Neymar para un Brasil tan sólido como vertical
El azulgrana pone la fantasía en el cuadro de Scolari, más pragmático que retórico
Con fama de ser un gran motivador -desde 1990 tiene en su equipo de trabajo a una psicóloga- y de ser un generador de ambientes incendiarios desde sus discursos, Luiz Felipe Scolari hace tiempo que empezó a disputar el Mundial desde las salas de prensa. En realidad, lo ha hecho desde que se hizo cargo de la selección para sustituir a Mano Menezes. Primero lo hizo para afianzar el estilo en el que cree y desactivar las corrientes y las voces internas que añoran a una selección brasileña más cautivadora, más apegada a su gran historia y menos europeizada.
“El jogo bonito pasa, los resultados permanecen”, dijo en la Copa Confederaciones, de la que salió reforzado porque la CBF y parte del país solo le exige ganar o ganar. El triunfo ante España fue definitivo para que Scolari siguiera al frente del proyecto y pulir a una selección que tiene muy claro a qué juega. Definido el estilo, sobrio, vertical y eficaz, al que hay que añadir en términos de inventiva todo lo que supone contar con Neymar, Hulk, Óscar o Marcelo, Scolari se ha atrevido a lanzar una proclama muy osada que es una apuesta a todo o nada: “No habrá presión, Brasil será campeona del mundo”.
Convencido de que su fórmula futbolística es la ideal, con estas recientes declaraciones, lo que ha pretendido es empezar a eliminar de la cabeza de sus futbolistas a uno de sus mayores rivales: la obligación de que el país del fútbol se corone ante los suyos y pueda enterrar, en parte, la eterna afrenta del Maracanazo.
Dos patadas largas.
No hay rastros del ritmo de balón cadencioso en las zonas de inicio del juego o en el medio del campo que caracterizó a las mejores y más recordadas selecciones brasileñas de todos los tiempos. El Brasil de Scolari, con frecuencia, es directo y vertical desde su propia área aprovechando la patada larga de David Luiz. El otro central, Thiago Silva, lo hace menos, aunque también tiene buen golpeo. El preciso saque de Julio César, muy aprovechado por Mourinho en su etapa en el Inter y generador de uno de los goles de Diego Milito en la final de la Champions que conquistó, es la otra gran patada larga con la que cuenta. Los envíos suelen buscar al delantero de referencia, Fred, ahora lesionado. En los dos últimos amistosos ante Honduras y Chile ese delantero a modo de pivote del fútbol sala ha sido Jo Alves. Con ese juego largo buscan bien una prolongación que explote la velocidad de Neymar, Óscar o Hulk, o bien que la referencia reciba y abra rápidamente a una banda. Y como mal menor de ese juego largo, la segunda jugada, porque es un equipo que se siente cómodo y ganador en los rechazos para armar ataques rápidos y con pocos toques tras ganar los balones divididos. Sí conserva Scolari la tradición de los laterales ofensivos, con Alves y Marcelo y sus recambios, Maicon y Maxwell. La salida de balón desde atrás por las bandas es frecuente.
LA CANARINHA, EN CIFRAS
MUNDIALES: 19
- Partidos jugados: 97
- Ganados: 67
- Perdidos: 15
- Empatados: 15
- Goles a favor: 210
- Goles en contra: 88
PALMARÉS:
- Mundiales: 1958, 1962, 1970, 1994 y 2002
- Copa América: 1919, 1922, 1949, 1989, 1997, 1999, 2004 y 2007
- Copa Confederaciones: 1997, 2005, 2009 y 2013
Orden agresivo.
La primera prioridad de Scolari fue la crear una estructura defensiva sólida. Los dos mediocentros son innegociables para compensar la vocación ofensiva de los laterales. Paulinho Santos (Tottenham), el que más de se descuelga en ataque, es indiscutible. A su lado, ha cobrado ventaja Luiz Gustavo (Wolfsburgo) sobre Fernandinho (Chelsea), aunque en una de las variantes que utiliza Scolari pueden jugar los tres. El dinámico Ramires (Chelsea) también pelea por ser uno de los componentes de esa dovela táctica tan decisiva para su seleccionador. A partir de ese cogollo defensivo central, Brasil es una selección a la que es difícil pillarla desprevenida en una contra porque está muy pendiente de corregir las descompensaciones. Hulk y Óscar también trabajan en defensa como interiores y el resultado es una selección que defiende muy bien los espacios y ataca el balón con agresividad cuando el contrario pasa del centro del campo. Durante la pasada Copa Confederaciones, una estadística fue reveladora de este Brasil más pragmático que retórico: sus delanteros cometieron más faltas que sus defensas. La interrupción de la transición defensa-ataque del contrario es una consigna también innegociable. Se le ha visto manejar la presión alta para forzar al rival a jugar en largo, donde aparece ese poderío aéreo y en las segundas jugadas en el que se siente dominador. Es complicado encontrarle puntos débiles a Brasil. Hay uno individual que tiene que ver con David Luiz, que a veces arriesga y se adelanta mucho para anticipar. Cuando está acertado, incluso puede generar una contra a favor, pero si falla queda mucho espacio a su espalda. Otra debilidad es paradójica. En el juego a balón parado ofensivo, Brasil es poderoso, pero tiene lagunas cuando le toca defenderlo.
Neymar y las explosiones verticales de Óscar y Hulk.
En la Copa Confederaciones se ganó la condición de ser la gran estrella de Brasil, con todo lo que conlleva ese peso y que la sede sea su propio país. Dependiendo de la entidad del rival o incluso del desarrollo del partido, Scolari utiliza a Neymar pegado a la banda izquierda o le da libertad para que se mueva por el centro. Cuando Brasil es muy dominador porque el contrario se cierra mucho es cuando más se le ve actuar por el medio, casi siempre en conducciones con regate en busca de un pase o una pared definitiva para pisar área o chutar. Es la gran referencia cuando Brasil roba y trata de explotar su mejor arma ofensiva: el contragolpe. Con espacios, necesitan muy pocos toques para llegar al gol por la propia velocidad y verticalidad de Neymar, Óscar y Hulk. Los tres son capaces de desequilibrar individualmente cuando el juego colectivo no aparece.
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