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España se condena en Canadá

Sin sus mejores tenistas, la selección se inclina en primera ronda (3-1) por primera vez desde 2006

Juan José Mateo
García López, en su partido contra Raonic.
García López, en su partido contra Raonic.NICK DIDLICK (EFE)

Por primera vez desde 2006, España cedió en el cruce inaugural de la Copa Davis (Canadá, 3; España, 1). Guillermo García López cayó 3-6, 4-6 y 2-6 ante Milos Raonic y eso abocó al mejor equipo del siglo XXI (cinco títulos y otras dos finales) a jugar entre el 13 y el 15 de septiembre para mantener la categoría y evitar el descenso. Àlex Corretja, el seleccionador, no pudo contar en Vancouver con Rafael Nadal, que reaparece esta semana tras siete meses lesionado; David Ferrer, que pidió descansar; Nicolás Almagro, dolido en un adductor; Fernando Verdasco, con problemas en una rodilla; o Feliciano López, que se trata de una muñeca. En consecuencia, España, que presume de tener la mejor cantera del planeta, se jugó su continuidad en la competición con García López, el número 82, que no ha ganado un solo partido en el cuadro grande de los nueve últimos torneos que ha disputado, todos los que ha jugado desde septiembre de 2012.

Al de La Roda no le pudo la responsabilidad, sino el contrario. El español tuvo una puesta en escena acorde a las circunstancias: serio, más activado de piernas que de costumbre, fue el primero en tener bola de break. Raonic, sin embargo, dispone de más armas, juega pudiendo elegir entre más alternativas, se siente impulsado por la ambición del joven (22 años) que olfatea la posibilidad de conquistar grandes títulos. El canadiense sumó las subidas a la red al conocido guion de saque y derecha. Visto que no hacía daño desde el fondo, buscó su suerte como un bucanero, lanzándose al abordaje de su contrario. El español, un espigado tenista de 1,88m que juega bien tieso, sin apenas flexionar las piernas, sufrió para pasarle. Con la red de por medio, la pelota le quedaba demasiado baja y Raonic, un gigante de 1,96m, demasiado alto. Ahí encontró el número 15 mundial un valladar con el que presionar al 82, penalizado por las dobles faltas (8) en los puntos de inflexión. El canadiense acabó con 55 ganadores por 6 del español.

En tres partidos individuales, los visitantes no lograron ni un solo break

Eliminada la selección, el proyecto queda rodeado de dudas hasta que vuelvan los mejores. Corretja, que llevó al equipo hasta el quinto punto de la final de 2012, acaba contrato este año. Las heridas abiertas por la final de Praga, donde Feliciano se quedó sin competir y Almagro cedió sin casi dejar huella en el partido decisivo, no están completamente cicatrizadas. Marcel Granollers y Marc López, maestros de maestros en dobles, sostuvieron al conjunto con su victoria en Vancouver, pero habían perdido tres de los cuatro encuentros previos. El primero, además, naufragó ante Dancevic el viernes, y acabó sustituido el domingo por García López pese a ser de largo el español con mejor ránking de la eliminatoria (número 32). Enfrentado a la titánica labor de jugar tres partidos en tres días, quedó señalado.

Abandonado por sus grandes nombres, el equipo se ahogó en presión. Solo Raonic tenía mayor pedigrí que los representantes de La Armada. Estos, sin embargo, manejaron con dificultades los momentos decisivos: en cuatro partidos, los españoles firmaron un 5 de 30 en bolas de break a favor (17%). Descontado el triunfo en dobles, los jugadores de partidos individuales españoles cerraron el cruce sin celebrar un break y con un paupérrimo 0 de 13.

España, campeona en 2011 y subcampeona en 2012, no puede ganar siempre. Esa lógica estadística no oculta lo evidente: para evitar el descenso, el seleccionador tendrá que recuperar para la causa a alguno de los tres tenistas (Nadal, Ferrer y Almagro) que están entre los 15 mejores del planeta.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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