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Jesús Ibarzo, pionero de la escalada de dificultad

El veterano alpinista fallece en accidente durante una ascensión en los Mallos de Riglos

Jesús Ibarzo (izquierda) junto a Ursi Abajo, en los Mallos de Riglos.
Jesús Ibarzo (izquierda) junto a Ursi Abajo, en los Mallos de Riglos.

Alberto Rabadá y Ernesto Navarro fallecieron en la cara norte del Eiger en 1963, atados el uno al otro, una cordada tan breve como fulgurante y acertadamente mitificada, autora de impresionantes nuevas vías de escalada en paredes tan señaladas como la cara oeste del Naranjo de Bulnes o en las incomparables peñas de Riglos (Huesca). El eco de la pareja aragonesa, sin embargo, dejó un tanto a la sombra a herederos de la talla de Ursicinio Abajo y Jesús Ibarzo, una cordada de referencia para el alpinismo español, unida durante medio siglo y rota el pasado martes con la muerte de Ibarzo. Nacido en Zaragoza hace 67 años, Ibarzo falleció al sufrir una caída mientras escalaba la vía Pany-Haus en Riglos acompañado por Ursi, de 72 años. Ironías del destino, Ursi supo que su vida seguiría una senda vertical tras escalar con 17 años de edad la misma vía en la que vio morir más de 60 años después a su amigo y también cuñado, Ibarzo. Los martes se escalaba en Riglos, liturgia a la que Ibarzo se aferraba con ilusión, aún en excelente estado de forma, bulímico, como lo demuestra el hecho de que el pasado sábado escalase en la pirenaica Peña Telera.

Ambos escaladores dieron un paso al frente al desaparecer Rabadá y Navarro, y como estos, crecieron experimentando en Riglos, en su conglomerado único, para consolidarse como una cordada eterna y brillante. Aseguran que hay divorcios mucho menos traumáticos que la ruptura de una pareja de escaladores. Hay cordadas tan sólidas como los mejores matrimonios, dos voluntades unidas por una pasión, hilo conductor de dos existencias que caminan paralelas. Antes, las cordadas eran para toda la vida. O eso se pretendía. Ahora (pero no siempre) son mucho más permutables, etéreas, oportunistas y a menudo alejadas de la fidelidad y el compromiso que hace del alpinismo algo más que una mera actividad física.

Riglos, un lugar mágico objeto de culto para escaladores de todo el mundo, fue a mediados del siglo pasado el jardín de los escaladores aragoneses y catalanes, principalmente, un terreno de juego salvaje hoy día domado. Ibarzo y Ursi estrenaron aquí en 1965 vías de referencia como la Carnavalada o el Espolón Adamelo, ambas clásicas del Mallo Pisón. Con todo, los pirineístas más exhaustivos recuerdan la primera ascensión invernal a la cara norte del Pitón Carré, en el macizo del Vignemale, en el Pirineo francés, como la gran aventura de Ibarzo y Ursi. Fue en enero de 1967, y el propio Ursi señala esta ascensión como el referente en la trayectoria montañera de la cordada. En el refugio de Respomuso, gestionado durante años por Ursi, cuelga todavía de una de sus paredes una imagen de la cautivadora cara norte del Pitón Carré, junto a un casco de la época en el que pueden leerse la fecha y el nombre de la cordada Ursi-Ibarzo.

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