“Me imagino entrenando aquí”
‘Der Spiegel’ cuenta que fue Pep Guardiola quien dio el primer paso para ir al Bayern y cómo se gestó durante meses de reuniones y llamadas su llegada a Múnich
El 26 de julio de 2011, Karl-Heinz Rummenigge y Uli Hoeness están sentados en una mesa del restaurante VIP del Allianz Arena cuando entra en el local un hombre con la cabeza pelada y se sienta en una mesa situada en un extremo. Está solo. Cuando se dan cuenta de quién se trata, Rummenigge se levanta y saluda a Pep Guardiola. “¿Puedo hablar un momento con vosotros?”, pregunta Guardiola. Rummenigge hace una seña a Hoeness. Piden tres espressos. En aquel momento, Rummenigge y Hoeness no tienen la menor idea de lo que pretende Guardiola, pero claro que quieren hablar con él.
Pep Guardiola, que ha viajado a Múnich con el Barça para participar en el torneo de una empresa patrocinadora, Audi, comenta que le gusta el Bayern. Por la mañana ha visitado las instalaciones del club en la Säbener Strasse y ahora el Allianz Arena. “Vuestra filosofía es muy interesante”, comenta. Y a continuación pronuncia una frase que Rummenigge y Hoeness no se esperaban: “Puedo imaginarme entrenando algún día aquí”.
“Era una declaración inequívoca procedente directamente de él”, comenta Rummenigge. De él, de Guardiola. Él fue quien dio el primer paso hacia el Bayern y no al revés. Todavía hoy, al rememorar aquel día en una sala de las oficinas del club, Rummenigge parece perplejo. Sacude la cabeza. “No sé si en aquel momento me habría atrevido a preguntarle: ¿puedes imaginarte también entrenando al Bayern de Múnich?”. Al despedirse, Guardiola entrega a Rummenigge una nota con su número de móvil. Este la guarda y la pone a buen recaudo. Sabe que tiene un pequeño tesoro en las manos.
Durante una visita con el Barça en 2011, a Pep le encantó la organización del equipo alemán
“¿La verdad? Me sorprendió que Pep me llamara y me dijese: ‘Le he dado mi número de teléfono a Karl-Heinz Rummenigge en Múnich, creo que me llamará”. El hombre que habla así del episodio del Allianz Arena se llama Pere Guardiola. Es el hermano pequeño de Pep y su principal asesor. Se parece a su hermano, quizá sea un poco más bajo, pero tiene la misma voz agradable, el mismo tono cantarín catalán. Pere está sentado en una sala de juntas en el piso 14º de un rascacielos del este de Barcelona. Es el gerente de Media Base Sports, una agencia fundada en 2009 que trabaja sobre todo con jugadores del Barça. Ha negociado el contrato con el Bayern en nombre de su hermano. Un “bonito contrato”, según sus propias palabras. Ocho, nueve páginas, precisas, “en cierto modo muy alemán”.
Cuando vuelve de Múnich, Pep cuenta a su hermano que no solo le gustan las instalaciones de entrenamiento y el estadio nuevo. Guardiola también se muestra impresionado por la plantilla, que está estructurada muy inteligentemente y, con “dos o tres pequeñas correcciones”, encierra un potencial increíble.
Pere sabe que a su hermano le gustan los equipos tradicionales. El Ajax de Ámsterdam, el Juventus de Turín, el Manchester United, el Bayern. En Alemania puede que el Bayern sea sinónimo de ingentes sumas de dinero, pero en el extranjero remite más bien a su pasado glorioso en la década de 1970. Pere explica que su hermano es justamente un “romántico”, y la “tradición, la historia, los héroes del pasado, ese tipo de cosas” significan mucho para él. Antes de convertirse en agente de futbolistas, Pere trabajó para Nike. “Ese tipo de cosas” no le parecen tan importantes. No es un romántico. Es alguien que desde el verano pasado ha tenido que relacionarse con las grandes fortunas del fútbol mundial. Ha sido asediado por enviados de Inter, Chelsea, City, PSG, Milan... todos querían a Guardiola.
“Vuestra filosofía es muy interesante”, le dijo a Karl-Heinz Rumenigge, y le dio su número de teléfono
“Llamé por teléfono a Giovanni y le puse tras la pista del Bayern”, explica Pere. Giovanni Branchini es uno de los agentes futbolísticos más famosos de Italia, un antiguo conocido de Hoeness y Rummenigge. Se le considera discreto y profesional. Llevó al brasileño Ronaldo al Barcelona y más tarde al Inter de Milán. “No debía parecer que nos estábamos ofreciendo al Bayern. Mi hermano solo quería estar seguro de que entendían que el Bayern le parece un equipo interesante”, explica Pere. Branchini debía organizar una reunión.
En otoño de 2011, después un partido de la Champions contra el Bate Borissov, Guardiola mencionó delante del presidente Sandro Rosell que quizá no llegara a renovar. La noticia causó una verdadera conmoción en los despachos de la dirección azulgrana.
