Como un pez fuera del agua
Víctima de la depresión, el exnadador Ian Thorpe es ingresado en un psiquiátrico
A las 3.30 de la madrugada de ayer en Sidney, una persona llamó a la policía alertándoles de que estaba viendo a un joven que deambulaba por la acera aparentemente mareado, desorientado, perdido como un pez fuera del agua, y que hasta intentaba abrir sin llaves una furgoneta aparcada. Cuando llegó la policía al rescate, descubrió que el joven perdido no era otro que Ian Thorpe, una de las personas más admiradas de Australia, un nadador que ha ganado cinco oros olímpicos y 11 mundiales, que ha brillado como una estrella, que ha sido Thorpedo para todos los australianos a los que ha hecho sentirse orgullosos de ser australianos viéndole nadar, que ha sido único, el mejor australiano de la historia. Y esto fue así desde que tenía 14 años, desde que ganó su primer título mundial.
El currículo de Thorpe
- JUEGOS OLÍMPICOS
Oro Sídney 2000 400 m libre
Oro Sídney 2000 4×100 m libre
Oro Sídney 2000 4×200 m libre
Oro Atenas 2004 200 m libre
Oro Atenas 2004 400 m libre
Plata Sídney 2000 200 m libre
Plata Sídney 2000 4×100 m estilos
Plata Atenas 2004 4×200 m libre
Bronce Atenas 2004 100 m libre
- CAMPEONATOS MUNDIALES
Oro Perth 1998 400 m libre
Oro Perth 1998 4×200 m libre
Oro Fukuoka 2001 200 m libre
Oro Fukuoka 2001 400 m libre
Oro Fukuoka 2001 800 m libre
Oro Fukuoka 2001 4×100 m libre
Oro Fukuoka 2001 4×200 m libre
Oro Fukuoka 2001 4×100 m estilos
Oro Barcelona 2003 200 m libre
Oro Barcelona 2003 400 m libre
Oro Barcelona 2003 4×200 m libre
Plata Barcelona 2003 200 m estilos
Después de trasladarlo al servicio de urgencias de un hospital cercano, Thorpe fue derivado a una clínica psiquiátrica, donde permanece ingresado. Ya la semana pasada algunos tabloides habían publicado que debido a sus problemas con el alcohol y los antidepresivos, Thorpe estaba ingresado en una clínica. “Pero eso no es verdad”, afirmó ayer su representante, James Erskine. “Estuvo ingresado en un hospital, sí, pero fue para tratarse de las heridas que se había producido en un hombro después de sufrir una caída”. “Esas informaciones no ayudaron para nada a Ian”, continuó Erskine tras admitir que en esta ocasión, sí, que Thorpe estaba ya ingresado en una clínica de rehabilitación. “Mezcló los antidepresivos que siempre toma con analgésicos y por eso entró en ese estado de desorientación, pero no había bebido nada de alcohol. Iba con un amigo y simplemente intentó entrar en el que creía que era el coche del amigo”.
Thorpe tiene 31 años. Dejó de competir con el equipo olímpico australiano tras los Juegos de Atenas 2004, pero en noviembre de 2011 volvió a entrenarse con fuerza con la intención de clasificarse para los Juegos de Londres 2012. El intento terminó en fracaso, pero Thorpe, como si solo en el agua encontrara el oxígeno que le permitiera seguir viviendo, siguió entrenándose, creyendo siempre que podría volver a ser si no el de sus grandes tiempos si un buen nadador y encontrar un hueco en el equipo australiano que disputará este verano los Juegos de la Commonwealth. Se fue a vivir a Suiza y allí se entrenó hasta que una lesión en el hombro en agosto pasado le obligó a tirar la toalla definitivamente. Hasta Navidades permaneció en Suiza. Después volvió a Sidney a vivir con sus padres.
Igual que para Michael Phelps, el mejor nadador de la historia, la piscina fue la mejor terapia para curar los brotes de autismo que destrozaron su infancia, Ian Thorpe encontraba en el agua y en el olor a cloro el único remedio a la depresión, una enfermedad que, según desveló en 2012 en su autobiografía, ha estado persiguiéndole toda su vida. Su regreso en 2011, confesó, no era más que un intento de encontrar un refugio en la piscina contra la depresión.
“Cuando dejé la natación, cuando perdí la rutina de los entrenamientos cotidianos, había mañanas en las que no tenía ni fuerzas para levantarme de la cama. Ni fuerzas, un gran peso me oprimía el pecho, ni razones, solo miedo de enfrentarme al mundo, a las tareas más banales”, declaró a finales de 2012. “Pero cuando volví a entrenarme, súbitamente todo pareció mucho mejor. La competición puede aumentar la presión, sí, pero cuando compito es cuando mejor puedo manejar la ansiedad y la depresión. Los peores días son los días normales. En términos deportivos, mi intento de volver en Londres fue un completo fracaso, pero me permitió volver a descubrir lo que amaba de un deporte que había dejado odiándolo. Encuentro una gran belleza y calma en la repetición de los entrenamientos, en sus ritmos, en sus rituales...”.
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