serbio. Obligado a vivir con el agua al cuello sus propios servicios, el número uno acaba por dejar de intimidar al dos al resto. Primero, pierde la oportunidad de imponer su sello cuando recupera break de desventaja en la segunda manga desde un 1-3 y 0-40 en contra: pone el 2-3 y 30-15, pero entrega su saque (2-4), la segunda manga y con ella el partido. Djokovic rompe en el arranque de la tercera, y le lanza hacia el triunfo.
Al español le faltan entonces piernas para aplicar un plan b. No apuesta por disparar para abrir heridas. Deja la agresividad para situaciones desesperadas. Prefiere pisar terrenos conocidos. Suma solo 15 ganadores, lo que no le impide recuperar (3-3) como un valiente el break de desventaja (0-2) con el que arranca el set definitivo. Su contrario se anota 46 winners, lo que explica que se rehaga inmediatamente de esa ventaja perdida (3-4). Nole empieza el encuentro desesperado, maldiciendo el viento y la calidad del rival, y lo acaba subido en un Ferrari. Ahora, en París, se disputará el Roland Garros más abierto del último lustro: Nadal, que tendrá la oportunidad de crecer con los cinco sets parisinos, llega por primera vez con tres derrotas en la gira de arcilla.
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