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‘El Beckenbauer del Este’ cazado por la Stasi

Hace 30 años que los servicios secretos alemanes asesinaron a Eigendorf tras ‘fugarse’ del Dinamo de Berlín al Kaiserslautern

Eigendorf, de blanco, en un partido con el Dinamo de Berlín en 1975.
Eigendorf, de blanco, en un partido con el Dinamo de Berlín en 1975.Lehmann, Thomas (Bundesarchiv)

Se han cumplido 30 años desde que la Stasi asesinó al futbolista alemán Lutz Eigendorf. Lo que en un principio parecía una muerte accidental tras estrellar su Alfa Romeo contra un árbol en Braunschweig, una región de Baja Sajonia, dio paso varios años después a una turbia revelación: detrás de la fatídica colisión se encontraba la mano negra de los servicios secretos de la ahora extinta República Democrática Alemana (RDA).

 El deportista se encontraba en el punto de mira de la organización comunista tras escapar del país, el 20 de marzo de 1979, durante un desplazamiento de su equipo, el Dinamo de Berlín, a Kaiserslautern para disputar un amistoso. El conjunto berlinés, controlado por la Stasi, era el brazo deportivo del régimen y el joven Eigendorf, uno de sus símbolos. El alemán aprovechó el viaje a Renania para desertar y fichar por el conjunto de la Bundesliga. En Berlín Este dejó a sus padres, a su mujer y a su hija. El entonces jefe de la Stasi (ya fallecido), Erich Mielke, que además era presidente del conjunto berlinés, se tomó la escapada como un asunto personal. El máximo responsable del Ministerio de la Seguridad del Estado, muy aficionado al fútbol y a la caza, no reparó en medios para dar pillar al traidor. El jugador pasó a encabezar la lista de las personas más buscadas en todos los países socialistas, acusado del delito de “fuga de la república”.

El coche de Eigendorf tras el accidente en Braunschweig en 1983.
El coche de Eigendorf tras el accidente en Braunschweig en 1983.WOLFGANG WEIHS (AFP)

Mientras el futbolista, un defensa muy elegante al que apodaban el Beckenbauer del este, cumplía la sanción de un año sin jugar en la Bundesliga por haber abandonado a su antiguo equipo, la Stasi ordenaba a uno de sus agentes la malévola misión de seducir a su mujer y evitar a toda costa que ésta se fugara al oeste. El miembro de los servicios secretos cumplió con éxito su cometido: Gabriele Eigendorf se divorció y contrajo de nuevo matrimonio con el espía rojo. Incomunicado de su familia, el jugador entró en una espiral negativa que afectó a su rendimiento deportivo. Se volvió indisciplinado, llegaba tarde a los entrenamientos y bebía alguna cerveza de más. Finalmente, en junio de 1982 le traspasaron al Braunschweig. Se trasladó a la ciudad de Baja Sajonia con el objetivo de empezar de cero y dejar atrás el pasado. En su nueva aventura le acompañó una estudiante llamada Josi, que se convirtió poco después en su nueva esposa, con la que también tuvo un hijo. Sin embargo, las cosas se torcieron de nuevo tras lesionarse de gravedad en uno de los primeros entrenamientos con su nuevo equipo por lo que tuvo que ser operado.

Al jugador, de 26 años, le deslumbró un coche de la Stasi para provocar su accidente mortal

Para rematar la faena, cuatro años después de la deserción del futbolista, el órgano de inteligencia de la RDA culminó su venganza. Una investigación periodística que vio la luz en el año 2000 reveló lo que confirmaría tres años después la desclasificación de los archivos de la Stasi: los agentes de la Alemania del este provocaron el accidente de Eigendorf y se encargaron de que el suceso pareciese fruto de un ingesta excesiva de alcohol. El reportaje titulado Muerte al Traidor sacó a la luz archivos de la Stasi, testimonios de sus dos mujeres, de amigos y de las últimas personas que le vieron con vida. El futbolista —internacional seis veces con la RDA— fue víctima de un comando especial encargado de sabotajes y homicidios “en territorio enemigo”. Según la versión oficial, el 5 de marzo de 1983 un vehículo situado en el borde de la vía encendió de forma repentina los faros y deslumbro a Eigendorf. En el momento de su muerte, tras pasar dos días en coma en el hospital, tenía 26 años. Su hija Sandy, que tenía solo un año cuando su padre murió, lamenta no haber tenido la oportunidad de conocerlo pero asegura: “Estoy orgullosa de ser su hija y llevar su apellido”.

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