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El ‘abuelo’ no miente

Chris Horner, de 41 años, gana una etapa de alta montaña, su segundo triunfo, y vuelve a ser líder

Chris Horner celebra la victoria.
Chris Horner celebra la victoria. JOSE JORDAN (AFP)

Era un día raro, tan raro que la carrera comenzó antes de comenzar. Comenzó fuera de la carretera cuando se conoció que Fernando Alonso compraba el Euskaltel y se lo llevaba a Asturias. En cada Vuelta a España hay noticias ajenas que se cruzan por el camino y alteran el biorritmo de la prueba. En esta ocasión era una buena noticia que corrió como una liebre cruzando la meta delante del pelotón, alegrando la cara de los ciclistas naranjasy abriendo los ojos de los ciclistas de otros colores. Y tanto se alteró el biorritmo que la carrera seguía comenzando sin comenzar porque en la salida neutralizada, el paseíllo de los toreros ante el gran público, se produjo una caída que afectó a varios ciclistas y poco a poco fue retirando a muchos de los afectados (De Clerq, Boivin, Losada, Markus). Las cuentas del rosario eran largas, de novena completa. Y como la carrera comenzaba fuera de la carrera, afuera se fueron Feen y De Gent, también caídos en el paseíllo por remolque prolongado.

Sí, era un día raro, como lo son la mayoría de los días que preceden a las jornadas de descanso. Y lo era porque la carrera por primera vez afrontaba una etapa con dos puertos de montaña, ambos duros. Una etapa exigente pero con la vista puesta en la bañera del hotel y un poco de asueto, entrenamientos aparte. Monachil y Hazallanas (inédito en la Vuelta) cerraban un primer tramo de Vuelta en el que son más los damnificados que los beneficiados (aunque que le quiten lo bailao a los ganadores de etapas y a los líderes momentáneos).

Cuando la carrera entró en carrera ya fue otra cosa. Acabadas las caídas, las expulsiones, los abandonos, las fugas de rigor fueron muriendo como mariposas cuando Monachil dictaminó su primera sentencia. No eran sentencias de muerte, pero su dureza empezaba a afectar a las piernas, a los pulmones y a la cabeza. En un día raro, no era raro ver ese pelotón roto, alargado, con fugados que caían, fugados que prometían, grupitos separados por coches y motos, desfallecimientos y resurrecciones.

La clasificación ya ha elegido a sus favoritos, aunque no el orden definitivo. El líder real y moral es Horner

Lo intentó Marczynski, un polaco que vive en Ganada que hizo un descenso bellísimo, con conocimiento de causa, porque era un descenso peligroso con demasiadas sorpresas por el camino hasta acceder el pie del puerto donde comenzaba la batalla final. Y ahí se esperaba a los más grandes, pero el más grande era el viejo, el veterano Horner, el hippie que ya ganó la tercera etapa y que esta vez demostró que 41 años no es nada, que la edad, al parecer, es un asunto burocrático del DNI. El viejo hizo cinco kilómetros extraordinarios en un puerto de mucha dureza. Su ataque fue largo y explosivo, cuando ya la carrera había dejado a los favoritos en su sitio y al resto detrás. A Horner no le pudieron seguir.

Por detrás era tiempo de flaquezas y ambiciones. Samuel Sánchez y Mikel Nieve cayeron pronto. Dani Moreno también sucumbió a las rampas de Hazallanas, un puerto que exigía la potencia de los bazokas más que la explosividad de la pólvora. Y Dani es más explosivo que potente.

El mano a mano estaba entre Nibali, Purito, Valverde, Basso, Roche e Inot. Los italianos eran los poderosos, los españoles se limitaban a aguantar con dificultad, al francés Pinot se le veía suelto y el británico Roche sabía que su misión era formar parte de la resistencia. Horner paseaba su veteranía con la juventud de los debutantes y por detrás Nibali decidió no ya ganar la etapa sino hurgar en la herida de sus rivales con un ataque potente que reclamaba su jerarquía. Basso no quiso o no pudo seguir y el resto no podía aunque quisiera. Nibali, flacucho en etapas anteriores, sacó su musculatura a pasear.

La clasificación ya ha elegido a sus favoritos, aunque no el orden definitivo. El líder real y moral es Horner: “No soy el escalador más fuerte, pero sí estoy entre los más fuertes”. El abuelo no miente. Y es un buen contrarrelojista. Sí, está fuerte.

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