La naturalidad de Ancelotti
El Madrid abre su entrenamiento por primera vez desde 2006, y el técnico explica sus métodos y confiesa que solo habla en italiano a la plantilla cuando se enfada, como en Elche y Vallecas
“¡Saaaahhhhhhhhhhhhh...! ¡Saaahhhhhhhh....!”. El grito gutural, autoafirmativo, como de líder de banda heavy en éxtasis eléctrico, se expandió por el aire de Valdebebas. Era Cristiano Ronaldo, que celebraba una victoria. Vociferando, tensando los músculos, alzando los brazos como invocando a las fuerzas del cosmos. Como un dios pagano. El equipo del peto gris —el equipo de Cristiano, el que formó con Pepe, Coentrão e Isco— acababa de ganar el torneo que cerró el último entrenamiento del Madrid, y el goleador quería que se supiera. Quería que lo vieran los periodistas apostados en el balcón que domina el campo principal. Al retirarse al gimnasio saludó a la audiencia con una sonrisa llena de músculos faciales, abrazado a Pepe y a Coentrão: “¿Qué os ha parecido?”.
La pregunta era pertinente porque el Madrid había impedido a la prensa asistir a un entrenamiento completo desde que Fabio Capello los cerró en la temporada 2006-2007. Ayer, esta costumbre moderna se interrumpió gracias a la buena voluntad del entrenador, Carlo Ancelotti, responsable del clima pacífico que envuelve al colíder de la Liga.
La invitación sirvió para descubrir que los jugadores parecen encantados de trabajar con público. También sirvió para que Ancelotti aclarase que es el club el que prefirió enclaustrar al equipo durante años, alejándolo de los medios y de los socios.
Ancelotti aprovechó la ocasión para reunirse con los corresponsales y explicarles cómo trabaja. Lo hizo a su modo, con una sencillez asombrosa, sin darse importancia, seduciendo a sus oyentes a fuerza de sentido común y humor. Dijo que prácticamente había renunciado a hacer arengas para motivar porque para eso necesitaba emplear su lengua materna: el italiano. Añadió que solo hablaba en italiano cuando estaba furioso, y que eso le había sucedido solo tres veces: durante el Rayo-Madrid, el Elche-Madrid y el Levante-Madrid. “Los jugadores”, advirtió, “me comprendieron perfectamente”.
Le preguntaron con qué clase de entrenadores le gustaba trabajar y apeló con cariño al sueco Nils Liedholm, hombre sereno y bondadoso que se reía de sí mismo en aquel Roma imponente en el que él había militado junto a Falcao, Cerezo y Conti. “Me gustan los entrenadores tranquilos”, dijo, “Del Bosque, Mourinho...”.
La irónica mención de su antecesor, el más frenético de los personajes que han pasado por la caseta, provocó una explosión de risa entre los asistentes.
La propaganda mourinhista presentó al entrenador como una figura de proporciones míticas que cifraba sus logros con todo tipo de récords de producción: trofeos en mayor número de países, partidos imbatido en campo propio, jornadas sin encajar goles y horario laboral componían algunos de los valores del héroe. Los horarios fascinaban a los sicofantas. Un directivo del Madrid solía decir que se podían poner en hora los relojes con solo esperar a que José Mourinho pasara por la garita de Valdebebas, emulando la proverbial puntualidad kantiana: el portugués llegaba invariablemente a las siete de la mañana y se marchaba en penumbras. Solo veía el sol en horas de labor.
A la cuestión de su horario, Ancelotti respondió dibujando una sonrisa: “Llego a las nueve y media porque me gusta dormir un poquito por las mañanas... y me quedo hasta las seis y media, normalmente, repasando los vídeos que hacemos de los rivales... Después me gusta estar en casa. Y los miércoles, si puedo, voy al cine”.
Llego a las 9.30 porque me gusta dormir un poquito” Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid
El técnico apuntó que en esta fase de la temporada lo fundamental no es extenuar a los jugadores sino recuperar su cuerpo con dosis muy medidas de descanso y trabajo. Recordó que en su época de jugador se consideraba que un buen entrenamiento debía provocar dolor, y señaló sus rodillas deformadas como vestigio de métodos perversos. Ahora, dijo, el Madrid cuenta con médicos y fisioterapeutas que programan los entrenamientos interpretando un análisis de sangre mensual. La intensidad de las prácticas se calibra en tiempo real leyendo los pulsómetros y los GPS que porta cada futbolista.
Ancelotti dijo que en las semanas con un solo partido emplea dos días para hacer trabajo de recuperación, con especial énfasis en las rutinas aeróbicas en piscina. El tercer día lo dedica a los ejercicios de fuerza, el cuarto a la resistencia, el quinto a la velocidad, y el sexto, la previa de la competición, a la “reactividad”.
Ayer el Madrid se concentró en la fuerza. Partidos en campo reducido a uno y dos toques, un ejercicio de transiciones de ataque-defensa-ataque, y, finalmente, un torneo. Ancelotti dividió a la plantilla en cuatro equipos de cinco y jugaron a lo ancho de un campo. Con las porterías separadas por 40 metros todo se resumió en duelos artilleros. Ganó el quinteto con el mejor cañonero. Para regocijo de Cristiano y para malhumor de los perdedores.
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