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OBITUARIO

Anne Williams, madre coraje de Hillsborough

Luchó durante 24 años por esclarecer la mayor tragedia del fútbol inglés, acontecida en 1989

Anne Williams, en 2009.
Anne Williams, en 2009.CHRISTOPHER THOMOND (THE GUARDIAN)

La incansable lucha de una madre por establecer toda la verdad sobre la muerte de su hijo adolescente, frente a las mentiras oficiales, convirtió a Anne Williams en un símbolo para los familiares de las víctimas de la tragedia del estadio Hillsborough, en el que perecieron 96 hinchas del Liverpool a resultas de una avalancha. Los estragos del cáncer eran bien visibles en su frágil físico cuando compareció el pasado 15 de abril en el acto público que anualmente conmemora aquel suceso de 1989, la primera vez en 24 años que lo hacía vindicada tras la decisión del gobierno de reabrir la investigación. Falleció tres días más tarde, a los 62 años.

Williams nunca quiso aceptar el veredicto de “muerte accidental” con el que las autoridades intentaron zanjar el desastre desencadenado durante la semifinal de la FA Cup entre el Nottingham Forest y el Liverpool. La mayoría de las víctimas, todas ellas seguidores de este último equipo, murieron aplastadas contra las vallas de la tribuna oeste del estadio de Hillsborough (localidad de Sheffield), ante la inoperancia o impotencia de los servicios de seguridad. La progenitora de Kevin Williams estaba convencida de que su hijo, de 15 años, había fallecido 45 minutos más tarde de la hora determinada por el informe oficial: un lapso de tiempo vital que le hubiera permitido sobrevivir de haber mediado el auxilio adecuado.

Ese ha sido uno de los puntos fundamentales de la dilatada campaña de los familiares de las víctimas para revertir el dictamen original emitido bajo los auspicios del entonces gobierno de Margaret Thatcher, la sospecha de que algunas de las muertes podrían haberse evitado. Anne Williams buscó apoyo legal y consiguió localizar a las dos personas que intentaron asistir a Kevin tras la avalancha en el estadio, una de ellas una agente policial en cuyos brazos murió el joven y que confirmó que la mera inserción de un tubo por el personal médico habría evitado su asfixia. Las autoridades se negaron a considerar siquiera esas alegaciones, pero este caso y los de otros afectados –con el aval de decenas de miles de firmas recogidas en su apoyo- siguieron ejerciendo presión sobre los sucesivos gobierno británicos.

Finalmente, y casi cinco lustros más tarde de la desgracia de Hillsborough, el actual ejecutivo de David Cameron difundía el pasado septiembre el informe de una comisión independiente que ha confirmado la manipulación de pruebas en que se incurrió para ocultar los errores de las autoridades y los fallos de seguridad a todos los niveles (entre ellos la asistencia a los heridos, como Kevin Williams). También la admisión vergonzante de que la policía ensució deliberadamente la memoria de las víctimas, esforzándose en presentarlas como una panda de descontrolados cuyos desmanes fueron la principal causa de la tragedia. El primer ministro emitió disculpas públicas por “un suceso atroz”.

Anne Williams asistió en silla de ruedas a la sesión de la Corte de Justicia de Londres que el pasado diciembre declaró inválido el veredicto oficial primigenio sobre Hillsborough. Tres meses antes le habían diagnosticado un cáncer terminal. Aprovechó una ocasión tan emotiva para elogiar al fiscal general, Dominic Grieve, como “un hombre de palabra”. Pero, inquirida sobre el encubrimiento instigado por el gobierno de la época, se confesó “incapaz de perdonar los extremos a los que se llegó” y acabó preguntándose en voz muy alta: “¿Por qué no pudieron simplemente decirnos la verdad?”.

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