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La ternura del Schalke 04

El Schalke es un equipo con jóvenes talentos en busca de orden y consistencia

Diego Torres
Farfán, felicitado por un gol con el Schalke
Farfán, felicitado por un gol con el Schalke Martin Meissner (AP)

El bombo de Nyon albergaba pocos equipos más tiernos que el Schalke 04, si acaso había uno. El rival del Madrid es uno de tantos equipos alemanes que reúnen buenos jugadores al abrigo de un excelente estadio, con una afición populosa y apasionada. También es, junto con el Dortmund, uno de los grandes clubes de la cuenca industrial del Ruhr, y eso le asegura clientela y audiencia. Pocos lugares en Europa concentran más amor por el juego que esta vieja región minera en donde languidece la industria pesada. Las grandes fábricas se han empequeñecido pero perviven las masas de trabajadores en proceso de reconversión con su invariable afición por los colores. El Schalke posee ese gran patrimonio cultural y económico pero, a diferencia del Dortmund, no es un equipo consolidado. Le falta afirmarse, se desordena, suele interpretar mal los partidos y no acaba de aprovechar a sus mejores talentos. Que haya encajado 28 goles en 16 partidos de la Bundesliga revela un estado de precariedad.

Los equipos desorganizados suelen exhibir defensas que aparentan ser peores de lo que realmente son. Hildebrand es un portero experto pero en el contexto del Schalke se muestra inseguro, casi tanto como el meta titular Ralf Fahrmann. Los centrales, Howedes, Matip, o Papadopoulos, por ejemplo, no parecen más firmes, y los laterales, Uchida y Fuchs, son proclives a profundizar pero cierran mal. Neustädter, el medio centro, no siempre da abasto en las coberturas. El técnico, Jens Keller, suele formar con un 4-2-3-1, y este esquema parece ser lo más seguro de su ideario. Más allá del dibujo proliferan las dudas. Sobre todo a la hora de plantear grandes partidos.

Prince Boateng, la gran estrella del equipo, es el hijo pródigo que regresa a sus orígenes

El cruce del Schalke con el Chelsea en la fase de grupos fue una demostración de ingenuidad. No es un secreto que el Chelsea sufre cuando le ceden el balón y le niegan los espacios, pero el Schalke se empecinó en controlar el juego a partir del balón y desplegarse, dejando una gran pradera a la espalda de sus centrales. El resultado fue un 0-3 en Alemania y un 3-0 en Londres.

Prince Boateng, la gran estrella del equipo, es el hijo pródigo de la Bundesliga que regresa a su origen. Su potencial le permite jugar lo mismo de nueve que de volante central junto a Neustädter o Jones. Últimamente se le ve aparecer por cualquier parte, en cualquier momento, síntoma del perfil atrabiliario que ha mostrado el equipo. Además de Farfán, el notable extremo derecha peruano, en la plantilla destacan dos de los jóvenes más interesantes de la nueva escuela alemana. Uno es Max Meyer, el segunda punta, hábil para moverse entre líneas. El otro es Julian Draxler, el enganche, que suele jugar tirado al costado izquierdo. Las mejores cosas que le pasaron al Schalke en los partidos de la liguilla coinciden con la participación de estos futbolistas en la jugada.

El mayor déficit del equipo alemán quizás se descubra en la punta del ataque. Allí brillaba el goleador Klaas-Jan Huntelaar hasta que se lesionó la rodilla derecha. Le operaron y lleva meses en vías de recuperación. Aunque los medios locales pronostican un regreso a los entrenamientos en enero, no está claro que pueda recuperar su mejor nivel para medirse al Madrid. Sin Huntelaar el Schalke perdió una referencia que además le brindaba mucho gol.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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