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Cuando el alma gana partidos

El Deportivo mantiene con una trabajada victoria ante el Espanyol (2-0) el hilo que le une a la permanencia

Raúl Rodríguez se anticipa a Oliveira.
Raúl Rodríguez se anticipa a Oliveira.Cabalar (EFE)

A estas alturas, con dos jornadas por disputar, tampoco es cuestión de pedirle fútbol a un equipo que trata de llegar a la frontera de los 40 puntos para salvar el pellejo. Y hay partidos que se ganan con el corazón. Alma le sobra al Deportivo y a su gente, capaz de llenar Riazor y darlo todo para pelear la permanencia en idéntico escenario, misma fecha y rival contra el que hace 13 años ganó un título de Liga. Esa dignidad para asumir la realidad es la que empuja a un equipo que se niega a firmar en el campo, en la grada y en la calle la defunción que parecen anunciar sus libros de cuentas, los mismos que le condenan a tener un plantel con carencias.

DEPORTIVO, 2 - ESPANYOL, 0

Deportivo: Aranzubia; M.Pablo, Aythami, Zé Castro, Silvio; Juan Domínguez, Abel Aguilar (Álex Bergantiños, m. 64); Bruno Gama, Valerón (Kaká, m. 75), Pizzi; y Riki (Nelson Oliveira, m. 79). No utilizados: Lux, André Santos, Jesús Vázquez y Camuñas.

Espanyol: Cristian Álvarez; Javi López, Colotto, Raúl Rodríguez, V. Álvarez; Baena (Simao, m. 71), Tejera (C. Gómez, m. 58); Stuani, Verdú (Petrov, m. 84), Wakaso; y Sergio García. No utilizados: Casilla, Mattioni, Christian y Ferrán.

Árbitro: Muñiz Fernández. Amonestó a Manuel Pablo, Abel Aguilar, Valerón, Tejera, Baena, Cristian Álvarez, Javi López, Colotto

Goles: 1-0, m. 49. Bruno Gama; 2-0, m. 90, Nelson Oliveira

Riazor. 34.000 espectadores

Ganó el Deportivo y mantiene el hilo que le conecta con la Primera División, lo padeció en una tarde de contradicciones en la que no aparecieron sus futbolistas más talentosos y cuando uno de ellos lo hizo fue para sentenciar y montar un fenomenal lío. Nelson Oliveira pasaportó al Espanyol con una sutil vaselina sobre la hora y en la celebración decidió que debía explicar a los aficionados que estaban tras la portería cuando debían abrir o cerrar la boca. Un pecado propio de quien no tiene recorrido en el fútbol, de uno de esos chicos subidos a un pedestal sin haber salido antes del cascarón, incapaces de comprender que todo lo que tienen o pueden tener se debe al sustento de la gente, que recorre kilómetros y ha esperado meses para verle hacer precisamente eso que querían festejar con él. Se ve que no lo entiende y convirtió la felicidad de todo un estadio en un epílogo de gruesos insultos.

El error en la celebración del individualista Oliveira fue grosero porque vino precedido de un ejercicio de pasión colectiva. El Deportivo quiere, pero padece porque anda muy justo. Comenzó superado por un Espanyol que, aun con ausencias significativas, siempre dio la cara, remató al larguero en su primera llegada y jamás dejó de buscar el gol. Los chicos de Fernando Vázquez reorientaron ese inicio, pero derivaron en un equipo tremendista, buscaron la portería del Espanyol más por aplastamiento y voluntad que por otro tipo de argumentos. Porque después de tanto remar contra corriente, de llegar vivo a un final de temporada que se preveía doloroso y de trámite, se encuentra con varios de sus futbolistas más decisivos en la reserva. Así semeja andar el gran Valerón. Se le sumó Pizzi, que bien pronto comenzó a evidenciar síntomas de problemas musculares. La incomodidad del portugués fue la del Deportivo, que en su porfía aparcó la elaboración, pero se encontró con múltiples opciones en saques de esquina y faltas laterales. Y en la estrategia el pie derecho de Pizzi es uno de los actores protagonistas. Bien fuera porque su relevo no fue efectivo, por la pericia de la zaga del Espanyol al defenderse o la incapacidad de los delanteros deportivistas al atacar, pero estos no encontraron opción ni siquiera para rematar una de esas opciones. Y no fueron pocas.

Oliveira se encara con la grada de Riazor.
Oliveira se encara con la grada de Riazor.Cabalar (EFE)

Por ahí se escapó la mayor parte de la producción atacante del Deportivo, que encontró alguna vía más atacando el flanco que defendía el novel lateral Víctor Sánchez, pero que se asomó al gol cuando al inicio de la segunda parte Bruno Gama dejó esa banda para trabajar la opuesta. Allí trazó su jugada favorita, dos veces en un minuto. Gusta el extremo luso de recibir escorado a pierna cambiada y conducir hacia el centro, abriendo ángulo para encontrar un resquicio. Y tiene un poderoso disparo. El primer intento se estrelló en su excompañero Colotto. El segundo se fue a la red. Allí donde no llegan los porteros.

El gol fue la réplica a un apretón del Espanyol, un contragolpe en el que Sergio García encaró a Aranzubía y que el meta resolvió con una manopla que dejó el balón sobre la línea para que lo sacase Silvio. Aquel pasaje, por más que antecediera el gol local, fue el preludio de lo que le esperaba al Deportivo: apretar los dientes, trabajar en la resta por más que alguna de las piezas no estuviera dotada o avivada para ese esfuerzo. Vázquez aguantó los cambios hasta que alguno de sus veteranos sobre el campo se lo imploró. Se rearmó con Kaká para conformar una zaga de tres centrales y esperó la contra que aliviara tanto desasosiego como causaba cada incursión del Espanyol. La encontró Oliveira, que jugó menos de un cuarto de hora y no peleó ni un solo balón en defensa. Esperó su momento para cobrar deudas pasadas. Y olvidó que el deudor era él.

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