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La ascendencia de Cristiano Ronaldo y la solitaria rebeldía de Iniesta

El portugués le cambió la cara al clásico en 37 minutos, mientras que el manchego no tuvo quien le secundara ● Repase, uno por uno, el papel de los protagonistas del último clásico

L. J. MOÑINO
Cristiano Ronaldo se dispone a lanzar una falta.
Cristiano Ronaldo se dispone a lanzar una falta.Jasper Juinen (Getty)

Cristiano: Si el liderazgo de un futbolista se mide desde la ascendencia que tiene en los partidos, el suyo, ahora, es incuestionable. En 37 minutos le cambió la cara al clásico. Salió para resolver el partido y así lo percibió la grada, a la que invadió una ola de optimismo ganador cuando le vio corretear por la banda. Transmite Cristiano la sensación de que con él en el campo, aunque sea entrando desde el banquillo, su equipo goza de un arma incontestable. Sucedió en Riazor y volvió a ocurrir en la tarde de ayer en el Bernabéu. En esa media hora larga remató seis veces a puerta, provocó tres faltas e hizo creer a los suyos en la victoria. Pudo marcar en dos libres directos, uno despejado por Valdés y el otro repelido por la escuadra. Confirmó lo visto en el partido de Copa del Camp Nou: ahora mismo parece inalcanzable para los defensas del Barcelona, en especial para Piqué, al que sentó a la primera que le encaró y le sacó una amarilla.

Messi, durante el clásico.
Messi, durante el clásico.DANI POZO (AFP)

Messi: Continúa melancólico. Reflejó el estado de desconcierto e impotencia que atraviesa su equipo. Sigue ahí, clavado en el medio, en una actitud que genera confusión. No se sabe si él espera al equipo para acelerar e inventar o el equipo le espera a él para crecer desde su talento individual. Desde el inicio bajó al centro del campo a tocar con una actitud descreída. Ni siquiera el gol pareció invitarle a liderar el choque desde su talento. El movimiento de desmarque a la espalda de Ramos para romper la defensa adelantada del Madrid, una solución bien interpretada, pero poco utilizada, fue lo mejor que hizo. Otra vez se quedó con solo dos remates a puerta.

Morata: Jugó caído a la banda izquierda. Por contraste, su duelo con Alves radiografió el estado de un equipo y otro. Morata tuvo hambre, trabajo y la puntualidad de aparecer para generar el primer gol, primero interpretando el desmarque tras el robo de Ramos y después para sacar un centro que cumplió todos los requisitos: difícil de defender, fácil de rematar. Alves no le apretó en la transición de la contra, se dejó ganar la espalda, ni defendió el uno contra uno con la intensidad que requería. Tuvo dos ocasiones, un remate de cabeza que debió dirigir al segundo palo y un mano a mano con Valdés en el que le faltó sutileza.

Thiago: Cuando el Barça estaba en plenitud, cualquier futbolista que entrara se engranaba a su juego como si nada. Sin la ayuda que supone para su juego que no hubiera movimientos dañinos ni de distracción por delante de la pelota, fue otro pasador funcionarial sin más. Ocupó el puesto de Xavi, pero ese rol el que lo desempeñó fue Iniesta.

Pepe despeja un balón de cabeza.
Pepe despeja un balón de cabeza.PEPE ANDRÉS (AS)

Pepe: La dovela de Mourinho para asegurar a su equipo en el medio del campo. Se sintió cómodo con su equipo replegado, esperando un error del Barça en la entrega. Su intensidad y su físico le dan de sobra para cumplir defensivamente con pocos metros para recorrer en las basculaciones. Recuperó seis y balones y perdió otros tantos, pero se destapó con un lujo, un pase con el exterior a Morata que puso a este cara a cara con Valdés.

Busquets: Otro jugador que simboliza el momento que atraviesa el Barça. En su caso no es por un mal estado de forma, sino por la soledad con la que tiene que tapar agujeros. El mismo orden que tenía el Barcelona para atacar con la pelota le valía para recuperarla cuando la perdía porque las pérdidas le pillaban preparado posicionalmente para ejercer la presión arriba, un concepto que se ha difuminado a la vez que los rondos vertiginosos. Como quiera que esa virtud le ha desaparecido al Barça, Busquets se vio exigido a ejercer continuamente de hombre libre en solitario en muchos de los despliegues del Madrid. Fue el jugador del partido que más pelotas recuperó, 11, pero casi siempre con las sensación de que si era rebasado al Madrid se le abrían praderas infinitas.

Varane: Tercer clásico en el que volvió a rayar a gran altura. El Bernabéu siempre ha sentido admiración por aquellos centrales que hacen del cruce un arte en el que se mezclan el riesgo, los tiempos de la ejecución y la limpieza en el momento de rebañar el balón. Su velocidad, su temple y la longitud de sus piernas le hicieron ganador en una de esas intercepciones ante Villa cuando este se disponía a encarar a Diego López en el área.

Valdés protesta a Pérez Lasa.
Valdés protesta a Pérez Lasa.DANI POZO (AFP)

Iniesta: El único futbolista que parece rebelarse ante los males que afectan a su equipo con la pelota. El único que dio un paso al frente para pedir el balón y tratar de hacer daño de verdad. Sin Messi en plenitud, y sin Xavi, pareció sentirse solo en el empeño de que el Barça vuelva a ser el Barça. No tuvo quien le secundara el nivel que desplegó en sus mejores momentos. Atacar de verdad, solo lo hizo él. Ni Messi, ni Villa, ni Pedro le ayudaron a que su equipo remontara el vuelo.

Valdés: Una imagen deplorable, como en pasados clásicos fue la de algunos jugadores del Madrid tratando de ocultar su inferioridad tras la figura de los arbitrajes. Resume el estado de desquicie que ha invadido al Barça. Como capitán no fue consciente del daño que le hace al equipo en cuestión de imagen.

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Sobre la firma

L. J. MOÑINO
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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