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OBITUARIO

Tom Finney, el fontanero más elegante del fútbol inglés

Fiel a un único equipo, el Preston, su juego limpio y eficaz le convirtió en un símbolo deportivo del balompié británico

Alejandro Prado
Ton Finney, durante la temporada de 1949-1950.
Ton Finney, durante la temporada de 1949-1950.CORBIS

Comparar el fútbol actual con el de los años cincuenta es un ejercicio absurdo e inservible. Son universos completamente opuestos. En el deporte hiperprofesionalizado de ahora no habría sitio para un fontanero que en sus ratos libres da patadas a un balón. A pesar del amateurismo imperante en la época, Tom Finney, fallecido el 14 de febrero pasado a los 91 años, se ganó el reconocimiento de héroe, y eso que solo era un humilde futbolista de Preston que triunfaba en el terreno de juego cuando finalizaba su jornada reparando fugas de agua en domicilios y oficinas.

Finney era conocido como El Fontanero de Preston por razones obvias: compaginó oficio y fútbol en sus primeros años en los terrenos de juego. No son pocos los expertos que afirman que Finney es el mejor y más completo jugador que han visto. Entre ellos está Bill Shankly, legendario entrenador del Liverpool, que fue su compañero en el Preston: “Habría sido grande en cualquier época”. Los que le vieron jugar afirman que era un ejemplo de elegancia y exquisitez técnica y táctica. Además, era todo un caballero: nunca fue amonestado.

Tom Finney fue todo un símbolo en las islas británicas, pero no deja de ser un desconocido fuera de ellas. Uno de los motivos fue la II Guerra Mundial, que se cruzó en su camino cuando su carrera despegaba. La lealtad a su club, el Preston, un equipo que habitualmente merodeaba en los puestos bajos y medios de la tabla, también hizo que su nombre no suene como uno de los grandes. Pero quizá el hecho que más eclipsó la carrera de Finney fue la coincidencia en el tiempo con uno de los mayores mitos del fútbol inglés: Stanley Matthews.

El Arsenal y el Bolton Wanderers dominaban el balompié de posguerra en las islas, pero las dos estrellas jugaban en pequeños equipos del noroeste de Inglaterra. Matthews defendía la camiseta del Blackpool y Finney la del Preston. Jugaban en la misma posición, extremo derecho, pero eran muy distintos. Matthews destacaba por su eléctrico regate, siempre pegado a la línea de banda; Finney era un jugador más versátil y completo, remataba, asistía, manejaba al equipo.

La prensa de la época intentó enfrentarles, pero los dos mitos siempre tuvieron una relación ejemplar. Incluso Matthews equiparó a Finney en su autobiografía con los más grandes según él: Pelé, Maradona, Best y Di Stefano. A pesar de jugar en la misma posición, las dos estrellas defendieron juntos la camiseta inglesa en 21 ocasiones. Finney debía respetar los galones y desplazarse a la banda izquierda, cosa que no le era extraña ya que era zurdo. En total, Tom Finney jugó 76 veces con la selección y marcó 30 goles.

Tom Finney nació en Preston en 1922. A pesar de ser un niño débil y enfermizo, a los 14 años llamó la atención del equipo local. Su padre no le permitió desatender sus obligaciones como aprendiz de fontanero y el chico entrenaba cuando finalizaba su jornada. La guerra estalló cuando estaba a punto de debutar como profesional. Los campeonatos oficiales se suspendieron y Finney fue llamado a filas en 1942. Fue destinado a Egipto, bajo las órdenes de Montgomery. En África siguió jugando al fútbol en el equipo del Ejército, que disputaba pachangas contra conjuntos locales. La paz le pilló en Italia y sus habilidades como fontanero le llevaron de vuelta a Inglaterra para las labores de reconstrucción.

Su debut profesional se produjo finalmente en agosto de 1946 y fue el inicio de una carrera estelar de 14 años, todos con el Preston. Un ejemplo de lealtad que no era extraño por aquel entonces. Era la época de los salarios máximos de 20 libras semanales y los contratos indefinidos con el club. Finney siempre permaneció en Preston, aunque en 1952 la tentación llegó de Italia en forma de rutilante oferta económica. Un noble siciliano ofreció 10.000 libras al jugador por firmar con el Palermo y un salario de 130 semanales, además de pluses como casas y coches. El club rechazó el traspaso, sabedor de que sin su estrella el futuro de su equipo era negro. Cosa que se comprobó con su retirada en 1960: el Preston descendió y nunca más volvió a la élite.

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Sobre la firma

Alejandro Prado
Redactor en la Mesa de Edición del diario EL PAÍS. Antes prestó sus servicios en la sección de Deportes y fue portadista en la página web. Se licenció en Periodismo en la Universidad Carlos III y se formó como becario en Prisacom.

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