Autotransfusiones, peligro mortal
El experto alemán Olaf Schumacher, piedra angular de la acusación de la Agencia Mundial Antidopaje, detalla los riesgos del método de dopaje favorito de Eufemiano Fuentes
Aunque el protagonista del juicio, Eufemiano Fuentes, celebra su cumpleaños el próximo miércoles 20 (hará 58), ayer, día de ambiente relajado —aire de fin de semana en el vestíbulo y la sala, con varios abogados suplentes en los banquillos y algunas ausencias, maletas en los pasillos, esposas de otros acusados, las de Vicente Belda e Ignacio Labarta, entre el público—, unos cuantos se adelantaron para tirarle de las orejas.
Fue al principio de la sesión, antes de que el asunto se pusiera serio, antes al menos de que la abogada de la Agencia Mundial Antidopaje (una de la media docena de acusaciones particulares) se pusiera trascendente y afirmara algo así como este es Yorck Olaf Schumacher y sobre esa piedra edificaré mi caso antes de dar entrada a la sala al personaje, científico alemán en la vida real, quien, esta vez pertinentemente acompañado de una buena intérprete (nativa en inglés, al menos, no en castellano), ilustró a todas las partes durante casi cinco horas sobre los peligros para la salud de las autotransfusiones sanguíneas (las que se practican con la misma sangre del paciente extraída semanas o meses antes), tanto legales como clandestinas, ninguna de ellas inocua.
Fue una deconstrucción sistemática y concienzuda de todas las teorías terapéuticas con las que Fuentes trató de justificar todas sus prácticas en favor de sus amados y sufridos ciclistas el segundo día de juicio. De entrada una lección de hematología básica para desmontar la idea eufemiánica de que el descenso de hematocrito de los ciclistas según avanza el Tour, por ejemplo, es un síntoma de anemia que debe ser tratado con una buena bolsa de sangre fresca para proteger la salud de los corredores. La medida de hemoglobina y hematocrito, explicó Schumacher, se expresa como una relación de la cantidad de glóbulos rojos con el volumen total de sangre, y lo que le ocurre a los ciclistas no es que baje el número de glóbulos rojos, sino que para adaptarse al esfuerzo el organismo aumenta el volumen de plasma —el líquido en el que flotan los glóbulos y viajan—, con lo que aparecen más diluidos y su concentración de hemoglobina disminuye. Lo llamó falsa anemia o anemia del deportista de fondo.
El perito efectuó una desconstrucción precisa y sistemática de las terapias de Fuentes
La palabra dopaje fue secundaria, se habló de lo que se juzga a los cinco acusados, de un presunto delito contra la salud penado con dos años de prisión y otros tantos de inhabilitación.
Las autotransfusiones legales, explicó Schumacher, didáctico en sus explicaciones, y muy preciso, están tan en desuso que solo se autorizan en pacientes de intervenciones programadas que rechazan por motivos religiosos la sangre de otras personas. Lo que no significa, dijo Schumacher, que las homotransfusiones —aquellas en las que el paciente recibe sangre de otro donante del mismo grupo almacenada en el banco de sangre de un hospital— no sean también peligrosas. Por un lado pueden contener las bolsas descongeladas células muertas, agresivas para el sistema inmune y capaces de atorar los conductos y provocar fallos orgánicos e incluso la muerte. Y habló de otro problema terrible, que afecta al uno por mil de las transfusiones, el llamado en inglés TRALI (daño pulmonar agudo asociado a la hemoterapia), un mal que afecta a los pulmones y acaba en muerte en un 3-5% de los casos.
Al lado de estas complicaciones explicadas por Schumacher con el mismo detalle y encanto con el que el poeta Milton describió el infierno en su paraíso perdido, el resto de problemas de las autotransfusiones clandestinas —condiciones de transporte y almacenamiento, normativas legales, sarpullidos y arritmias y hematurias descritas por algunos corredores— parecieron menores.
Schumacher sabía de qué hablaba, pues, además de por formación e investigación, sabe del tema casi de primera mano: en la Universidad de Friburgo, en la que trabajó durante años, coincidió, y realizó investigaciones conjuntas, con Andreas Schmidt y Lothar Heinrich, médicos que organizaban en aquel centro el dopaje sanguíneo de corredores del Telekom y el T-Mobile. Con Heinrich, según una de sus agendas, mantuvo contactos Fuentes, quien finalmente se hizo cargo de la estrella del Telekom Jan Ullrich.
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