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La puntilla sonora

Las audiciones de las conversaciones intervenidas desnudan las relaciones entre Eufemiano Fuentes y el resto de los acusados y el ‘modus operandi’ del banco privado de sangre

Carlos Arribas
Fuentes, Labarta, Belda, Saiz, y Yolanda Fuentes, en el juicio.
Fuentes, Labarta, Belda, Saiz, y Yolanda Fuentes, en el juicio.LUIS SEVILLANO

Han pasado varias horas y Manolo Saiz aún sigue de bajón, sin ánimo, con ganas de que todo acabe cuanto antes, como quizás un ciclista que no puede ya con su alma y comprueba una vez más en el libro de ruta del Tour que aún queda una semana de carrera, y que en ella están las etapas más duras, los Pirineos o los Alpes en pleno. Un castigo cruel por innecesario.

“Pero si ya está todo por escrito, ¿por qué narices nos tienen que torturar poniendo el audio?”, dice el exdirector del Liberty, uno de los cinco acusados del juicio por la Operación Puerto, que enfila sus últimos días. Su dolor nació en la escucha obligatoria, como un niño castigado, como sus compañeros de banquillo, de las cintas grabadas con las intervenciones de las comunicaciones de los teléfonos móviles de Eufemiano Fuentes y de su socio al frente del banco de sangre que reconocen haber organizado, José Luis Merino Batres, durante 10 días de mayo de 2006, las fechas previas a las detenciones. Algo así como un The Wire con menos glamour y mucha más vergüenza. Fue la puntilla sonora. “Uno nunca habla por teléfono pensando que habla para alguien más que con quien habla”, dice Saiz. “Y mucho menos que años después las emitirán casi públicamente y que yo tenga que oírlo sin poder decir ni mu”. Y así, Saiz tuvo que oír como Fuentes le hablaba a su socio Ignacio Labarta, también en el banquillo, del “gordo” ese, en referencia a él mismo. “Después, Eufemiano se me acercó para disculparse”.

Uno nunca habla por teléfono pensando que habla para alguien más que con quien habla”

La voz, la sustancia, tiene mucha más fuerza que su traducción en papel. Del papel que refleja sus conversaciones, conocido desde hace tiempo, y publicado, pueden pasar, cerrar los ojos, negarlo, no verlo; de las cintas, los acusados no pudieron escapar, no pudieron dejar de oírlas, no pudieron decir “eso no lo he dicho yo”. Las audiciones los desnudaron ante la jueza, que era justamente los que pretendían los acusadores, que las consideran su mejor prueba de convicción, más aún que las declaraciones de testigos y peritos. Y les sirvieron los tonos de voces, los matices, la forma de contarse las cosas, en clave y con sobrentendidos que solo se pueden entender oyéndolos varias veces, más aún que el que de las cintas pudiera entenderse un poco más cómo funcionaba el grupo, con qué deportistas trataba, cómo se organizaba la logística de extracciones, congelaciones, descongelados, transporte y transfusiones de sangre.

Casi todo de lo que se oyó ya se había entendido y procesado: el agobio de Fuentes por la falta de líquidos para congelar y descongelar las bolsas, el puente de Merino, que le dejó en la estacada justamente el fin de semana más ocupado, cuando los “guerreros” del Giro (Birillo-Basso, Guti, Zapatero-Scarponi) necesitan sus bolsas, cuando llegan extranjeros de Alemania (Jaksche) para dejar su sangre, o de Italia, como Kalc-Manos Pequeñas, el correo que debía llevar los “zapatos” (mochilas refrigeradas con bolsas descongeladas) a los ciclistas. Y lo que era más misterioso se aclaró un poco, aunque no del todo, como la urgencia de la cita en Madrid entre Fuentes y Saiz, el detonante de la intervención de la Guardia Civil. Por las conversaciones parece entenderse que Fuentes necesitaba que Saiz le pagara una deuda, un dinero que él mismo debía a sus colaboradores y “machacas”, lo que le estaba creando problemas. Saiz, que acababa de regresar de Tenerife, donde había supervisado la preparación de sus últimos fichajes, Vinokúrov y Kasheckin, concentrados en el Teide, necesitaría, por su parte, un producto que le vendería el médico canario. Este, sin embargo, recela de las intenciones verdaderas de Saiz, cree que le quiere pedir que lleve a Vinokúrov y teme que lo que en realidad desea es sonsacarle para saber a qué corredores de su equipo trata en realidad. Este recelo de Fuentes juega a favor de la tesis defensiva de Saiz: ¿cómo se me puede acusar de poner mi equipo en manos de Fuentes cuando no sabía ni qué corredores estaban con él, cuánto le pagaban, cómo?

Más oscuros, enigmáticos, a la espera de la luz de la verdad, quedaron otros fragmentos, como aquel que no se permitió oír a la prensa y que, según algunos abogados, está mal transcrito en el papel. Según ellos, donde Fuentes le dice a Belda que le deben dinero “el Kelme y los del fútbol”, el guardia civil redactor lo transforma en “el Kelme y la Unión Deportiva”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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