Poels, el triunfador inesperado

Wauter Poels no estaba en la quiniela de ganadores en el Santuario de Arrate, una subida más emblemática que dura, pero de las que se anotaban rotuladas en amarillo en la Vuelta al País Vasco. No era un demérito del ciclista holandés, largo y delgado, siempre erguido en la bicicleta, sino que su imagen quijotesca se diluía entre los grandes meritorios de la carrera. Cuando acabaron las escaramuzas, ahora nos vamos Gestauer, Durasek, Dumolin, Sicard, Izagirre, ahora los cazamos; ahora me voy yo, Simon Yates; ahora tú, luego el otro… Cuando los espías se fueron a dormir, Alberto Contador guardó la lupa y sacó el cuchillo. Tres veces, tres, atacó el ciclista de Pinto, llevándose siempre a rueda a Alejandro Valverde, que se limitaba a seguir su trazado. Siempre atacó el madrileño, nunca el murciano, que por alguna razón había borrado esta sinuosa etapa de su mapa de batallas. Quería ganar Contador (como ya hiciera en 2009) a base de pedaladas rabiosas, con su cimbreo habitual, su aire de grimpeur; y quería ganar Valverde con la calculadora encendida midiendo los metros, los centímetros antes de dar el ok en la línea de llegada.

Pero entre los ataques de uno y la resistencia del otro, se coló por la puerta de servicio Poels, primero con otros tres ciclistas; después él solo, quizás en el momento justo, en el que los gallos vigilaban el corral y desatendían el gallinero. Poels se había escapado en el momento justo, con la gasolina exacta y tuvo tiempo para hacer ese gesto que tanto gusta a los ciclistas en los últimos metros de levantar las manos del manillar y ajustarse el maillot antes de dibujar la sonrisa del triunfo.

A dos segundos llegaron, derrotados por el cálculo o las piernas, Valverde y Samuel Sánchez y un segundo detrás el grupo cabecero, en línea con Contador, satisfecho, quizás, por haberlo intentado, y el polaco Kwiatkowski cerrado la fila. El santuario de Arrate no celebró misa mayor. Fue una celebración rutinaria que exhibió la ambición de Contador y el cálculo de Valverde. Todo se encamina al acto final de la contrarreloj del sábado en Markina, previa etapa del viernes, con nuevas tentaciones para la escaramuza. Para unos, un día más; para otros, un día menos