Lorenzo ataca en casa de Honda
El mallorquín se impone en Motegi y alarga la lucha por el título hasta Cheste, última carrera ● Márquez, segundo, será campeón si acaba entre los cuatro primeros en Valencia.
No pasó nada. Y pasó de todo. No hubo adelantamientos asombrosos, ni caídas aparatosas, nadie vio bandera negra, nadie dio la campanada. Pero ocurrió que Japón alumbró un duelo delicioso, el de un campeón del mundo que defiende su cetro y un novato que quiere plantarle cara desde el primer día; el de una Yamaha y una Honda, tan diferentes ellas, tan cerca de la perfección las dos; el de un piloto que ataca, tan poco le gusta verse perdedor, y otro que esquiva los peligros, tan cerca como está de la gloria. El duelo que brindaron Jorge Lorenzo y Marc Márquez en Motegi era el duelo que merecía un campeonato como este, en el que un luchador nato se resiste a que le venzan las lesiones o la tecnología, en el que un debutante amenaza con su irreverencia y desparpajo el status quo de MotoGP. La temporada 2013, salga quien salga vencedor en Valencia, en apenas un par de semanas, habrá merecido semejante final de película. Porque nunca alguien se resistió con tanto empeño a ser vencido. Porque nunca alguien acumuló tantos méritos para salir ganador. Esos son Lorenzo y Márquez, primero y segundo en el gran premio de Japón.
Segundo clasificado en el Mundial, el mallorquín culminó un ejercicio de resistencia brillante en la casa de Honda, en el circuito de pruebas de su rival, entre recta y recta, ahora que la aceleración ya no es la discusión de cada día, entre frenada y frenada, a pesar de que la M1 ya no tiene la misma entrada a las curvas. Lorenzo exprimió a su Yamaha y a sí mismo sabedor de que no puede hacer otra cosa que aprovechar las pocas oportunidades que le quedan. Entendió que el batacazo de Márquez en Australia, donde fue descalificado, no era más que un regalo, una segunda oportunidad, una recompensa al esfuerzo de todo el año, con dos fracturas de clavícula incluidas. Márquez, después de la tremenda caída durante el entrenamiento de la mañana, comprendió –quizá siempre lo ha sabido, a pesar de la fama que le acompaña– que las prisas no son buenas, que debe tirar hasta donde le pide el cuerpo, no más, pues tiene más que perder que ningún otro miembro de la parrilla, tan cerca como está de hacer historia.
El mallorquín culminó un ejercicio de resistencia brillante en la casa de Honda, en el circuito de pruebas de su rival, entre recta y recta, de frenada en frenada
Por eso no pasó nada y pasó de todo. En Motegi Lorenzo lanzó su ataque desesperado en territorio enemigo –no ganaba en Japón desde 2009–, tiró y tiró para que nadie pudiera seguirle, para escalar en la tabla y acercarse al liderato de Márquez: firmó una primera vuelta magistral, de esas a las que ya se ha acostumbrado este curso –tras dos giros sacaba 1,2 segundos al de Honda y eso que, confesó, cometió un pequeño error, el único en 23 vueltas– y aguantó sin inmutarse el empuje del chico de Cervera. El líder de MotoGP, por su parte, sin apenas rodaje en esta pista con la MotoGP, después de un fin de semana caótico sin apenas entrenamientos y una sola sesión en seco, se sabía tan fuerte sobre la moto como dubitativo en las frenadas: le faltaban referencias y minutos sobre la Honda, y se acercaba peligrosamente a la entrada de cada curva.
Por eso y porque entendió que el nivel que exigía este domingo Lorenzo no era el más propicio para hacer locuras, Márquez supo resguardar su posición, defenderse con el cronómetro. Se había obligado a pilotar tan agresivo como siempre en su empeño por perseguir a Lorenzo aunque sin entrar en pelea, quería estudiarlo para deducir más tarde qué posibilidades tenía. Y a falta de siete vueltas comprendió que no podía buscar los límites en esta ocasión. Era el camino hacia el que le llevaba el de Yamaha, increíble su ritmo, su perfección al manillar, su regularidad. Fantástica la maniobra de arriesgarse a salir con el neumático más blando, cuyo rendimiento apenas bajó en los compases finales, si no, no hubiera podido encadenar tres vueltas por debajo de un minuto y 45 segundos. Fue entonces, a falta de seis giros cuando, definitivamente, se quedó solo. Ganó por su empeño en ser cada día mejor, labor en la que le ha ayudado el imparable Márquez. Uno y otro pelearán por el título de nuevo en Valencia, donde al debutante le bastará con ser cuarto. Pero allí, lo saben, puede ocurrir cualquier cosa. El Mundial de MotoGP no se decide en la última prueba de la temporada desde que Nicky Hayden lo ganara en el 2006 tras una caída de Valentino Rossi.
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