“¡Nos cruzamos con la armada inglesa que iba a reconquistar las Malvinas!”
Tripulantes del ‘Licor 43’ recuerdan la “épica aventura” del primer barco español que participó en la Vuelta al Mundo, en 1981
Entonces se fumaba y se leía en el barco, aparecía de vez en cuando una botella de vino, no había radares ni potabilizadoras de agua y aquello sí era una aventura. En el “paleolítico” de la vela en España, 14 marineros se atrevieron en 1981 a lo que nadie había hecho: ser el primer barco español en dar la vuelta al mundo en la Whitbread Round the World, hoy Volvo Ocean Race, en su tercera edición (la próxima sale de Alicante en 2014). En 1977, Enrique Vidal Paz, con el B&B Italia, y Enrique Zulueta, a bordo del Great Britain II,fueron los primeros españoles en la competición de los 66 que han inscrito su nombre. Pero participar con un barco diseñado y construido en España y con una tripulación nacional fue el mérito de estos pioneros. Eran 10 hombres, entre los que cambiaba uno en cada etapa. Al patrón y alma del proyecto, Joaquín Coello, se unieron Jordi Brufau, Jacinto Criado, Francisco Fernández, Tomás Gallart, Santigo García-Gascón, Antonio Guiu, Sotero Gutiérrez, José Mora, Fernando Muñoz, Joaquín Quero, Juan Ramos, Rafael Tibau y Luis Vial y de Vial.
Aquel Licor 43 fue uno de los primeros grandes patrocinios en el deporte español. “Fue un poco casual”, recuerda Joaquín Coello; “yo trabajaba en Empresa Nacional Bazán, con astillero en Cartagena, y Licor 43 tenía la sede allí. Al dueño le gustaba el mar, y nos patrocinó sin pensar que era rentable. Yo diseñé el barco [de 43 pies, 13 metros] y se construyó en Cartagena con velas americanas y palo francés. La experiencia fue épica”.
Ayudó que Coello había sido nombrado Mejor Deportista Náutico en 1978 tras cubrir en solitario la travesía del Atlántico. A su estela se formó una tripulación procedente de toda España a través de unas pruebas de selección. Sobre todo de Cataluña y Alicante, y también de Galicia, Santander… “Éramos amateurs. Uno era ingeniero, marino mercante, arquitecto, perito…”, cuenta Nando Muñoz, el médico, además de fotógrafo y escritor a bordo. Hubo incluso alguien que se mareó a bordo y se deshidrató.
Éramos ‘amateurs’. Uno ingeniero, otro arquitecto, perito... Nando Muñoz
Portsmouth-Ciudad del Cabo-Auckland-Mar del Plata-Portsmouth. Cuatro etapas y 27.000 millas. 29 veleros tomaron la salida, nueve abandonaron. El mérito español fue no retirarse y luchar por alcanzar los puertos de salida mientras otros descansaban en los hoteles. “En la primera etapa ya sabíamos que no podíamos ganar”, cuenta Coello. “Probablemente hicimos un barco demasiado sólido y pesado”, cargado con un tanque para cocinar y beber y la comida para etapas de 45 días. De noche en el Índico, con vientos de 60 nudos, olas de 12 metros y temperaturas cerca de cero grados, sufrieron la primera rotura del palo. El barco tumbó a 150º y casi da la vuelta. La segunda, antes del Cabo de Hornos, fue porque lo habían cortado para meterlo en el avión y no soldó bien. Ya entonces navegaban sin nevera en el barco. Se estropeó y al llegar a Ciudad del Cabo —“todavía con apartheid”, recuerda Nando—, la tiraron porque consumía mucha energía. La avería del frigorífico les obligó a tomar comida enlatada y la carne fresca se estropeó. La utilizaron para pescar… un tiburón de metro y medio.
“Era aventura pura. Todo eso nos unió y acabamos muy amigos”, cuenta Coello. “Como hermanos”, apunta Tomás Gallart, “eso no pasa ahora. No cobrábamos. Al llegar a puerto teníamos una noche pagada en un hotel que aprovechábamos para estar en la bañera y comer bien. Había entre los barcos una camaradería. Sin radares, nos comunicábamos por radioaficionado para darnos la situación por cuestiones de seguridad”. “Teníamos mesa para comer y hasta camarote. En los barcos se leía y había vino en la mesa [y alguna botella de Licor 43, que exportaba a 40 países]. Había competición, pero ahora se corre mucho más”, rememora Muñoz. Como cámara utilizaba una Bolex a la que tenía que dar cuerda. Con el magnetoscopio para grabar con un cable de 20 metros acabó pronto una ola. Y como médico atendió lesiones en clavículas, antebrazos, muñecas… “Se cayó un tripulante al agua…”. “Yo”, apunta Gallart. “En el Pacífico Sur. Coello llevaba una guardia y yo la otra. Me fui a proa a atar un pequeño génova y una ola se me llevó como una hoja de papel. Quedé fuera pegando golpes en el casco. Salvé la vida porque iba atado”.
Las anécdotas son incontables. Luis de Vial, el veterano con 64 años, era un hombre muy religioso que los domingos por la mañana escuchaba en un walkman la misa grabada en casetes. Tabacalera les mandaba cartones de cigarrillos a las escalas, sobre todo de Ducados, los más difíciles de conseguir fuera de España. Y la agencia Efe aprovechó el 28 de diciembre para difundir una inocente noticia que muchos medios se creyeron: la tripulación española había descubierto como polizón a una chica de 23 años que subió al barco en Auckland para llegar gratis a Mar del Plata y de ahí seguir a Río de Janeiro para ir al carnaval.
Una ola me tragó en el Pacífico Sur. Quedé fuera dando golpes en el casco. Salvé la vida porque iba atado Tomás Gallart
Y de la broma a la historia de verdad. Era el 2 de abril de 1982 cuando el barco español salía de Mar del Plata… "y Argentina invadió las Malvinas", comenta Nando Muñoz. "¡Cuando después cruzamos el Canal de la Mancha nos cruzamos con la armada inglesa que iba a reconquistar las Malvinas! Era impresionante. Cruceros, portaaviones. Iban con todo. Al llegar a Portsmouth solo había mujeres y niños". Coello recuerda "un ambiente muy patriótico, muy nacionalista" en el puerto inglés -la regata era subvencionada por la cerveza Whitbread, pero la organizaba la Real Navy-. Así que el Licor 43 se trajo a España, "por si tenía problemas", a un tripulante argentino que navegaba en un barco inglés. Muñoz volvió a vivir la historia a bordo del Fortuna Extra Lights en 1989-90, cuando, en plena guerra fría, un barco zarpó con tripulación soviética y volvió con ciudadanos de varios estados.
El Licor 43 fue el penúltimo entre los 20 que regresaron a Portsmouth. Tardaron ocho días más que el ganador, el holandés Flyer. Pero todos estaban orgullosos de su histórica vuelta al mundo.
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