Pulso mantenido
La etapa no la ganó Sagan, la ganó todo el Cannondale, que condujo a su figura hasta el final
La tierra para el que la trabaja, recuerdo que escribí hace unos años tras una victoria de Petacchi en la Vuelta, en la que su equipo, el Fassa Bortolo entonces, había realizado un trabajo inconmensurable. Este jueves, viendo la etapa, pensé lo mismo, esta vez aún con mayor motivo.
Saben bien los hombres de campo que una granizada puede echar por tierra, nunca mejor dicho, el trabajo de todo un año. Esta vez el trabajo era el de un día, y la granizada tenía un nombre extraño, Degenkolb –que finalmente fue segundo-. Pero fue un granizo débil, de esos que asustan en primera instancia pero que luego resultan ser una falsa alarma.
El incombustible Voigt, el más veterano del pelotón y curtido en mil batallas –más por actitud que por veteranía-, debió quedarse asombrado cuando supo la que se estaba gestando por detrás cuando comenzaron a ascender el puerto de segunda, faltando aún 115 kms de etapa. Circulaba escapado con Kadri con más de 4 minutos de ventaja cuando la táctica planificada en la pizarra por el Cannondale comenzó a causar estragos a cola de pelotón.
La carrera se transformó en un pulso entre tres corredores: Sagan, Greipel y Cavendish. Y el pulso lo realizaban sus equipos respectivos, mientras los tres involucrados bastante tenían con aguantar la rueda de sus compañeros. El resto de pelotón se transformó en una comparsa manejada al ritmo de esta circunstancia.
“Mis compañeros son capaces de darme más de lo que me imagino”, dijo Sagan tras ganar la etapa.
Por lo alto del puerto, tras el ritmo de tortura impuesto por los hombres de verde, circulaba Greipel en un segundo grupo y Cavendish en un tercero, ambos bien arropados por sus compañeros. El pulso llegaba a su momento culminante unos kilómetros más tarde, cuando estos dos segundos grupos retrasados se fusionaron y aunaron fuerzas en la persecución. Ayudados, además, por otro invitado a la fiesta, el Argos de Kittel -actor secundario que no obstante ganó la primera etapa-, que a pesar de colaborar en la caza contaba con un plan B –Degenkolb- en el grupo de unos 100 corredores que circulaba al comando.
Pero al llegar al sprint intermedio, ganado cómo no por Sagan, el pulso pareció llegar a su fin con la rendición en forma de parón del Cannondale. Demasiado esfuerzo para tan poco resultado. Pero luego explicó Sagan: “Les dije que se tomasen un respiro porque ya entrarían otros equipos a trabajar”. ¿Qué equipos?, ¿a trabajar?... ninguno.
Entraron al trabajo varios equipos, sí, pero al trabajo del ataque. Radioshack, Euskaltel y Europcar fueron los que trabajaron una nueva fuga con un Bakelants especialmente activo, con la moral por las nubes tras su victoria en Córcega. El Orica del líder Impey, mientras tanto, permanecía atento, de espectador de lujo de ese pulso mantenido que le aliviaba de trabajo.
A falta de 40 kilómetros el pulso llegó a su fin cuando los integrantes del grupo trasero “entregaron la cuchara”. El pulso, sí, pero al Cannondale aún le quedaba tarea. “Mis compañeros son capaces de darme más de lo que me imagino”, dijo Sagan tras ganar la etapa. Así fue, consiguieron controlar el grupo hasta el final, reservando incluso un hombre para lanzar a su figura en los metros finales.
No ganó Sagan, ganó el Cannondale. Sagan aparece en las fotos señalando el nombre de la casa comercial que aparece en su maillot verde, un nombre que simboliza un equipo. Un gesto simbólico que pocas veces tiene tanto de cierto.
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