El buen alemán
No podría vivir sin el champán. En la victoria me lo merezco; en la derrota, lo necesito”. Winston Churchill
El alemán Jürgen Klopp, de repente la figura más carismática del fútbol europeo, fue preguntado en una entrevista con este diario en febrero por su jugador y su entrenador favoritos. Contestó que, obviamente, el mejor era Messi, prueba, dijo, de que había vida en otro planeta, pero le interesaban más aquellos jugadores que se esforzaban por sacar lo máximo de sus posibilidades.
“Con el que disfruto realmente es con Michu del Swansea”, dijo Klopp, entrenador del Borussia Dortmund, vencedor esta semana del Real Madrid en la Liga de Campeones. “Nadie lo conocía, ahí está la emoción. Todo el mundo conoce al mejor, cualquiera sabe quién es el mejor. Pero ¿quién resulta fascinante?”.
En cuanto a entrenadores, el primer nombre en el que pensó fue el de Vicente del Bosque, pero aclaró que quizá los que tenían más mérito eran aquellos que sacaban el mayor rendimiento de equipos no tan buenos. “El mejor no siempre es el que tiene el mejor equipo. Cualquiera podría entrenar a mi equipo… Si tienes un equipo con poco talento y, sin embargo, tienes éxito, entonces es emocionante”.
Klopp es un romántico del fútbol que vive su trabajo con contagiosa pasión
Duele un poco que los alemanes sean no solo los amos de la economía europea sino que ahora le hayan arrebatado a España el título de amos del fútbol. Pero la existencia de un tipo como Klopp, que desmonta el estereotipo del alemán frío y austero, nos ofrece un cierto consuelo. Es un romántico del fútbol que, como vimos en las recientes victorias de su equipo contra el Málaga y el Real Madrid, vive su trabajo con contagiosa pasión. En la entrevista con EL PAÍS resumió su actitud frente al fútbol en la siguiente frase: “Yo no solo quiero ganar, ¡también quiero sentir!”.
El hecho de que hace las dos cosas, gana y vibra, es lo que le ha convertido en uno de los entrenadores más deseados de Europa. Se le ha vinculado con el Chelsea y con el Manchester United. Una encuesta en el diario As esta semana indica que después de Jupp Heynckes, cuyo Bayern Múnich acaba de aniquilar al Barcelona en la Champions, Klopp es el favorito de los aficionados para entrenar al Real Madrid la temporada que viene. No sorprende. Klopp es champán, no vino agrio. Después de lo vivido en los últimos tres años tiene que haber un sector importante del madridismo deseoso de que los blancos desplieguen un fútbol espumoso, exuberante y valiente, como el del Borussia, y de tener como líder a un personaje magnánimo que conciba el fútbol como algo grandioso y no como la mera extensión de su propio ego.
El alma del fútbol, lo que mueve las emociones de las grandes masas, se concentra en la visión amplia que tiene Klopp del deporte. Sí, ganar es grande, pero igual de grande o más es, precisamente, la historia de Michu, que se va del Rayo Vallecano por 2,5 millones de euros a un pequeño equipo galés llamado Swansea City, no se cansa de marcar goles, lleva a su equipo a una final en Wembley, gana la final y se convierte en el héroe de una ciudad cuya gente y cuya cultura poco tienen que ver con Oviedo, donde nació.
Grande también es la historia de Montanier, desconocido fuera de España o Francia
Grande también es la historia de Phillipe Montanier, prácticamente desconocido fuera de España o Francia, pero si Klopp se enterase de su hazaña lo colocaría, sin duda, en su lista de entrenadores más admirados. El haber exprimido todo el talento y toda la furia competitiva de los jugadores de la Real Sociedad hasta llevar al equipo esta temporada al borde de la clasificación para la Liga de Campeones tiene más mérito, y se merece un mayor reconocimiento, que ganar la Copa de Rey con el Madrid o la Liga con el Barça. Y no menos mérito que lo logrado por el Borussia, como el propio Klopp, entrenador del año en Alemania tras ganar la Bundesliga la temporada pasada, sería el primero en reconocer. Él mismo dijo que lo suyo había estado muy bien, pero también se merecían aplausos entrenadores “increíbles” de equipos pequeños, pero matones, como el Friburgo, una versión alemana de la Real Sociedad, o quizá más bien del Getafe.
“¿Quién resulta fascinante?”, pregunta Klopp. Klopp resulta fascinante. Con su melena leonina y su sonrisa de mil voltios, es un personaje cuya generosa energía engrandece el fútbol europeo. Triunfador pero no narcisista, ama al deporte —no solo a sí mismo— con pasión y alegría.
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