La NFL limpia los trapos sucios de sus vestuarios
Un caso de acoso en los Dolphins de Miami obliga a la competición a investigar en la tradición y la dureza de las novatadas en sus equipos
Jonathan Martin, el tackle de los Dolphins de Miami, se dirigió el último domingo de octubre a la mesa donde varios miembros de su equipo de fútbol americano le habían invitado a que se sentara a comer. En cuanto lo hizo, todos ellos se levantaron y se fueron dejándolo solo. Probablemente, este fuera uno de los desplantes menos crueles por parte de sus compañeros que el joven atacante de 24 años y 141 kilos de peso tuvo que soportar desde que ingresara en la formación la temporada pasada, pero fue el que quebró lo poco que quedaba de su entereza psicológica. Al día siguiente, Martin se ausentó de los entrenamientos y este viernes su abogado anunciaba que abandonaba definitivamente el equipo debido “al acoso continuado” al que lo habían sometido varios de sus jugadores. Su compañero en la línea de ataque de los Dolphins, Richie Incognito, ha sido suspendido indefinidamente por “conducta inapropiada” y es a quien se apunta como el principal instigador y perpetrador de los abusos que denuncia Martin.
Esta situación ha obligado a la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) a adentrarse en la cultura de los vestuarios, un santuario para sus jugadores, un ecosistema prácticamente impenetrable y refractario hasta para el entrenador -que no suele estar presente allí salvo en el momento de perfilar la estrategia antes de un encuentro-, en el que se superponen los egos de 53 personas curtidas en la dureza del campo de juego y en el que la línea entre las novatadas, el acoso y la brutalidad es tan fina que a veces se diluye por completo, como en el caso de Martin.
La NFL ha iniciado una investigación sobre lo ocurrido en el vestuario de los Dolphins cuyo resultado contribuirá a airear las tradiciones de una cultura que hasta ahora parecía intocable y sobre la que muchos de sus integrantes ya se han mostrado de acuerdo en que hay que limpiar. Las novatadas a los recién llegados, rookies, son una práctica habitual en todos los equipos. En la NFL, es habitual que los novatos tengan que llevar y recoger los cascos y protectores del resto de sus compañeros o que los más veteranos obliguen a los recién llegados a cantar himnos obscenos durante las concentraciones o incluso les afeiten la cabeza.
Los entrenadores suelen permitir este tipo de inocentadas en la convicción de que se trata de una suerte de rito iniciático que beneficia a la integración de los novatos en el equipo, ayuda a robustecer su carácter y fortalece la unión en el vestuario. Pero en el caso de Martin, las dudas se ciernen en lo extralimitado de las bromas, su duración –el jugador ya no era rookie y seguía padeciéndolas-, en el grado de permisividad, aliento o desconocimiento del técnico de los Dolphins, Joe Philby, y en la connivencia del resto de sus compañeros que toleraron la conducta abusiva de Incognito.
“Martin es el compañero más fácil de asustar”, se vanagloriaba Incognito tras el partido de la noche de Halloween –su último encuentro antes de ser suspendido indefinidamente-. Sabía de lo que hablaba. A lo largo de este año y medio, el guard de los Dolphins, blanco, envió mensajes racistas e intimidatorios a Martin, negro; publicó en Twitter y Facebook mensajes y fotos relativos a las burlas de las que le hacía objeto y lo amenazó cuando se negó a acudir a una cena del equipo en Las Vegas que los rookies debían pagar –otra práctica que se ha convertido en habitual en los vestuarios de la NFL-. Martin no fue pero pagó 15.000 dólares.
