La terapia de Nole
Djokovic intenta evitar que la decepción de Roland Garros le persiga en Wimbledon, como en 2012
La noche del 7 de junio, Novak Djokovic se encerró en su habitación con un DVD. Estaba en París y quería ver la jugada que le costó la derrota ante Rafael Nadal en las semifinales de Roland Garros: en una bola decisiva, tocó la red y el juez de silla le quitó el punto. En consecuencia, ayer, cuando se deshizo 6-3, 7-5 y 6-4 del alemán Mayer en primera ronda de Wimbledon, el serbio afrontó un desafío terrible. Olvidar esa pelota, fundamental en que no pudiera luchar por el único grande que le falta. Hacer borrón y cuenta nueva para que no le ocurra como en 2012, cuando cedió en la final de París y arrastró el sinsabor por Wimbledon (semifinalista) y los Juegos (cuarto), donde acabó serrando todas sus raquetas. En Londres busca un nuevo inicio.
“He intentado recargar mis baterías mental, física y emocionalmente”, explicó el número uno. “Puse mucho esfuerzo y energía en ganar Roland Garros. No ocurrió”, añadió. “Necesité unos días para relajarme, liberarme del estrés y de todas las cosas que me han pasado. Metafóricamente, digamos que he intentado pasar página mentalmente, pasar a lo siguiente”, cerró. Para pasar esa página dolorosa, Djokovic, que no disputó ningún torneo de preparación sobre césped, lo fio todo a su personalidad extrovertida. Nada más llegar a Londres, se ganó a los adolescentes que cuidan de las pistas de entrenamiento: igual que si fuera uno más, corrió tirando de las cintas que lanzan o recogen las lonas que cubren las pistas en caso de lluvia. Luego, celebró en un céntrico restaurante de menú español el cumpleaños de un amigo. Finalmente, el sorteo, que le aseguró no verse hasta la final con Murray, Federer o Nadal (luego eliminado en primera ronda), acabó por despejar su mente: Wimbledon está a tiro.
Al mismo problema, cómo superar un sinsabor, se enfrenta David Ferrer. El alicantino, que ayer eliminó 6-1, 4-6, 7-5 y 6-2 al argentino Alund, llegó a Londres después de perder su primera final grande (Roland Garros) con 31 años. Las huellas del partido decisivo emborronaron su partitura al siguiente torneo (derrota a la primera en s’Hertogenbosh, donde defendía el título), pero no ayer en Londres. Es especialista en superar situaciones amargas: por ejemplo, cuando cedió la final del Masters 1000 de Miami tras tener punto de partido, reaccionó alcanzando la final de Roland Garros. “Hay que mirar hacia adelante”, dijo. “Después de París, paré el lunes y el martes ya me entrenaba. No he descansado. Sé que necesito mejorar. Tengo confianza en que puedo hacerlo”. El alicantino puede salir de Londres como el número tres. Como dijo Serena Williams, ganadora de Minella por 6-1 y 6-3: “La presión es el privilegio de los favoritos”.
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