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Messi cierra el círculo

Al contrario que el año pasado en el Calderón, cuando quiso jugar y se marchó cabreado y lesionado, La Pulga comienza desde el banquillo y solo disputa el segundo tiempo

Messi, rodeado de jugadores del Atlético.
Messi, rodeado de jugadores del Atlético.Alberto Martín (EFE)

El 12 de mayo del año pasado el Barça saltó al Manzanares como campeón de Liga porque un empate del Real Madrid en Cornellà la noche antes le había dado matemáticamente el título. Messi, aquella tarde, fue titular, y no será porque no trataron de convencerle de lo contrario. A Leo le instaron a que se quedara sentado en el banco al lado de Vilanova pero no hizo ni caso. “Leo, no vale la pena, hace mucho calor, estás tocado y ya somos campeones”, casi le rogaron. Los 88 puntos le bastaban y eliminados de la Copa y de la Champions, todo el pescado de la temporada estaba ya vendido. Messi se empeñó en jugar y nadie se atrevió a llevarle la contraria, así que jugó los que fueron los últimos minutos de la temporada. Resultó que se fue haciendo mutis por el foro, lesionado, dejando al equipo con diez con 1-0 en el marcador, porque ya se habían hecho los tres cambios.

Leo intervino con un par de acciones desequilibrantes: un cabezazo fuera y un tiro desviado por Courtois

Leo arremetió con todo lo que encontró a su paso su paso al llegar al camerino visitante del Manzanares, cabreado como nadie la había visto, culpando a todos y a todo de su desgracia. A todos menos a su tozudez, claro. Ni Juanjo Brau, su entonces fisioterapeuta de confianza, pudo calmarle y hacerle entrar en razón. Puede que fuera esa tarde cuando su amigo entendió que algo se había roto en su relación de confianza. Ayer, Brau no viajó a Madrid, pero, a diferencia de aquella tarde, Messi hizo caso al entrenador y a los servicios médicos del club con los que se reunió por la mañana. Habló con ellos y entendió que después de todo, lo mejor era quedarse en el banquillo, donde también se sentó Neymar, pero por otras razones. Leo parece que ha aprendido a escuchar.

La imagen de las dos estrellas en el banquillo del Manzanares dio la vuelta al mundo y al tiempo, llenó de credibilidad y agrandó la autoridad sobre el vestuario de Martino partiendo de un principio básico de justicia: todos son iguales a sus ojos. El Tata, claro, le dio muchas vueltas a la decisión de dejar fuera al mejor jugador del mundo pero al final hizo caso a una reflexión, que verbalizó la noche del viernes, y que atiende a la fecha del partido: “Estamos en enero, no en abril y queda demasiado como para no cuidarle”, avisó. Tiempo habrá, y El Tata lo sabe bien, de exprimirle cuando llegue la hora de la verdad, los momentos de extrema necesidad.

Martino sale reforzado al demostrar que todos los jugadores son iguales ante sus ojos

Fàbregas, de entrada, hizo de falso nueve mientras Alexis y Pedro se abrieron a banda. Nadie podrá negarle al técnico rosarino que los tres habían acumulado méritos en ausencia de La Pulga para ser titulares ante los colchoneros por encima de cualquier consideración sobre la reinserción de Leo. Messi, que en 18 partidos contra el Atlético de Madrid había ganado 12 y empatado dos después de marcar 20 goles (14 en Liga, 17 goles), aguantó ayer 45 minutos de partido atado a la pata del banco. En el descanso, sustituyó a Iniesta, con molestias después de recibir un golpe en la rodilla, y ocupó el lugar en el campo por donde se había movido Cesc.

Con empate a cero y sin ocasiones claras de gol en toda la primera parte, la mera presencia del 10 sobre el césped era de por sí una carta intimidatoria de Martino sobre el tapete. A la hora de la verdad, Leo intervino lo justo para desequilibrar un par de veces, rematar un centro de Alba de cabeza, poner a prueba a Courtois con un disparo cruzado en una clara posibilidad de gol, llevarse alguna patada y presionar con la mirada a Filipe Luis. Poco más, suficiente, seguramente, para cerrar un círculo vital.

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