“Estamos en falso”
Aunque se advirtió de la irregularidad desde dentro del club, el Barcelona obvió validar las solicitudes de los fichajes de menores con la subcomisión de la FIFA creada a tal efecto
Algunos de la directiva del Barcelona se echaron las manos a la cabeza cuando se decidió exhibir el otro día en el Camp Nou una pancarta donde se podía leer La Masia no se toca en catalán. Todo un pulso a la FIFA, que sancionó la semana pasada al club con no poder inscribir jugadores en los dos próximos periodos válidos para tal efecto, después de que se realizaran fichajes ilegales de menores. “Una barbaridad”, cuentan en el Barça, sobre todo porque una de las directrices de la comisión jurídica es no enfadar a la FIFA. La otra máxima es no explicar nada de las alegaciones presentadas. Hermetismo puro, toda vez que a lo que aspiran es a regular la situación, zanjarlo con una sanción económica.
“Por eso no queremos ni siquiera hablar de la posibilidad del TAS”, admiten en el club, al tiempo que, aunque el discurso público sea el opuesto, reconocen que el Barça sí ha hecho algo mal en este caso. Y no son pocos los que se acuerdan de una frase en una de las juntas, cuando alguien dijo: “Estamos en falso”.
Defiende el Barcelona que no han incumplido la ley porque la FIFA delega sus funciones en la Federación Española y esta en la Catalana, que sí validó las fichas. Lo hizo porque el Barça, como era costumbre antes de que se denegaran las fichas en 2013, nombraba a un tutor que hacía las veces de familia del niño. “Si nos hubieran dicho que era irregular, pues no lo habríamos hecho y hubiésemos buscado una solución”, apuntan desde el club. Pero hay quien recuerda que desde la presidencia se dijo que la FIFA haría la vista gorda, que no le iban a decir nada a una entidad tan poderosa como el Barcelona. Así, entre otras cosas, el club azulgrana obvió conversar con el Transfer Matching System (TMS) —organismo creado por la FIFA en 2009 para evitar irregularidades en las transacciones, donde existe una subcomisión del Estatuto de Jugadores de la FIFA para aprobar o no las solicitudes— y ahora se dan de bruces con la realidad de una sanción que podían intuir pero que no querían valorar.
Quizá por eso, el verano pasado, el Barcelona envió una carta a la FIFA firmada por el entonces presidente Sandro Rosell. No era exactamente un estado de excepción, como explicó en su día el actual presidente, Josep Maria Bartomeu, sino una solicitud de homologación o regulación del artículo 19, que dice que ningún menor de 16 años puede fichar por un club extranjero salvo en tres casos: que los padres se trasladen al país del nuevo club por razones no relacionadas con el fútbol; que el menor viva a un máximo de 50 kilómetros de la frontera y el club esté a la misma distancia de dicha frontera; o que si es ciudadano de la UE y tiene entre 16 y 18 años, el club está obligado a proporcionar formación escolar y alojamiento.
“El artículo es inaplicable. No solo por la inmigración natural, sino porque la FIFA no puede aplicar lo mismo a un equipo de Primera que a otro de Tercera. Por eso pedimos que se regulara. Incluso se podría poner un cupo de jugadores por año”, desvelan en el Barça. Aunque no se llegó a tanta precisión porque no hubo lugar al diálogo. Y abundan: “Si un niño de EE UU quiere estudiar en Barcelona, puede; pero no jugar a fútbol. Es una ley que choca con el punto de vista social”.
Ahora, la preocupación de la entidad azulgrana es no enfadar al organismo europeo
La FIFA, que tardó tres meses en responder a la solicitud, le dio a entender a Rosell que tomaba nota, explican en el Barça. Un acuse de recibo sin amenazas. Hasta que llegó la noticia de la sanción, fechada en noviembre y anunciada la semana pasada, el mismo día en que Blatter y Ángel María Villar —presidente de la Federación Española (RFEF) y vicepresidente jurídico de la FIFA— veían la final del Mundial sub-17 femenino en Costa Rica, entre España y Japón. “Villar nos dice que no sabía nada”, cuentan resignados en el Barcelona. Pero no se cruzan de brazos cuando escuchan que la RFEF se negó a tramitar las fichas irregulares de los 10 jóvenes implicados, porque lo hicieron al mismo tiempo que la FIFA, en marzo de 2013.
Nacido todo de una denuncia anónima —“la FIFA no quiere desvelarnos la procedencia”, dicen—, el Barça utilizó los tres días de plazo para expresar que recurriría y el viernes presentó las alegaciones. Lo hizo sin ir de la mano de la RFEF y sin una opinión de la UEFA al respecto. “No queremos un pulso”, insisten; “los padres de los jugadores nos dijeron que hiciéramos un vídeo con ellos, que defenderían al club. Pero eso parecería una explotación. Y nosotros aspiramos a resolver este caso único”. Aprovechando el lío, la FIFA creará una comisión especial. “Es extraño que se empiece con este caso, con el Barça”, ahondan desde el club, convencidos de que “pasa algo raro”. “Hay asuntos que se nos escapan”, dicen. “En el fondo, todos los procesos de regulación son buenos y esto ayudará al fútbol”.
Queda por ver la resolución de Apelación. “No está claro que no podamos fichar. La FIFA habla de inscribir. Y no hay jurisprudencia ni contempla posibles excepciones”, cuentan. Confía el Barça en que la FIFA eche la vista a enero de 2011, cuando Blatter elogiaba en cualquier corro futbolístico el modelo de cantera azulgrana, expresado en el Balón de Oro. Leo, el ganador, llegó desde Argentina con apenas 13 años; Iniesta, segundo, se formó en el club después de abandonar Fuentealbilla (Albacete); y Xavi, tercero, recorría cada día los pocos kilómetros que separaban La Masia de Terrassa. Pero el club no quiso escuchar y ahora, como entonces por más que tampoco se quisiera comprender, manda la FIFA.
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