Nadal se inventa a otro Nadal
Condicionado por la lesión, el español amplía su registro y es más agresivo para acortar los puntos
Rafael Nadal se funde en un abrazo con Rafael Titin Maymò, su fisioterapeuta, su amigo, su hermano, uno que conoce cuántos sufrimientos, cuántas penalidades, cuántas lágrimas y sudores le ha costado llegar hasta la victoria en la final del Masters 1000 de Indian Wells (4-6, 6-3 y 6-4 al argentino Del Potro). Son siete meses de parón por una rotura parcial de tendón rotuliano y una hoffitis en la rodilla izquierda. Son los antiinflamatorios inflamatorios que sigue consumiendo cada noche antes de un partido. Son los ejercicios extenuantes que le esperan a partir de mañana en Mallorca, donde preparará la gira de arcilla europea poniendo el acento en recuperar la fuerza en el cuádriceps de la pierna izquierda. Nadal piensa en todo eso mientras se abraza en el banquillo a su amigo. Piensa en los tres títulos y una final que ha celebrado desde febrero, cuando volvió a las pistas. En sus cuatro victorias ante tenistas del top-10 (Federer, Ferrer, Berdych y Del Potro). En su primer título sobre cemento desde 2010. En su victoria 600. Piensa Nadal y concluye que todo eso llega por un camino casi nuevo, que empezó a andar en 2012 como respuesta a la presión de Novak Djokovic y que debió abandonar por culpa de la rodilla: Nadal, el hombre que triunfaba desde el alto ritmo, es ahora un pistolero.
“El parón por la lesión nos hizo daño. Nos creó muchas dudas”, recuerda por teléfono Toni Nadal, su tío y técnico. “Sin embargo, la realidad ha demostrado que de ese problema, de esa situación jorobada, ha nacido la determinación de ser más agresivo, de estar más dispuesto a mover al contrario que a especular sobre su revés. Ha vuelto con la decisión que tenía contra Djokovic en 2012”, continúa Toni, que sabe que la adrenalina y la excitación de la vuelta a la competición son la mejor medicina para su sobrino, al que le sigue doliendo la rodilla. “Rafael ha jugado bastante más agresivo, llevando él el peso del partido contra Federer en cuartos, sin miedo al drive de Berdych en semifinales, entrando en la pista y con un alto nivel de inicio en la final contra Del Potro”, sigue. “Pensábamos que tendríamos más problemas para cerrar los partidos, o para jugar con decisión en los momentos clave. Cuando no compites, sueles fallar en ese apartado y en la velocidad punta... pero todo ha ido mucho mejor de lo que esperábamos”.
Nadal ya no pregunta, dispara. Nadal ya no se exige hasta llegar al borde de la muerte, pega más que nunca con el revés y mima con esmero su calendario —no competirá en el masters 1000 de Miami porque defiende el grueso de los puntos de su ránking en la gira europea—. Nadal protagoniza una histórica vuelta al circuito, firma el mejor arranque de curso de su carrera (17-1) y lo hace interpretando el papel que le llevó a ser el mejor tenista de 2012 hasta su lesión, tan convencido de la necesidad de ser agresivo para preservar su rodilla que a veces hasta pierde el hilo del duelo.
Campeón en Indian Wells, tomó antiinflamatorios todas las noches
“Cuando perdí todas esas oportunidades [break y dos bolas de break en la primera manga de la final ante Del Potro], perdí también un poco la calma y dejé de elegir los tiros correctos con los que cambiar sobre su derecha y entrar en la pista”, razonó el mallorquín. “Por momentos, me equivoqué de estrategia. No estoy acostumbrado a eso. Normalmente, puedo equivocarme en un golpeo, pero con la táctica, con la forma en la que debo jugar los puntos, no suelo equivocarme. Cuando logré el break en el segundo set, pude calmarme, abrir mi mente y pensar en lo que tenía que hacer para ganar: tirar contra su revés y esperar al momento correcto para cambiar de dirección”.
A los 26 años, Nadal ha cambiado para volver a ser Nadal. A falta de la prueba del serbio Novak Djokovic, el número uno mundial, la conclusión es inevitable: “Imposible haber tenido una vuelta mejor”.
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