Dos jugadores completamente opuestos
Hasta el lunes pasado, Incognito y Martin eran compañeros en el ala izquierda de la línea ofensiva del equipo, sus posiciones les obligaban a jugar prácticamente juntos en cada partido, sin embrago no podían ser más diferentes. Incognito, 144 kilos de peso y 30 años de edad, es conocido por su carácter violento dentro y fuera del terreno de juego. En 2009 fue nombrado el jugador más sucio de la NFL. Entonces, jugaba para los Rams de San Luis, que lo expulsó del equipo por su indisciplina -durante los cuatro años anteriores había liderado las sanciones de la competición por “dureza innecesaria”-. No obstante, el atacante parecía haber dominado su temperamento desde su llegada a los Dolphins. La temporada pasada fue seleccionado por primera vez para la Pro-Bowl por el resto de sus compañeros de la NFL y los medios locales le otorgaron el premio al Mejor Tipo por su colaboración con la prensa.
“Los matones del instituto siempre iban detrás de gente como Martin”, cuenta en conversación telefónica su entrenador de esa época, Vic Eumont. El carácter callado y complaciente del tackle no encajaba, de acuerdo con Eumont, en un entorno de “machos alfa” como el del vestuario de un equipo de fútbol americano. Tampoco el entorno personal y cultural de Martin parece tener mucho que ver con el bronco de la NFL. Hijo de abogados educados en Harvard, abandonó la carrera de Historia Antigua en Standford para incorporarse a la disciplina de los Dolphins, donde nunca se ha caído de la alineación titular desde que llegó. En varias ocasiones ha reconocido que le gustaría estudiar Derecho y seguir los pasos de sus padres.
Martin no se plantea dar ese paso todavía y, de acuerdo con el comunicado de su abogado, pese a abandonar los Dolphins espera seguir jugando en la NFL. Aunque muchos de los jugadores de esa liga han censurado el comportamiento de Incognito y la permisividad del resto de sus compañeros, muy pocos han alabado la decisión de Martin de huir del equipo y no denunciar el acoso que estaba sufriendo a otros miembros del equipo o al entrenador, un síntoma de debilidad que en una competición como la de la NFL donde la agresividad es una premisa, puede perjudicarle de cara a su futuro profesional.
Ausencia de normativa
¿A quién podía dirigirse Martin, cuando el que le acosaba era uno de los líderes del equipo –los encargados, a priori, de mantener el equilibrio en el vestuario- a quien, de acuerdo con varios medios locales, el propio equipo técnico le había pedido que fuera más duro con él?. Su abogado señala que el jugador abandona la disciplina de los Dolphins no por falta de coraje sino por la persecución incesante de la que ha sido objeto. Conviene recordar que lo que aquí se juzga no es el carácter de Martin sino las dimensiones y el alcance de una cultura que está manchando el prestigio de una competición cuestionada por la permisividad y el ocultamiento de las lesiones cerebrales de sus jugadores.
La NFL no tiene normas que regulen las novatadas. En 2010, cuando la periodista Inez Sainz denunció la conducta agresiva y misógina de varios jugadores de los Jets de Nueva York, el comisionado de la liga, Roger Goodell –que apenas se ha pronunciado en este caso- envió un memorándum en el que recordaba el “poderoso impacto del comportamiento personal de los deportistas en el entorno laboral” e instaba no sólo a “comportarte conforme a los fuertes principios de la NFL, sino a defenderlos”.
La ausencia de una regulación concreta deja en manos de los entrenadores la presión y la responsabilidad de controlar la conducta de los miembros de su vestuario. La mayoría de los técnicos que han hablado a lo largo de esta semana aseguran que ellos dominan lo que ocurre en las duchas, pero eso es también lo que ha afirmado Philbin, cuyo equipo fue objeto de un capítulo de la serie documental de la HBO, Hard Knocks, que exponía algunas conductas cuestionables de sus integrantes durante los entrenamientos de pretemporada de 2012. El entrenador de los Dolphins niega haberlo visto.
La atmósfera del vestuario de los Dolphins que Martin ha puesto al descubierto con su decisión de abandonar el equipo, puede ser el primer paso para que la NFL airee y limpie los trapos sucios de una cultura cuya opacidad han hecho crecer la connivencia y el silencio de quienes viven en ella y ante la que ha permanecido voluntariamente ignorante.
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