Rudy y los ojos del tigre
La ambición del alero, decisivo en las grandes citas del curso, guía al Madrid hacia el único título que le falta en la era Laso
Cuenta la leyenda que el Madrid de baloncesto se hizo grande en Europa cuando un imberbe y espigado veinteañero de Siracusa logró convencer a sus compañeros de que debían barnizar su talento de determinación y mirada felina para achantar a tropas de gigantes soviéticos y a intrépidos ejércitos italianos. Clifford Luyk aterrizó en el conjunto blanco en el verano de 1962 y con su clase, su gancho y sus ojos del tigre hizo fortuna hasta conquistar seis Copas de Europa (1964, 65, 67, 68, 74 y 78) en 16 temporadas en el club como jugador. Diecinueve años después de su última gran conquista continental, los madridistas vuelven a la carga a por su trofeo fetiche y lo hacen agarrados a la febril ambición de Rudy Fernández. Un tigre anda suelto en Milán en busca de la Novena.
“Para entrar en la historia de este club hay que conseguir títulos y la Euroliga es el más grande. El que todos soñamos levantar”, proclama el hombre que en el verano de 2011 cambió el destino del Madrid. Su fichaje, con el lockout en la NBA de por medio, entusiasmó de tal manera a Florentino Pérez que el presidente blanco decidió apostar de nuevo por el baloncesto cuando estaba a punto de plegar velas tras el fiasco del proyecto de Messina. Desde entonces, los de Laso han conquistado una Liga, dos Copas del Rey y dos Supercopas de España. La culminación de la obra pasa ahora por la Copa de Europa. “Es el único trofeo que me falta en el currículo”. Nadie lo está persiguiendo con más ahínco.
"Es el único trofeo que me falta en el currículo", dice Rudy. Nadie lo está persiguiendo con más ahínco
Rudy Fernández es hasta la fecha el jugador más valorado de la Euroliga con 17,1 de media en los 29 partidos disputados, por delante de sus compañeros Sergio Rodríguez (MVP de la temporada regular) y Nikola Mirotic. En su expediente: 13,2 puntos, 4,2 rebotes, 3,3 asistencias, 1,4 recuperaciones y 3,8 faltas recibidas de media en la competición. Un recorrido notable con un punto de inflexión. En la 11ª jornada del top 16, cuando llegó la primera batalla crucial, en el Palacio ante el CSKA de Messina, Rudy se disfrazó de estrella. Ese día desmontó al conjunto ruso a base de hiperactividad y alcanzó los 28 puntos, su tope en el torneo. Quizá su mejor actuación desde que regresara de Estados Unidos. Después llegó el momento de ajustar cuentas con Spanoulis, el hombre que hace un año en Londres truncó el sueño europeo del Madrid. En la final de 2013 en el O2 Arena, el duelo acabó 22 a 21 para el pistolero griego y 100-88 para el bicampeón continental. En esta ocasión, en el playoff de cuartos, el mallorquín se tomó la revancha a base de carácter y puntería y descabalgó a los atenienses de la pelea con 86 puntos repartidos entre los cinco encuentros de la serie.
“Me gusta el tipo de jugador que se deja la piel en la pista. Algunos días estás acertado y otros no tanto, pero intento aportar en todas las facetas. No importan las individualidades, es el equipo el que nos hace grandes”, cuenta Rudy, que se reconoce admirador de Navarro y Carlos Jiménez, clase y abnegación, la mezcla perfecta. “Es el jugador total. Un superclase”, le elogia Laso. Su agitación constante le hace estar en todas las fricciones y también en el bloc de notas de los árbitros, como demostraron los micrófonos de Canal+ en el partido ante el Efes. “Hay que vigilar a Rudy. Cuando penetra a canasta siempre grita, incluso antes de que haya contacto. También utiliza la mano izquierda para protegerse y es él el que inicia ese contacto”, explicó el colegiado italiano Luigi Lamonica a sus compañeros de terna durante un tiempo muerto.
Tiene de todo, aporta siempre y su incidencia en el juego es crucial por anotación o por intangibles" Pablo Laso
En el podio de los jugadores mejor pagados de Europa, a razón de tres millones de euros por temporada, Rudy se ha propuesto ponerle firma al capítulo más importante de la obra de Laso. Fue clave en la conquista de la Supercopa de 2012, pero aquel era un título menor; después Llull acaparó el foco en la conquista de las dos Copas del Rey, y posteriormente el triunfo en la pasada Liga quedó emborronado por el 1 de 20 en triples que acumuló en la final ante el Barcelona. “Regresé a Europa para ganar la Euroliga”, repite como un mantra. Ganó con el Joventut la Eurocup de 2006 y la Copa ULEB de 2008, pero le falta la gran corona.
Por el camino acumula costaladas y golpes que le han hecho penar por el tendón de Aquiles, las rodillas, el hombro izquierdo, la espalda y, últimamente, por el dedo anular de su mano derecha. El sábado pasado en el Palau fue descalificado en el minuto 28 del choque ante el Barça por sus reiteradas protestas a los árbitros. Entró en ebullición tras una secuencia de topetazos con Dorsey y acabó en la ducha antes de tiempo. “Querían sacarme del partido y lo consiguieron”, dijo tras el encuentro en el que el Madrid cedió su segunda derrota en la Liga. “Tengo que aprender de estas cosas. Pero de todas formas, el partido importante es el de Milán”, remató con tono firme y mirada de tigre.
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