Y un Ventoux para Nairo
“Estoy preparado para ser el líder del Movistar”, dice antes de afrontar la mítica ascensión el debutante escalador colombiano, que aspira a alcanzar el podio
La noche que siguió a lo de Saint Amand Montrond fue una de asambleas y de reforzamiento de la moral colectiva, en hoteles pequeños en pleno campo del centro de Francia rodeados de los bosques de robles del Allier, de donde salen tan buenas barricas para el vino y en las noches de invierno vuelan las fantasías negras. Los equipos ganadores, los Saxo de Contador y los Belkin de Mollema, celebraron, festejaron, se declararon únicos, los más fuertes, felices, y proclamaron que el futuro era suyo, y, llevados por la fuerza sin par del optimismo, añadieron, el futuro empieza el domingo, en las pendientes ásperas y desnudas del Mont Ventoux, donde todos los vientos. Y resumieron para alimentarse más aún: “¿No os habéis dado cuenta de que Froome el líder tan hermoso de amarillo está triste?”.
Los que perdieron también hablaron. Los Sky de Froome lamentaron el error táctico que había permitido a los Saxo cortarles en abanico y sacarles un segundo, y a Contador volver a entrar en carrera, pero también temporizaron, concedieron que más les había valido no volverse locos y darse un calentón que quizás habría convertido en dos o tres minutos la pérdida de uno —“Froome solo tiene que pedalear fuerte para atacar, nunca para defender: ¡a por el Ventoux!”—, y también se conjuraron para que los demás vieran que sí son equipo, que hay equipo, que en el cielo luce el sol, y calienta lo suyo.
Solo en el Movistar, los más derrotados pues Valverde perdió el Tour, no se conformaron con solo constatar lo obvio.
Pasadas las 10 de la noche y terminada la cena en el Campanile de Moulins, José Luis Arrieta convocó a sus chicos: el colacao lo tomamos hoy todos juntos en el autobús.
Apenas habían pasado cinco horas desde que sus chicos, el equipo Movistar, hubieran pasado uno de sus peores días en la carretera, entre abanicos, averías, gritos y Valverde derrotado. Allí, en la oscuridad del autobús, y después de repasar lo acaecido, después de asumir los errores cometidos —“cambié de rueda y no de bici tras la avería”, dijo Valverde, “porque los dos compañeros con bici de mi talla, Amador y Rojas, estaban delante, y la bici de Castroviejo es pequeña, por eso le cogí solo la rueda: son decisiones que se toman y ya está”—, después de que Arrieta les recordara que hay que mantener la rabia pero dentro de una nevera, en frío, para no dejar que la sangre caliente les hiciera cometer más errores, y después de que todos estuvieran de acuerdo en que había que buscar un nuevo objetivo que a la vez les motivara, les ilusionara y mantuviera plena la fuerza del colectivo, les comunicó que Nairo Quintana, el joven debutante colombiano, el único que se había mantenido junto a Froome toda la etapa aciaga, sería el nuevo líder del equipo, y que el objetivo era el podio (y una etapa también, por lo menos). “Ya no habrá que pararle, como en los Pirineos”, dijo Arrieta.
“No le teme a nadie y nunca le pesará hacer perder”, dice el técnico que le llevó a ganar el Tour del Povernir
Todos estuvieron de acuerdo, y más que ninguno Quintana, de 23 años, quien dio un paso adelante y declaró: “Estoy preparado para asumir el liderato del equipo. Espero no fallar”. Lo dijo con la misma seguridad, seriedad y formalidad con la que, hace tres años, recién comenzado el Tour del Porvenir en el que se dio a conocer en Europa, le dijo a su director en voz baja: “Coach, yo esta carrera me la gano”; con la misma firmeza con la que lideró al equipo para ganar la Vuelta al País Vasco.
El podio del Tour es para Nairo tres minutos y cinco rivales, y para ello, montañas a su gusto, el Ventoux, el Alpe d'Huez dos veces, el Glandon y la Madeleine, el Semnoz…
“Que no se deje engañar nadie por Quintana, por sus aires callados y como tímidos”, cuenta Luis Fernando Saldarriaga, el entrenador que lo educó en Colombia y le llevó a ganar el Tour del Porvenir. “Quintana siempre aprovecha al máximo su humildad para esconder sus capacidades: es su modo de actuar. Es un definidor, un ganador que no le teme a nadie y al que nunca le pesará hacer perder a otros con un ataque suyo”. Prueba de ese carácter fuerte lo tienen ya sus colegas del pelotón, que ven asombrados cómo pese a su 1,65 y sus apenas 56 kilos defiende su posición en el llano, siempre que puede en cabeza, y no deja que nadie le eche con una ferocidad que asusta y que Froome admira.
“Este puerto lo ataco desde abajo y me voy solo”, le confió a un auxiliar al ver la subida
La primera vez que tuvo el Ventoux ante él, dos días antes del comienzo del Tour, la víspera de navegar a Córcega recién llegado de los 3.000 metros de Cómbita, su pueblo en el altiplano, Quintana, poco dado a dejarse impresionar dijo al auxiliar del Movistar que le acompañó: “Bah, este puerto lo ataco desde abajo y me voy solo”. Y el auxiliar, que es francés y sabe de qué habla, le respondió: “Cuidado, que arriba sopla el viento, y cuando sales del bosque parece que no sube, pero los últimos kilómetros entre las piedras blancas se te harán interminables…”. Soplaba el viento, en efecto, y el alegremente valiente Nairo, jadeando en la cima, tuvo que convenir que sí, que era más de lo que parecía. “Es una subida dura, de las que me gustan”, dijo. “Y llega tras 220 kilómetros de plano que pueden ser terribles para las piernas…”. Y sus piernas pueden ser terribles para los rivales.
Aunque en estos tiempos de hipervatiajes y maquinarias de asombrosas cilindradas, los números de Quintana no asustan —350 vatios, y consumo de oxígeno 78,8—, su escaso peso, un pajarito, le permite una relación peso-potencia de 6,2 vatios, que pocos pueden mantener en la montaña. “Pero lo fundamental en él”, prosigue Saldarriaga, “es que sube de pie sobre los pedales el tiempo que dura su ataque letal, y lo sostiene, porque esa condición se le inculcó, la de un acechador sentado como los leones con hambre y agresivos, y explosivo con potencias de más de 500 vatios al atacar la presa”.
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