El 13 de enero de 2012 Uli Hoeness celebró a posteriori su 60º cumpleaños en el Postpalast de Múnich. Entre los 475 invitados se encontraba Giovanni Branchini, el agente. El mediador. Se sentó junto a Rummenigge y le comunicó lo que le había encargado el hermano de Guardiola. Lo dicho en la Audi Cup seguía en pie. Tras este encuentro, Rummenigge telefonea periódicamente a Guardiola. A finales de abril de 2012, el técnico declara que va a dejar el Barça. Acto seguido Pere empieza a recibir llamadas diarias de agentes de otros clubes de primera fila, pero delante de él Pep solo habla del Bayern.
Pere tiene la vista puesta en la Premier, quiere hacer apetecibles a su hermano las ventajas de los “muy serios ingleses”. La oferta del Manchester City resulta especialmente interesante. El equipo envía a Txiki Begiristain, antiguo director deportivo en el Barça. Él sabe que no se consigue a Guardiola con dinero. En todo caso, no solo con dinero. Hablan de un “proyecto” y de 150 millones que se pueden invertir en nuevos jugadores. Quizá incluso más.
Pero Pep sigue con su fijación por Múnich. Encarga a Branchini que comunique a Rummenigge desde Italia que, después de un año de pausa en Nueva York, quiere volver a trabajar sin falta como entrenador. Y que podrían hablar alguna vez. Rummenigge pregunta si tiene sentido encontrarse con Guardiola antes de que vuele a Estados Unidos. “Hazlo”, responde Branchini.
Hoeness viajó a Nueva York y tuvo un encuentro secreto con el entrenador
En julio de 2012, Rummenigge vuela a Barcelona. Pere Guardiola lo recoge en el aeropuerto. Van a casa de un amigo fuera de la ciudad. Allí pasan juntos casi seis horas. Pep Guardiola trata de transmitir a Rummenigge sus opiniones sobre el fútbol y Rummenigge intenta explicar cómo funciona el Bayern. El presidente de la junta directiva de los muniqueses dice que el equipo celebra la mitad de sus sesiones de entrenamiento en público, cosa más bien inusual en el panorama internacional. Guardiola tendría que acostumbrarse a eso. Pep puntualiza a su vez que no concede entrevistas individuales, sino solo ruedas de prensa. Rummenigge quiere saber si Guardiola piensa traer consigo a toda una plantilla de su propia gente, co-entrenadores y especialistas, como hizo van Gaal. No, responde Guardiola, dice que solo necesita tres empleados propios y el resto le da igual: “Si tenéis buena gente, trabajaré con ellos”.
A principios de noviembre, Rummenigge recibe una llamada desde Nueva York. “Quiero entrenar el Bayern”.
Guardiola coge de inmediato una profesora de alemán en Nueva York, que deberá comprometerse a no hablar con la prensa. “Lo hizo como todo, de un modo obsesivo. Cuatro horas al día, como un loco”, afirma Pere. Pocos meses después, hacia Pascua, Guardiola pasa seis días en Barcelona. Contrata a un profesor que le acompaña todo el tiempo. “Es absurdo. Quedas con tu hermano para almorzar y él no para de hablar en alemán con su profesor”. Pere Guardiola asegura que Pep no tardó en poder hablar en alemán: “Hay que ser muy terco para conseguir eso”.
En las semanas previas a Navidad, Hoeness vuela a Nueva York para conocer a Guardiola y aprovecha la ocasión para presentarle el contrato. Su encuentro tiene que ser un secreto. Pep Guardiola manda recoger a Hoeness en un coche con paneles oscurecidos en el neoyorkino hotel Four Seasons. Junto con dos guardaespaldas y el hermano de Guardiola, Hoeness atraviesa Manhattan antes de entrar en un aparcamiento subterráneo. El apartamento de Guardiola, en el 320 de Central Park West, tiene ascensor privado y cuatro dormitorios y pertenece a un ejecutivo de la banca alemana. Su alquiler cuesta 31.000 dólares al mes.
Guardiola estudia alemán cuatro horas al día, “como un loco”, según su explica su hermano Pere
Hoeness se queda allí cuatro horas. Cocina Cristina, la esposa de Guardiola y, después de comer, el entrenador le muestra al presidente en su portátil posibles sistemas de juego y alineaciones del Bayern para la siguiente temporada. En Nueva York ha visto por televisión todo tipo de partidos del Bayern. Y está convencido de que es el próximo equipo capaz de enfrentarse al Barcelona.
¿Puede Guardiola marcar nuevamente una era con el Bayern como ya hizo con el Barcelona?
La verdadera naturaleza de una persona se pone de manifiesto en la derrota. Visto así, prácticamente nadie puede decir quién es realmente Guardiola… porque todavía no ha fracasado. Podría ocurrir en Múnich; Guardiola podría perder… contra sí mismo.
© 2013 Der Spiegel
Distribuido por The New York Times Syndicate
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