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ROLAND GARROS | TERCERA RONDA

Un Nadal de claroscuros

El español domina 7-6, 6-4 y 6-4 a Fognini y llega a octavos, donde le espera Nishikori

Juan José Mateo
Nadal recupera una pelota ante Fognini.
Nadal recupera una pelota ante Fognini. KENZO TRIBOUILLARD (AFP)

Fabio Fognini vende cara su derrota: cuando Rafael Nadal le descabalga 7-6, 6-4 y 6-4 en tercera ronda de Roland Garros, el número 29 mundial sabe que se adelantó dos veces con break en la primera manga, por la que llegó a sacar; que salvó cinco bolas de set en ese parcial; que le negó once pelotas de rotura a lo largo del encuentro a su contrario; que del 1-5 de la tercera manga escaló al 4-5; y que si no salió vencedor es porque un Nadal gris sigue siendo mucho Nadal sobre tierra. Competitivo siempre, el número cuatro mundial fue arreglando los problemas en los que se había metido él mismo, mayormente con sus errores no forzados de derecha, y celebró con victoria la penúltima parada del maratón al que le ha obligado el parón por la lluvia del jueves: si el lunes vence a Kei Nishikori, Nadal habrá ganado tres partidos en cuatro días para estar en cuartos.

Durante el duelo de tercera ronda, Fognini pelea desde el talento. Tenista de gran coordinación y fluidez, ataca cada pelota con una sencillez sorprendente, la reservada a los nacidos para jugar con raqueta. No importa su estatura (1,78m) ni su peso (74 kilos). Fuerte como un roble, saca bien y tiene mano para el contraataque y la defensa. A Nadal le cuesta desbordarle. Fognini llega a recuperarle espectacularmente una pelota en el tie-break, abriéndose de piernas, de espaldas a la red y en carrera, un imposible (acaba perdiendo el punto). Sin embargo, solo Novak Djokovic puede intentar ganar al español desde el ritmo. Como el serbio, el italiano termina muchos de sus golpes con un revés cruzado, atacando la derecha de Nadal, ahí donde el mallorquín más sufre. Al contrario que el serbio, Fognini se anula varias veces a sí mismo en la red y no encuentra esa segunda marcha con la que superar al titán de la arcilla, la aceleración necesaria para hacer bueno el plan de José Perlas, el gurú que se sienta en su banquillo.

El número 29 acaba con 51 golpes ganadores, el testimonio de su calidad y también de lo cortas que a veces se quedan las pelotas de su contrario, que firma 40 errores no forzados.

“¡Fabio! ¡Fabio!”, grita la central, que también tiene aliento para su campeón: “¡Rafa! ¡Rafa!”, retumba.

Las dudas con la derecha marcan el partido de Nadal. Una de las que nunca falla le impide anotarse el primer set con 5-4 y bola de break. Otra de las que suele dominar con los ojos cerrados entrega una rotura que deja a Fognini sacando por la primera manga. Solo la irregularidad del italiano, tan genial como a veces precipitado, impide que el español tenga que enfrentarse a la tercera remontada en otros tantos partidos parisinos. El número 29 acaba con 51 golpes ganadores, el testimonio de su calidad y también de lo cortas que a veces se quedan las pelotas de su contrario, que firma 40 errores no forzados.

Y pese a todo, Nadal gana en 2h 45m, señal de que su pelota pesa mucho, de que está afilada su cabeza, de que París para el español no es cualquier cosa. En su templo, el heptacampeón gobierna haya sol o tormenta, en el convencimiento y las dudas, con luces y sombras.

Nadal: "Tengo que calmarme"

Con una sonrisa, relajado, distendido, Rafael Nadal analiza con precisión de cirujano su actuación. “Tengo que cambiar la dinámica de mi juego”, dice. “Ser más agresivo, calmarme, relajarme, tener más intensidad en las piernas. Estoy un poco ansioso en mis movimientos”, continúa. “Lo que me hace pensar que tengo algo de ansiedad es que mis movimientos no están siendo lo suficientemente buenos, y normalmente son fantásticos. No es algo físico. Es una cuestión de trabajo. Soy optimista. Sigo trabajando. Buscando una solución. Estamos en la segunda semana. Es el momento de cambiar la dinámica. Tengo grandes esperanzas de que podré”, añade.

Nadal dice que a veces se tropieza. Que cuando se le engancha la pelota en la raqueta no es una cuestión de timing, sino de movimiento. Que hace dos semanas estaba a un nivel excelente en Roma, donde se impuso, y que ya en otras ocasiones empezó lento en París para acabar gobernando.

“Hay que saber sufrir. Sé que solo con sufrimiento no me va a valer. Necesito dar un paso delante de nivel”, se despide, por fín con un día de descanso que le servirá para preparar su encuentro de octavos (Nishikori).

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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