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Ancelotti y Zidane, justicia y paz

El técnico italiano y su ayudante son los artífices del sosiego del vestuario del Madrid tras la salida de Mourinho

Diego Torres
Ancelotti y Zidane asisten al entrenamiento del Madrid ayer.
Ancelotti y Zidane asisten al entrenamiento del Madrid ayer.álvaro garcía

Parecen remotos esos días de primavera, como aquel 7 de mayo en el que una caterva de ultras se apostó frente al hotel Sheraton Mirasierra para idolatrar a José Mourinho con pancartas (Mou, te queremos) e insultar a los jugadores, especialmente al capitán, a grandes voces:

—¡Casillas! ¡Deja de filtrar y vete a tomar por culo!

Las políticas de comunicación autorreferenciales, los grupúsculos de influencia alrededor de intereses mercantiles del momento, normalmente relacionados con el agente Jorge Mendes, y el régimen castrense que promovió Mourinho, han dado paso este verano a una convivencia regida por aquella vieja ley que dice que el fútbol es de los futbolistas. Los responsables del cambio son dos tipos chapados a la antigua. Dos exjugadores que, casualmente, han coincidido en la misma empresa: Ancelotti y Zidane.

Zinedine Zidane no pudo resistirse a la llamada del presidente, Florentino Pérez, cuando le propuso incorporarse al Madrid para que la afición recuperase un símbolo de su pasado más noble. Corrían los meses turbulentos de la última primavera y el deterioro de la imagen institucional era preocupante. El presidente quería que asumiera el cargo de director general deportivo. Esperaba se responsabilizara de los fichajes, en especial de los más controvertidos. Zidane sospechó que le ofrecerían un cargo hueco, sin poder ejecutivo, y, para asombro del presidente, le dijo que él podía ser más útil a pie de campo. El viejo astro francés debió pensar que los despachos del Bernabéu no necesitaban regenerarse tanto como el vestuario de Valdebebas, incendiado al paso de Mourinho.

Probablemente nunca en la historia del fútbol un entrenador descargó más rabia contra sus propios futbolistas como Mourinho en la temporada 2012-13. Las críticas públicas contra los jugadores se hicieron sistemáticas y una red de amigos propagandistas se encargó de amplificarlas desde distintos sectores mediáticos. La escalada acabó con ultras sur, el grupo más fanático de hinchas madridistas, enviando esbirros a las puertas del estadio y al hotel de concentración para increpar a los jugadores, y en particular a Casillas, el capitán, señalado por Mourinho en sus conferencias de prensa. Durante muchos días, para grandes sectores de la hinchada los jugadores se convirtieron en sospechosos.

La plantilla necesita a Ancelotti para conjurar el pasado ante la afición

Es imposible comprender los sentimientos de adhesión que inspira Ancelotti entre los jugadores del Madrid sin mirar al pasado reciente. Carletto, como lo llaman, sabe lo que siente un futbolista con el orgullo herido. Lo entiende porque él mismo fue un excelente jugador. Su cultura campesina le hace repudiar concepciones futuristas histéricas de un oficio que entiende como un trabajo casi judicial. Siente que fracasa si no prevé justicia para los profesionales. Ancelotti parece ingenuo pero sobrevivió con éxito al roce con Moggi, Berlusconi, Abramovich y Al Khelaifi, y logró que sus vestuarios fueran más pacíficos que su entorno. Ahora la plantilla del Madrid siente que le necesita para conjurar el pasado. Los jugadores quieren demostrar que se pueden dar más satisfacciones a la afición aplicando métodos menos traumáticos.

Elegido por Florentino Pérez, Ancelotti llegó a Madrid con Paul Clement como ayudante de campo. El presidente, por imperativo del francés, le impuso a Zidane. Ahora Carletto tiene dos ayudantes de campo. Dicen que Clement sigue dirigiendo los entrenamientos pero que Zidane no se siente desplazado. El francés parece contento. Se siente en familia. Entre futbolistas, veteranos y en activo, aprendiendo el oficio de entrenar. Ancelotti, que tiene tacto, ha sabido incorporarle. Su presencia agrada a los jugadores. Hace que se sientan un poco más comprendidos. Donde antes vislumbraban amenazas ahora ven afinidades.

Zidane pidió al club que dejara de filtrar que recomendó los fichajes de Bale o Isco

Hace semanas Zidane se quejó al club porque no dejaba de ver su nombre en los periódicos y sospechaba que algún dirigente estaba contando falsedades sobre su nuevo cometido. Observó que los medios le atribuían informes favorables a Bale lo mismo que la autoría intelectual del fichaje de Isco. Le pareció que, ya que había renunciado a ser director deportivo, lo más conveniente era que los jugadores no pensaran que él, como otros entrenadores de tiempos más funestos, establecería jerarquías preconcebidas. ¿Cómo podría trabajar a diario con Özil, Kaká o Modric si ellos piensan que su protegido es Isco?

Paradigma del buen profesional, Cristiano Ronaldo siempre se mostró comedido con sus entrenadores. El miércoles, tras el amistoso que enfrentó a Holanda y Portugal, el goleador fue todo lo expresivo que le permitió el protocolo cuando le preguntaron por Mourinho: “No voy a mencionar el nombre de esa persona, no vale la pena”.

Cristiano, como casi todos sus compañeros, se sienten hartos con solo recordar la etapa que se cerró en mayo. Cruzan los dedos por un futuro tranquilo.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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