Brasil a la vista
Con Casillas de titular, España gana sin brillo a Finlandia y se encamina al Mundial tras fallar Francia
Con la gracia justa, España hizo los deberes. Sin más, liquidó la etapa más complicada que le restaba en su camino al Mundial de Brasil y salió de Helsinki con la plaza a la vista. Francia patinó en Georgia y el equipo de Del Bosque ya tiene tres puntos de ventaja —con un posible empate a puntos también a favor— y solo debe tramitar en casa sus duelos con bielorrusos y georgianos. España tiene todo a favor tras tramitar un partido de cierto engorro, poco brillante y de cuyo recuerdo solo quedará la victoria ante un contrario incordiante. Tras el estacazo de Maracaná, la selección también está de pretemporada, con bajas y algunas pruebas. Donde no hay ensayo es en la portería. Del Bosque no olvida, y, por ahora, Casillas es su portero, el que siempre le ha respondido de maravilla. El técnico no encuentra motivos para su exclusión. Ni siquiera los percibe Víctor Valdés, ejemplar con su actitud. Entre el grupo aún hay devoción por el capitán y la bronca está en otro sitio. En Helsinki, a la primera, ya apareció Casillas, que evitó con el pie un mal despeje de Sergio Ramos que a punto estuvo de enredar el encuentro para La Roja. No tuvo más tajo. Pero Casillas fue Casillas cuando el guion lo requirió.
FINLANDIA, 0 - ESPAÑA, 2
Finlandia: Maenpaa; Toivio, Moisander, Pasanen, Arkivuo; Ring (Riski, m. 69), Tainio (Hmlinen, m. 69), Halsti, Schuller; Eremenko; y Pukki (Zeneli, m. 80). No utilizados: Sillamp, Radecky; Lampi, Ojala, Sumusalo, Raitala Sparv y Kohlemainen.
España: Casillas; Koke, Albiol, Ramos, Jordi Alba; Xavi, Mario Suárez, Iniesta; Pedro (Cazorla, m. 80), Cesc (Negredo, m. 70) y Villa (Navas, m. 55). No utilizados: Valdés, Reina; Arbeloa, Nacho, Monreal, Javi García, Isco, Silva y Soldado.
Goles: 0-1. M. 19. Jordi Alba. 0-2. M. 86. Negredo.
Árbitro: Ivan Bebek (Croacia). Amonestó a Mario Suárez.
Unos 40.000 espectadores en el estadio Olímpico de Helsinki.
Del Bosque tenía grapado en las entrañas el partido de Helsinki. Los tropezones con Finlandia y Francia no dejaban lugar a otro resbalón. Por ello, el técnico quiso despejar debates que no comparte, como el de la portería. Su única discusión, con los finlandeses. Salió ganador sin un gran encuentro, resuelto sin alardes, pero con eficacia. Era lo que demandaba la jornada y España cumplió. Primero, cuando tuvo la mayor autoridad, con una llegada de Alba; luego, con el partido sin amarras, con una contra de Navas apuntillada por Negredo. Suficiente.
Hace tiempo que en España no abundan los laterales izquierdos, posición de poco caladero en estos años de éxitos. Jordi Alba, extremo como juvenil, se ha hecho con el puesto y, en partidos como el de Helsinki, no deja dudas. Otra cosa es cuando debe medirse con delanteros cachas que meten la directa, ya fuera Hulk, en el estacazo de Maracaná en la Confederaciones, o recientemente Diego Costa en la Supercopa. Cuando el adversario no se destapa y nadie amenaza por las orillas, Alba toma la delantera y ahí está en su salsa. Esa es su mejor versión, la de desvestir al rival con sus aceleraciones. Finlandia, solo con cascarón defensivo, le dio pista, porque nadie le incordió en ataque. Limitada a taponar en el balcón del área con una marabunta de futbolistas, los nórdicos tampoco presionaban a los asistentes. Así que Cesc, que tiene repertorio como ariete o arquitecto, se descolgó unos metros y Alba, que llegó en diagonal hacia la portería local, le pidió cita. Un pase magnífico de Cesc, preciso, de velocidad justa, a la coronilla de los zagueros finlandeses, anticipó una excelente maniobra del lateral azulgrana. Alba, con un control orientado hacia el punto de penalti, desbarató a Maenpaa con un sutil remate con la puntera derecha.
Ni siquiera Valdés, ejemplar en su actitud, encuentra motivos para la exclusión de Iker
Alba puso en ventaja a España con una llegada al espacio en un partido sin apenas rendijas para los jugadores de Del Bosque. La selección se vio obligada a jugar al balonmano en la periferia del área. Su rival le concedió un dominio abrumador (81,4% de posesión al descanso). Con el balón cosido al pie, España basculaba una y otra vez de costado a costado, pero sin profundidad. Tal era el consentimiento local, que Sergio Ramos pasó la noche enquistado entre Xavi e Iniesta, como si fuera Busquets. No hay equipo más paciente que esta España. En ocasiones le puede la retórica, pero sabe que solo a partir del buen trato a la pelota puede desanudar a rivales como Finlandia, que solo envida con un buena carrocería física y los ratos de ánimo que le permitan contrarios muy superiores hasta que sellen el marcador. No lo hizo España, que perdió la marcha tras el descanso y estuvo en vilo más de la cuenta, por mucho que el seleccionador agitara el cesto en ataque, con Navas y Negredo como relevos de Villa y Cesc. Antes de sentenciar el choque, Negredo ya tuvo ocasión de hacerlo antes, pero no pudo aprovechar una estupenda asistencia de Xavi.
Cuando el adversario no se destapa, Jordi Alba toma la delantera y ahí está en su salsa
Si en el lateral izquierdo la cosecha es escasa, por la otra banda tampoco hay pompas. Sin necesidad de escoltar a nadie, Arbeloa, inofensivo en ataque, dejó paso a Koke, una solución postiza de Del Bosque. Puramente experimental. Al buen centrocampista del Atlético le falta velocidad y desborde para volar por fuera; es un jugador de interior. En esta España de Xavi e Iniesta, de Cesc y Silva, de Isco y de Cazorla, hay una inflación de volantes. Los arietes no tienen cancha y se desdeña el oficio de defender. Con Koke no se pudo abrir una vía y con Ramos desatado, Finlandia se mantuvo en pie. Es un equipo sin cartel, sin distinción alguna, pero al abrigo de su gente el precedente de Gijón (1-1) era aún más inquietante. No es que España sufriera un asedio, pero poco a poco el partido se descosió, y de forma sorprendente el grupo español perdió el gobierno. Del Bosque echó entonces el lazo a Cazorla, sustituto de Pedro. Señal de que pretendía recuperar el control con más posesión que empuje. Para entonces ya había concluido el duelo de Francia en Georgia y Brasil ya estaba a la vista. De inmediato, cerca del final, Xavi tiró de escuadra y cartabón, lanzó a Navas y el sevillano conectó con su compañero Negredo, que evitó mayores apuros. Definitivamente, España ya estaba a un paso del Mundial. De eso se trataba en Helsinki. El fútbol, la otra España, para mejor ocasión.
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