La Rosaleda vibra, el Málaga compite
Impulsado por su hinchada, el conjunto de Pellegrini planta cara al poderoso Dortmund (0-0).
La Rosaleda acabó cantando a capela el himno del Málaga, saltando sobre las gradas del estadio, orgullosa de su equipo de los pies a la cabeza. Satisfecha de haber competido contra un adversario poderoso, el Borussia Dortmund, a la altura de su bien ganado prestigio. A una primera parte espléndida le sucedió otra más enrevesada, a la espera del duelo en Dortmund el próximo martes. La ilusión y la personalidad del Málaga contuvieron la ambición de los chicos de Klopp, dueños de una amplia variedad de recursos.
Málaga, 0; Borussia, 0
Málaga: Willy Caballero; Jesús Gámez, Demichelis, Weligton, Antunes; Joaquín, Toulalan, Iturra, Isco (Duda, m. 87); Baptista (Santa Cruz, m. 76) y Saviola (Portillo, m. 67). No utilizados: Kameni; Lugano, Sergio Sánchez y Camacho.
Borussia de Dortmund: Weidenfeller; Piszczek, Neven Subotic, Felipe Santana, Schmelzer; Kehl (Bender, m. 79), Gundogan; Reus (Schieber, m. 69), Götze (Kirch, m. 92), Grosskreutz; y Lewandowski. No utilizados: Langerak; Leitner, Sahin y Bittencourt.
Árbitro: Jonas Eriksson (Suecia). Mostró tarjeta amarilla a Grosskreutz, Antunes, Weligton e Iturra (los dos últimos se pierden el partido de vuelta por sanción).
Unos 29.500 espectadores en el estadio de La Rosaleda.
El agua del Guadalmedina bajó con furia por el cauce paralelo a La Rosaleda. Esa fuerza la absorbieron ambos conjuntos en un primer periodo antológico, despedido por la hinchada con un cántico atronador: “Sí se puede, sí se puede”. Sin apenas faltas, a cada ataque vertiginoso del Dortmund, constantes triangulaciones a un toque, geometría pura, respondió el Málaga de manera más paciente: precisos cambios de orientación y entradas por las bandas. Pellegrini advirtió en su día de su compromiso estético con los espectadores, teoría compartida por Jürgen Klopp, cada uno a su manera. Desde el portero hasta el último punta, todos tratando de hacer disfrutar a la grada. El primero Caballero. El portero argentino del Málaga vive en un estado permanente de inspiración, tan metido en el choque que le detuvo por abajo dos mano a mano a Götze, uno de esos jugadores que no suelen ponerse nerviosos ante el portero rival. El Dortmund atacó con un mínimo de cinco hombres, dirigidos por un Gündogan sobrado técnicamente. Y muy difícil de tumbar cuando conducía el balón. A su derecha, la carrera de Reus prolongaba la ofensiva y, por el centro, Lewandowski combinaba con los centrocampistas en un avance profundo y solo neutralizado por la presencia de Caballero.
Toulalan sostuvo al Málaga en los momentos de debilidad. Siempre bien colocado, el francés apuntaló al equipo para volver a entrar en el duelo. A partir del pecho de Baptista, que dio un recital de parar el balón muy arriba para permitir oxigenarse a sus compañeros. El pase interior de Isco, uno magnífico hubiese dejado solo a Saviola de haber conservado este la punta de velocidad de sus mejores años. Y la bicicleta infinita de Joaquín, imposible de detectar para un Schmelzer superado. Lástima que el físico no acompañe más al inmenso talento del gaditano.
El Málaga sabía que el Borussia podía despedazarlo a la contra, pero por eso no renunció a su estilo. Y trató de jugar en campo contrario, aunque contemplara cómo Lewandowski, en el arranque del segundo tiempo, erró un gol incomprensible: se le encasquilló el disparo. La presión muy adelantada de los chicos de Klopp llegó a asfixiar a los blanquiazules en determinadas fases, sin poder salir de su propio campo. La Rosaleda se dio cuenta de las dificultades y alentó con todo. Ese impulso lo prolongó Toulalan en una jugada de extremo. Gündogan sacó brillo a su visión de juego, viendo los pasillos por donde debía entrar Götze, pero la pequeña estrella germana no tenía su noche: esta vez cruzó demasiado. Weidenfeller se unió a la fiesta de los porteros con una gran parada a un tirazo de Isco.
Klopp añadió más madera con otro delantero, Schieber, retrasando a Lewandowski a la posición de 10. Pellegrini optó por lo contrario, refrescar su centro del campo con Portillo por un ya exhausto Saviola. El partido decayó. Apareció el cansancio y se sucedieron las faltas. La siguiente pieza del técnico chileno fue Santa Cruz. Pero ya nada sucedió, todo pendiente para el siguiente duelo. Entonces, el público recordó quién es el principal artífice de este sueño: “Manuel, Manuel, Manuel Pellegrini”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.