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Un Barça rehén de su pasado

El equipo azulgrana es víctima del inmovilismo provocado por la falta de consenso en la manera de afrontar la renovación La directiva se encomienda a Martino, escrutado por la plantilla

Ramon Besa
Xavi disputa un balón con Ander Herrera
Xavi disputa un balón con Ander Herrerarafa rivas (afp)

Tito Vilanova recayó del cáncer en la glándula parótida el día después que el Barcelona anunciara la renovación de Xavi, Puyol y Messi. Ambas noticias, registradas en diciembre del año pasado, han marcado la ruta del club azulgrana, víctima de la fatalidad, la confusión y también de sus propias contradicciones, ahora mismo paralizado y entregado a Tata Martino. Vilanova tuvo que dejar al final el equipo en julio pasado de forma hasta cierto punto sorprendente porque el club manejaba algunos informes médicos que preveían una cierta estabilidad a medio plazo en la salud del entrenador. El técnico catalán había solicitado la contratación de Joan Francesc Rubi, procedente del Girona, para que le ayudara en el trabajo de campo e iniciara una carrera profesional en el Camp Nou. Tito preveía, además, algún cambio en puestos clave del plantel. La propuesta, avalada por empleados cualificados de la entidad, no prosperó como tampoco se había considerado con anterioridad la opinión de quienes estaban en contra de reforzar la continuidad de Xavi, Puyol y Messi.

Así las cosas, la revolución pendiente desde la partida de Pep Guardiola en 2012 se fue dilatando por la enfermedad de Vilanova y por la inanición de la junta de Sandro Rosell, que no ha querido cargar con ninguna decisión que resultara impopular por afectar a las vacas sagradas del Camp Nou. “Aunque sabíamos lo que podía pasar y está pasando, políticamente no era recomendable ni conveniente cortar cabezas”, asumen fuentes de la junta. “No sabemos si la gente lo hubiera entendido”. La situación, sin embargo, se ha deteriorado progresivamente y en varios sectores azulgrana se aboga ya por la intervención de Martino. Y es que el técnico asumió el compromiso de que actuaría en caso de necesidad tras dar una última oportunidad a los futbolistas.

El consejo ha evitado tomar decisiones que pudieran tener un “coste político”

Hay preocupación en el consejo directivo, “por un momento delicado” que demanda la atención de Martino antes de que se compliquen más las relaciones ya tensas en el vestuario, sobre todo porque los jóvenes se sienten ninguneados. La sensación generalizada es que ha menguado el propio Barça y las exigencias son superiores al año pasado por el renacer del Real Madrid, la perseverancia del Atlético de Madrid y los muchos candidatos a conquistar la Champions. Los estamentos más conservadores de la entidad, sin embargo, apuntan a que se trata simplemente de volver a ganar tiempo, ahora a la espera de Messi.

El hilo conductor sigue siendo el 10, el futbolista que marca la diferencia y los goles, y que ahora, además de lesionado, está a la espera también de que mejoren sus ingresos para equipararse a los de Neymar, quien sería el mejor pagado de acuerdo a las cuentas que echan los agentes y los propios jugadores. Al equipo no le alcanza con el brasileño sino que precisa de cambios más estructurales, con o sin Messi. Apenas ha habido novedades respecto a la temporada pasada, se mantienen las jerarquías, sin escarmiento después de la goleada con el Bayern de Múnich.

La figura del entrenador, decisiva en un equipo tan táctico como el barcelonista, es escrutada por los futbolistas. El equipo pasó de la exigencia obsesiva de Guardiola a la descomprensión de Vilanova para después quedar a expensas de Martino. El argentino atiende, trabaja, rota al plantel y, al mismo tiempo, ha abonado la confusión: de la presión se pasó a mezclar el juego corto con el largo para relativizar después la posesión del balón y acabar por perder consecutivamente dos partidos. A Piqué se le leyó en los labios a mitad del partido contra el Ajax: “Es un despelote”. Añadió Puyol: “No sabía si apretar o quedarme”. Y confesó un tercero en silencio: “Qué desbarajuste”.

La presencia por triplicado de ayudantes, preparadores físicos y observadores propuestos por técnicos diferentes —Guardiola, Vilanova y Martino— ha dificultado que el equipo marchara en una única dirección, no se delimitaran responsabilidades y se impusieran las alineaciones políticas en que priman los galones y no los méritos ganados en los entrenamientos. A cada partido mal jugado se le encuentra una excusa. A veces es la actitud, en otras el juego, también importan el árbitro o las lesiones. El juego, en cualquier caso, es discontinuo, difuso y racheado, poco vigoroso, porque el equipo se parte, se hace demasiado largo, queda en inferioridad ante rivales bien organizados y solidarios como el Athletic y ha perdido autoridad en los choques que se resolvían por el intercambio de goles, por las ausencias de Valdés y Messi.

El plantel acusa la confusión táctica y el politiqueo del técnico en las alineaciones

No siempre funciona el plan, le cuesta corregirse cuando se torna vulnerable, no tiene sorpresa ni rebeldía sino que juega en función del rival, y ya no transmite el fuego que contagiaba a la hinchada. Los volantes han perdido influencia en el fútbol asociativo y el equipo se encomienda a sus figuras, muchas veces decisivas.

Nadie en el club responde a la pregunta existencial: ¿Se quiere cambiar la cultura de juego o renovar al equipo para que vuelva a competir? “Sería temerario que la directiva aspirara a que los jugadores quedaran en evidencia para así tener una coartada y proceder”, aseguran fuentes del propio club, “de la misma manera que tampoco se puede fomentar el egoísmo de los futbolistas”. No se sabe muy bien en qué consiste la transición azulgrana, de manera que no se toman decisiones ni se da un paso al frente, importante ante el calendario —Villarreal, Getafe, Elche y Atlético—. Ya sea por falta de consenso en la toma de decisiones o por temor a según que medidas, el riesgo es que se pierda un nuevo año después de dejar pasar el tiempo desde diciembre de 2012.

A Rosell le iría bien quizá repasar lo que le pasó a su antecesor Joan Laporta, de 2006 a 2008 con Frank Rijkaard y Ronaldinho. Hoy el Barça parece rehén de su pasado.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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