Una conexión devastadora
Diego Costa y Falcao posibilitan la victoria del Atlético, que jugó con 10 toda la segunda parte por la expulsión de Gabi
Al Atlético le va el roce. Se siente cómodo en los partidos de hacha y tiza. Se percibe fuerte en esas condiciones. El Calderón asistió anoche a uno de esos partidos que le enorgullecen porque su equipo se sobrepuso a jugar con un futbolista menos toda la segunda parte. Fue un partido racial, y en esas, Diego Costa, secundado por Falcao, se erigió en el símbolo de la noche y de lo que fue el partido.
Una vez más se fue coreado por la grada, que le ha adoptado como el icono que ejemplifica a su equipo. Además, en un partido por momentos bronco, no se vio envuelto en ningún escarceo, lo que no deja de ser una buena noticia para él. Jugó al fútbol con el ímpetu que le caracteriza, pero no se entretuvo en peleas ni en agarradas. Reinó en una noche en la que su figura se hizo imprescincdible para evitar que el Espanyol se creciera cuando empezó a contar con un futbolista de más en el campo.
ATLÉTICO, 1 - ESPANYOL, 0
Atlético: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín, Filipe Luis; Gabi, Tiago; Arda (Cebolla Rodríguez, m. 80), Diego Costa (Raúl García, m. 87), Koke (Mario Suárez, m. 67); y Falcao. No utilizados: Asenjo, Insúa, Cata Díaz, y Adrián.
Espanyol: Casilla; Javi López, Colotto, Héctor Moreno, Capdevila; Víctor Sánchez, Forlín (Longo, m. 50); Stuani, Verdú, Simao (Petrov, m. 65); y Sergio García. No utilizados: Cristian Álvarez; Cristian Alfonso, Raúl Rodríguez, Cristián Gómez y Víctor Álvarez.
Gol: 1-0. M. 37. Falcao, de penalti.
Árbitro: Clos Gómez. Expulsó a Gabi (m. 44) por doble amarilla. Amonestó a Forlín, Casilla, Tiago, Stuani, Hector Moreno, Colotto, Longo, Victor Sánchez.
Unos 40.000 espectadores en el Vicente Calderón
El Espanyol, que ha crecido con la mano de Aguirre con directrices similares a la del Atlético, le planteó esa clase de partido que a los rojiblancos no les es extraño, fuerte por arriba y por abajo, con mucho taco y mucho choque. Ganó el Atlético un duelo de intensidad máxima, plagado de faltas y de espacios reducidos, asfixiantes en la disputa de cada segunda jugada, que hubo muchas. Superó a su contrincante en igualdad numérica y en inferioridad. No se frenó el equipo de Simeone con la expulsión de Gabi, al borde del descanso, fruto de los modos macarrónicos y del juego subterráneo que se dio. Gabi se enzarzó con Stuani y vio una tarjeta amarilla. La segunda fue por llegar tarde a un intento de robo de balón cuando Capdevila salía en carrera.
En esta clase de duelos emerge un Atlético rocoso línea por línea, empezando por su pareja de delanteros. Ni Falcao ni Diego Costa rehúyen el combate cuerpo a cuerpo. Forman una pareja muy incómoda para cualquier pareja de centrales. Para Colotto y Héctor Moreno supusieron una pesadilla porque se alejaron del área durante muchos momentos del primer tiempo para sacar de posición a dos centrales que sufren cuando pierden la referencia de la línea, cuando tienen que girarse o decidir si van o no van a la anticipación.
Culebrearon mucho Falcao y Diego Costa entre líneas durante la primera parte. Realizaron una labor de zapa, de desgaste continuo que terminó por dar sus réditos en una pelota larga que prolongó Falcao para la carrera de Diego Costa, que fue trabado dentro del área por Héctor Moreno.
Mucho antes de esa jugada decisiva, el brasileño le había robado la cartera a Colotto en una persecución. Un aviso de que estaba a todas y afilado. Falcao no perdonó, engañó a Casilla en el lanzamiento. La jugada que generó el penalti es un recurso muy de estos partidos trabados, donde nadie concede nada. El Espanyol quería ser el Atlético, hizo amagos de querer presionar, pero acabó superado con claridad.
No afrontó el Atlético la reanudación desde el temor. Se replegó, pero con la intención de salir bufando a la mínima que recuperaba la pelota. Si el cuerpo a cuerpo le sienta bien, con la contra, cuando consigue conectarla, le hace relamerse. Ahí otra vez emergió la pareja Falcao-Diego Costa, que hicieron lo que demanda el manual de los delanteros solitarios. Cada vez que cogieron una pelota no la rifaron. Arriesgaron en el uno contra uno o se lanzaron a la carrera. Conectaron en varios contragolpes que no fueron gol, pero que sirvieron para marcarle la raya al Espanyol, que nunca disfrutó de jugar con un futbolista más.
Lo pasó muy mal el equipo visitante cada vez que uno de los dos delanteros rojiblancos enfilaba su portería desde campo propio. Diego Costa se agrandó, de dulce como se siente. Todos sus compañeros realizaron un desgaste brutal, pero el suyo fue memorable. Tuvo el toque especial de vaciarse como el que más, pero además tuvo fuerzas para hacer pupa con la pelota en los pies cuando el Espanyol pretendía estirarse aprovechando su superioridad. Nunca fue tal. No apareció Simao, desparecido en su encuentro emocional en el que fue su estadio, no hizo nada Verdú y muy poco Sergio García. No generó juego y Courtois no se vio amenazado con claridad en toda la noche. Se olvidó demasiado el equipo de Aguirre de la pelota, de buscar espacios y de encontrar soluciones.
Jugó tan mal como revolucionado. Tanto que los locales no tuvieron problemas en desplegarse sin temor para generar las ocasiones más claras a la mínima que le descubría la espalda a sus centrales. Falcao, el Cebolla Rodríguez y Raúl García pudieron aumentar la ventaja en un partido que supo jugar y gestionar mejor que el Espanyol.
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