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Salida del mar y 11 llegadas en alto

La nueva edición de la Vuelta a España solo tendrá seis etapas llanas y los primeros puertos aparecerán desde la segunda etapa

El Euskaltel, que desaparecerá a final de año, en la presentación.
El Euskaltel, que desaparecerá a final de año, en la presentación.Javier Lizón (EFE)

La Vuelta de 2013, con los avatares sufridos por el ciclismo en el último año (como cada año desde hace años), tenía que tener 13 llegadas en alto, pero tiene 11. Tenía que ser así, porque cuando la ciencia se encrespa y se pone testaruda, crecen las ciencias ocultas, aunque hace tiempo que la Vuelta apostó por los finales explosivos, las transiciones largas con paredes cortas que enganchan al espectador aficionado al sufrimiento. De hecho, ya en la jornada del domingo para desayunar, sin estirar las piernas, la segunda etapa acaba en el Alto Do Monte da Groba, que más que por su dureza destaca por su prontitud. Está claro que quien quiera ganar la Vuelta no podrá dormir ningún día y los sprinters (Gerrans, Farrar, Clarke) no podrán dormir tranquilos con solo seis etapas llanas, esas llamadas a los antiguos denominados esforzados de la ruta que en su empeño por buscar la escapada rompen la siesta de los equipos de los velocistas (Garmin, Orica o Argos-Shimano).

De las llegadas en alto, de distinta magnitud, destaca sobre todo L’Angliru en la penúltima etapa antes del paseíllo por Madrid

11 llegadas en alto, de distinta magnitud entre las que destacan las de Hazallanas (Granada), Valdepeñas de Jaén (corta y explosiva), Andorra (Collado de la Gallina y Peyragudes), Formigal, o Peña Cabarga (rompepiernas), Naranco y, sobre todo, L’Angliru en la penúltima etapa antes del paseíllo por Madrid.

Hay donde elegir: longitud, desniveles, tránsitos más o menos violentos, paredes o puertos constantes de los que te vencen por aburrimiento, quizás puertos que no prometen distancias siderales entre los que van bien pero sí abismos oscuros para los que ese día van mal. Son puertos para Nibali, el italiano que nunca dio el salto a Francia (fue 3º en el Tour el año pasado) y prefirió las glorias locales a los faisanes franceses.

Dos etapas contra el crono, una la apertura en Sanxenxo, por equipos, y otra más a mitad de carrera, individual, en Tarazona de 38,8 kilómetros, no parecen argumentos suficientes para romper la carrera, sino apuntes de gloria para Canecellara o Tony Martin. La Vuelta, que hoy sábado saldrá desde el mar, sujetada por una batea de mejillones en Vilanova de Arousa, y corriendo por una pista de cristal encima del mar, con los moluscos durmiendo el sueño de los justos, dará el primer líder que cederá el maillot rojo al día siguiente. Todo indica que ese maillot durante la primera semana será más cambiante que las mareas.

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