Rasmussen también baja la cabeza
El danés que fue expulsado siendo líder del Tour 2007 confiesa que desde 1998 se dopó
El 25 de julio de 2007, miércoles, cuando ya era noche cerrada en Pau, al pie de los Pirineos, Michael Rasmussen, con un maillot amarillo en la maleta, abandonó el Tour, y el gran ciclismo, por la puerta de atrás de la cocina de un Novotel. Pocas horas antes, en la cima del Aubisque, había resultado una vez más ganador de su batalla cotidiana con Alberto Contador. Tenía entonces el Tour ganado (quedaban cuatro días para llegar a París), pero también la certeza de que la caza había terminado. Desde hacía unos días, desde que se conoció que había mentido a los organismos de control del dopaje sobre su paradero en el mes de mayo (dijo que estaba en México cuando se encontraba entrenando en Italia), el Tour estaba exigiendo, eran aquellos tiempos, a su equipo, el Rabobank, que lo retirara de la carrera. La presión, finalmente, fue insoportable.
He usado por iniciativa propia sustancias y métodos dopantes en el período 1998-2010" Rasmussen
Aquella noche, mientras Contador recibía, somnoliento, en su habitación del hotel Villa Navarre, en el centro de Pau, la noticia de que era el nuevo líder del Tour, Rasmussen, uno de los mejores escaladores que el Tour había conocido en los últimos años, un chico tan escuálido que le llamaban el chicken (pollo), comenzaba la batalla para recobrar su credibilidad.
Este jueves, casi seis años más tarde, y tras algunas batallas ganadas ante su exequipo, y muchas más perdidas ante la UCI, esa guerra terminó: Rasmussen admitió su derrota. Estos son los tiempos de la confesión y el perdón y la reconciliación que abrirán la puerta del futuro, anuncian en brillante neón los organismos que vigilan; estos son los tiempos en los que, mientras la lucha de siglas sigue inclemente —UCI contra AMA contra USADA contra COI contra AFLD contra... —, a los ciclistas de antaño les toca agachar la cabeza. De una manera menos espectacular que Lance Armstrong pero también muy sentimental (aunque, al menos, se ahorró hablar de la familia), Rasmussen, tan frágil de apariencia que parecía se iba a romper de un momento a otro, confesó: sí, he sido malo, he mentido.
“He usado por iniciativa propia sustancias y métodos dopantes en el período 1998-2010”, leyó Rasmussen, de 38 años, en un comunicado durante una convocatoria de prensa televisada desde Herning (también el pueblo danés de Bjarne Riis) que inició con la frase ritual “anuncio que hoy [por este jueves] cuelgo la bicicleta”. “Me he dopado con EPO, hormona de crecimiento, DHEA, insulina, factores de crecimiento, corticoides y transfusiones de sangre”, añadió el danés, citando el arsenal completo del ciclista del siglo XXI.
La confesión de Rasmussen, quien después de ser campeón mundial de mountain bike en 1999 llegó a ganar cuatro etapas del Tour y ser rey de la montaña un par de veces, llegó después de varias semanas de entrevistas con todo tipo de autoridades antidopaje, de la agencia mundial, de la danesa, de la estadounidense. A cambio de una sanción reducida que él quisiera que fuera de dos años —ya cumplió otros dos después del Tour de 2007 antes de volver en equipos de tercera división—, pues desearía volver al ciclismo como director, se ha comprometido a colaborar citando nombres, fechas circunstancias. “Me he quitado un gran peso de encima”, concluyó. “Me alegro de no tener que mentir más”.
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