Nadal se cita con ‘Baby Federer’
El campeón gana 6-2 y 6-4 a Kohlschreiber y jugará los cuartos con Dimitrov, a los 21 años una de las grandes esperanzas del circuito
Es la lucha entre el mosquito y el elefante. El alemán Philipp Kohlschreiber revolotea por la pista disparando maravillosos tiros con el aguijón de su revés. Rafael Nadal, sin embargo, tiene la gruesa piel de un paquidermo, y no deja que el marcador refleje los bellos golpeos de su contrario. El campeón no afronta ni una bola de break, suma 6-2 y 6-4 su 44ª victoria seguida en el masters 1000 de Montecarlo, se clasifica para cuartos y consolida el mejor comienzo de temporada de su carrera: 19 victorias y tres títulos contra una derrota, cosechada en la final de Viña del Mar (Chile). Nada mal para un tenista que el 1 de febrero llevaba siete meses sin jugar por una rotura parcial de ligamento rotuliano y una hoffitis en la rodilla izquierda.
A Nadal, romo en el golpeo frente a Kohlschreiber, le espera en cuartos el búlgaro Dimitrov (6-2 y 6-4 al alemán Mayer), un tenista que es un placer para la vista. El número 34, que tiene 21 años, es la gran esperanza del circuito. Este es un tenista obsesionado. Un hombre que ha modelado cada uno de sus golpes, todos sus movimientos, hasta su forma de pensar y encarar los partidos, a imagen y semejanza del genial Roger Federer. La semejanza en sus golpes es evidente. A Baby Federer, sin embargo, le falta lo que distingue verdaderamente al maestro: ese juego de pies que teletransporta sin esfuerzo al rey de reyes hasta la pelota y la fortaleza mental que distingue a los buenos tenistas de los campeones.
El mallorquín, un punto aculado contra la valla frente a Kohlschreiber, sabe muy bien cómo afrontar ese partido. Enfrentado a una copia del tenista que más semanas ha pasado como número uno del mundo, Nadal hará lo mismo que hace contra Federer: poner la diana en su revés a una mano, buscando el fallo o el hueco a la derecha, y probar los pulmones de una de las raquetas llamadas a dominar el circuito en el futuro. Dimitrov, al que suele pesarle la responsabilidad (ante Mayer perdió el saque cuando servía por el duelo) se enfrenta a la mayor de las pruebas. En Montecarlo, el número cinco del mundo asusta.
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