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Dos Nadales en uno

Tras un arranque arrollador y un tenso final, el español, irregular, gana 6-1 y 6-4 a Nieminen y buscará las semifinales con Berdych

Juan José Mateo
Rafael Nadal durante el encuentro.
Rafael Nadal durante el encuentro. Clive Brunskill (Getty Images)

Tras eliminar 6-1 y 6-4 en octavos del Mutua Madrid Open a Jarkko Nieminen, Rafael Nadal afrontará el viernes la prueba que le dirá dónde están exactamente sus piernas y cuánto pesa ahora mismo su raqueta: en la lucha por las semifinales le espera el checo Tomas Berdych, que es el número seis mundial y en la capital de España, donde le acunan los 650 metros de altura sobre nivel del mar, juega como en el jardín de su casa. El duelo contra Nieminen sirvió para retratar las dudas que atormentan al defensor del título: en un visto y no visto, el mallorquín pasó de dominar plácidamente (6-1 y 3-0) a tener que enfrentarse a una bola de break que dejaba a su contrario sacando por la segunda manga (6-1 y 4-4). El momento no se le atragantó a Nadal porque en tierra le sobran todos los recursos que le faltan a su contrario, pero volvió a enseñarle como un tenista de dos caras, discontinuo en los brillos.

“Hasta el 6-1 y 3-0 he jugado al mejor nivel en tierra desde que empecé en Montecarlo, luego me paré un poquito y cometí errores. Suerte que Jarkko ayudó un poco con errores en el último juego, porque se estaba complicando”, valoró el número uno en los micrófonos de La Sexta. “Hay que conseguir un poco más de regularidad. Estar en cuartos de final aquí es una gran noticia”.

El análisis del campeón no entendió de paños calientes. Le falta continuidad en el juego para volver a reconocerse en el espejo de la pista. Durante casi una hora, el español dominó todos los intercambios (6-1 y 3-0). Su drive fue un mazo. Sus pies se aposentaron sobre la línea de fondo. Hubo una mejora en movilidad y en ritmo de juego. En cuanto cedió espacio y abandonó la cal para aposentarse a un metro de la línea, perdió dictado en los peloteos y su juego se enredó. De nuevo se le atragantaron las dificultades.

Con 3-0 en la segunda manga, Nadal se encontró 0-30 en su saque y se vio 0-40 por no sellar con la autoridad necesaria un remate franco. Para entonces, ya había bajado el nivel de su drive, porque empezó a tirarlo con el brazo, sin acompañarle siempre con el resto del cuerpo. El número uno solo fue capaz de negar una de esas tres bolas de rotura. Haciendo buena la estadística que cuenta que ha bajado de ser el segundo mejor tenista del mundo defendiendo esos peloteos a ser solo el 18º, capituló a la segunda. Nació otro partido (3-3). Nadal se vio teniendo que pelear de nuevo un encuentro que ya daba por ganado. Nieminen tuvo una bola de break que le dejaba sacando por el segundo set. La situación le vino grande al finlandés, al que le entró un ataque de vértigo. Primero, el español le negó esa pelota con su fórmula más tradicional: saque abierto, aprovechando su condición de zurdo, y drive cruzado al lado opuesto. Luego, él protagonizó un juego horrible que le entregó el partido en bandeja al número uno. La victoria, en consecuencia, no despejó dudas: la excelencia del arranque no tuvo continuidad. Berdych, que le tiene ganas al número uno, al que no tumba desde 2006 (17-3), exigirá mucho más que eso.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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