La venganza era un cerrojo
Dinamarca, gracias a la 18 paradas de Landin, vence a España y se toma la revancha de la final del Mundial ● Aginagalde estará ante Austria y Macedonia


La venganza, ese plato que se sirve frío, ardió en las manos de España, aunque la campeona del mundo aún tiene tiempo para digerirla. Dinamarca se la tenía guardada desde que salió trasquilada del Sant Jordi. Esta vez la cita no tenía el glamour de una final mundial, pero la anfitriona no podía despechar a sus compatriotas de nuevo. Así fue. Un rodillo en ataque y un inconmensurable Niklas Landin en portería sellaron el triunfo. España debe vencer a Austria, el lunes y a Macedonia, el miércoles, rivales sobre el papel inferiores, y entrará en la lucha por las medallas. Contará para ello con Julen Aginagalde. Manolo Cadenas espera más y dará entrada al pivote irundarra, ausente hasta ahora por lesión.
España y Dinamarca, la campeona del mundo y la de Europa, brindaron un espectáculo sobre el 40x20. En uno de los mejores posibles marcos para ello, un imponente Jyske Bank Boxen teñido de rojo por 14.000 personas, una coreografía digna del lema del campeonato: el corazón del balonmano. Pese a la sed de revancha que se palpaba por las calles de Herning, o en la previa de los diarios, que incitaban a devorar a los de Cadenas “como tapas”, el ambiente dentro del pabellón se asemejaba más a una opera balonmanística que a un infierno sobre el que amilanarse.
Dinamarca, 31 - España, 28
Incidencias: Encuentro correspondiente a la primera jornada del Grupo I de la segunda fase del Campeonato de Europa de Balonmano de Dinamarca 2014 disputado en Jyske Bank Boxen de Herning ante 14.000 espectadores.
Fue un toma y daca desde el inicio en el que tomaron parte muchos de los mejores actores del panorama internacional. Solo así se puede entender la presencia de Mikkel Hansen, un portento recibido con honores de balón de oro en el país del balonmano. El ídolo de una afición que le ha perdonado su borrón en la final del último Mundial. A diferencia de aquel día, esta vez también acudió a la cita un sobresaliente Landin. El meta danés, de 24 años, firmó un 40% de efectividad, 18 paradas, 4 de ellas desde los siete metros una carga demasiado pesada para España a estas alturas, decisiva en partidos de enjundia como este. Landin echó el cerrojo y España dejaba la puerta abierta. Ni Sierra ni Gonzalo Pérez de Vargas, determinantes en la primera fase, evitaron que se añorase a Sterbik, una ausencia que los daneses celebraban ya como el primer gol antes de que el cronómetro se pusiera en marcha.
España encontró en ataque recursos hasta ahora desaparecidos. Apareció la mejor versión de Dani Sarmiento para leer la defensa danesa. También la de Antonio García, necesitado como estaba de rendir en un partido tan importante. Su aportación permitió coger aliento a Cañellas, una de las piezas maestras del puzle de Cadenás. Todo resultó, sin embargo, insuficiente en la segunda parte. La defensa España, sin ser el blandiblú del encuentro ante Islandia, no terminó de leer el lanzamiento exterior danés. La casta y la garra, ese bien intangible que España acumula a granel, no siempre son garantía de triunfo. No, al menos ante rivales superlativos como esta Dinamarca. Permitió no descolgarse en el marcador, pero no voltearlo. Aquella eterna final del Mundial permanecerá en el recuerdo por siempre, pero la diferencia abismal entre ambos equipos de entonces quedó claro esta vez que no es tal. Si en el Sant Jordi Sterbik empequeñeció la portería, esta vez Landin hacía prácticamente inútil cualquier lanzamiento desde el ángulo. España careció de salvaguarda bajo los palos. A Dinamarca le sobró. El rostro enrojecido de Landin tras un lanzamiento de Maqueda en el tramo final se fusionó con el color de una grada y una afición que celebraba una victoria rotunda, con la que Dinamarca saciaba su sed de venganza. Una revancha sin paliativos, la más indolora. España depende de sí misma para lograr lo que se proponga.
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