Cornellà, una foto por coleccionar
Bartra, que dejó el pueblo por La Masia, anhela batirse con el Espanyol, donde jugó de benjamín
Ya había jugado en el Gamper de 2009 contra el Manchester City, pero para Marc Bartra (Barcelona; 1991) todo empezó en 2010, en el partido liguero del Calderón ante el Atlético. “Estate atento”, le dijo Pep Guardiola al inicio del segundo acto. Después, le mandó calentar y le hizo debutar. Un día para recordar, toda vez que las entradas que dejó en el hotel para sus padres se perdieron, y estos no pudieron entrar al campo hasta que imploraron al personal del estadio que su hijo podía estrenarse con la camiseta del Barça. Ya dentro, lograron ponerse en primera fila, justo en el momento en que Bartra se colocaba de lateral derecho. Meses después, mientras estudiaba una asignatura de INEF —lo dejó para centrarse en el fútbol—, se detuvo a mirar una foto del encuentro que tenía de salvapantallas en el ordenador, una acción en la que encaraba a Simão. “¡Si esos son mis padres!”, exclamó al tiempo que llamaba a Montse y Josep, sus progenitores, para contarles la anécdota. Toda una ilusión que mantiene desde entonces; culé de corazón por más que jugara un par de años en el Espanyol.
Al regresar con su hermano gemelo Eric de un entrenamiento con el Vendrell, su padre les aguardó en la puerta. “Han llamado del Espanyol para que vayáis a hacer las pruebas”, les dijo. Unas pruebas en las que coincidieron con Cuenca y Jordi Amat (Swansea), entre otros. Poco tiempo después, ya estaban en el equipo, ambos de volantes. La experiencia, sin embargo, duró dos años porque el Barça los reclamó. “No se lo pensaron ni medio segundo”, cuentan de su entorno. Por lo que firmaron los dos para alegría de los padres, preocupados porque su relación era de lo más tensa, competitivos hasta el extremo e incluso en las interminables tandas de penaltis que jugaban con el portón del garaje como portería. No acabaron de arreglarlo, quizá porque al año siguiente echaron a Eric, derrotado por su rodilla, consecuencia de un crecimiento incontrolable. La unión, sin embargo, llegó el día en que Marc hizo las maletas para irse a La Masia y su hermano —ahora jugador en La Granada (Tercera Catalana)— lloró toda la noche.
El día que se marchó a La Masia, su hermano Eric no dejó de llorar en toda la noche
Reconocidos de sobra en Sant Jaume del Domenys (1.300 habitantes) por su condición de gemelos, el fútbol ha hecho célebre a Marc, hasta el punto de que en la Fonda Sport, donde rebosa el blanquiazul porque el dueño es acérrimo del Espanyol, ya hay una foto de Bartra enmarcada. Pero su fama tiene un precio; la madre no puede más de peticiones y favores, hasta el punto de que a cada ocasión que Marc llega a casa se pasa un buen rato firmado camisetas y fotos. Aunque Montse acaba por llevarlo bien, sobre todo desde que cerró el colmado del pueblo a petición de sus hijos. “Ha trabajado toda su vida y se merecía descansar”, explican desde Sant Jaume. No hace lo mismo su padre, exentrenador de fútbol a nivel regional y ahora presidente del Sant Jaume, que desde que tiene 15 años va todas las mañanas a la fábrica metalúrgica para, ya por las tardes, coger el tractor y cuidar de las viñas. Arropado por la familia, como sus tíos y la abuela Paquita junto a su marido Marcel, Bartra no pierde la ocasión de ir a verles. “Soy un orgulloso chico de pueblo”, confiesa. También para pasar el rato con su cuadrilla de amigos, los Djangos, conocidos así porque crearon el grupo de WhatsApp el día que fueron a ver la película de Tarantino y porque son un poco brutos. Como Oriol y Martí Vila, como Tristany, conocido como Joe por su envergadura y porque es el guardaespaldas de todos.
Allí, con ellos, Bartra recupera la calma. Justo lo que necesitará si juega en Cornellà, estadio que solo ha pisado con la selección catalana. “Me hace mucha ilusión. Yo le tengo cariño al Espanyol porque me trataron muy bien, incluso cuando decidí irme al Barça”, cuenta. El problema es que no sabe si será titular, con Piqué y Mascherano aferrados al eje de la zaga. Pero si no juega, seguirá con su sueño de ser azulgrana, como le dijo hace años a Pujol y Xavi, el día en el que él pedía los autógrafos y fotografías. “No veas cómo nos reímos de la foto que guarda en el móvil”, cuentan en el vestuario. Ahora, sin embargo, le falta la instantánea del estadio de Cornellà.
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