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La carga emocional dispara al Sevilla

El equipo de Emery gana ocho de sus últimos nueve partidos de Liga al conectar con su público tras eliminar al Betis en Europa

Rakitic celebra con Reyes un gol al Oporto.
Rakitic celebra con Reyes un gol al Oporto. Jose Manuel Vidal (EFE)

El clic del Sevilla, el momento en que empezó a encajar todo lo que hasta entonces había ido mal, es difícil de precisar. Pablo Blanco, técnico de la casa, lo sitúa en la homérica eliminatoria de los octavos de final de la Liga Europa frente al Betis, cuando los jugadores de Unai Emery remontaron un 2-0 de la ida, llegaron a la tanda de penaltis y, tras vencerla, recibieron una profunda carga emocional del público del Sánchez Pizjuán. La energía propagada por la grada fue absorbida por los futbolistas y, poco a poco, tres de ellos—Carriço, Fazio y Rakitic— se han convertido en referentes del vestuario, los que hablan cuando forman un corro antes de los partidos, los depositarios de los valores del sevillismo.

Bendecido por un enorme talento natural, Rakitic era muy intermitente cuando llegó del Schalke en 2011; Emery le dio la capitanía en verano pasado y el chico, de 26 años, encontró la estabilidad familiar con una sevillana. Ahora participa mucho y decide partidos en acciones como el regate de espuela a Pepe el pasado 26 de marzo ante el Madrid.

En esa eliminatoria ante el Betis, Emery (Hondarribia, 42 años) se ganó el respeto del vestuario después de haber sido muy cuestionado unos días antes. La caseta está ahora de su parte, salvo por una herida abierta, la del media punta alemán de origen bosnio Marco Marin, a quien el técnico le reprocha escasa solidaridad defensiva. Trabajador incansable, a Emery le costó ajustar la reforma estructural del verano, cuando se habían marchado 16 jugadores y habían entrado 14.

En las cinco primeros jornadas, tanto en la primera como en la segunda vuelta, Emery solo ganó cuatro puntos de 30: ante el Atlético, el Levante, el Málaga, el Barça y el Valencia. Precisamente en el choque de la segunda vuelta en casa ante el Valencia, que será su rival en la semifinal de la Liga Europa, se produjo el punto de inflexión. A partir de ese empate sin goles, el Sevilla salió disparado. Ha ganado ocho de sus nueve últimos encuentros de Liga. Sería líder de la Liga en esa franja, con 24 puntos, dos más que el Atlético y cinco más que el Real Madrid. Solo perdió ante el Celta (1-0) tras un penalti dudoso de Fazio. Y mantuvo la portería a cero en esas ocho citas en las que su portero, Beto, ha subido hasta el 85,7% su índice de aciertos.

Partidario de jugar muy abierto, Emery, sin embargo, se ha vuelto más conservador, conteniendo a los laterales (Diogo y Alberto Moreno) y alineando a dos mediocentros defensivos (Carrizo e Iborra o M’Bia) para liberar a Rakitic. “El Sevilla es un equipo goleador [61 tantos en la Liga, seis más que el Athletic, cuarto clasificado]. No hay un camino único, se puede dominar o no”, explica Monchi, director deportivo. El gol cae gracias a los chispazos del veloz Gameiro (a veces como enganche) y a la presencia Bacca, que asume el perfil de los últimos puntas colombianos (Falcao, Jackson Martínez y Adrián Ramos): potentes, hábiles de espaldas a la portería y fuertes en el juego aéreo. El Sevilla ha recuperado la alegría del lustro glorioso de 2005 a 2010. Está muy dulce.

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