La única derrota, la más dulce

“Qué será, será…”, brama la megafonía de la Caja Mágica, atiborrada de banderas rojigualdas. Uno abajo en el marcador (25-26), ni medio minuto para el final y ataque de España. Las tablas, que dejarían a la selección como primera de grupo, palian también la sed de triunfo que reclaman las 11.000 personas que atiborran la grada. El balón de Albert Rocas se estrella en el poste izquierdo y España claudica ante una Croacia superior durante casi todo el partido. Una derrota que, sin embargo, allana el camino en la fase del KO, que empieza el lunes ante Serbia, al evitar en unos hipotéticos cuartos de final a Francia y en una posible semifinal a Dinamarca. Aunque para eso aún tiene mucho que apuntalar el seleccionador español.

Porque, al fin y al cabo, el duelo ante Croacia comenzó la tarde del viernes. Real como la vida misma, Alemania asestó un golpe al tablero de este Mundial al imponerse a Francia y arrebatarle a los campeones de todo la hegemonía que se les presupone y el primer puesto del grupo. La autoridad que los germanos demostraron ante Les Experts disparaba el riesgo de España en su camino hasta el Sant Jordi.

Los de Rivera no anduvieron finos en la primera parte. Fueron 30 minutos de toma y daca constante, en el que Croacia demostró estar un escalón por encima del combinado español. Perforaban la portería de un flojo Sterbik (solo atrapó seis balones) por todos los flancos. Ivan Cupic campaba a sus anchas con una velocidad endiablada. Un ritmo vertiginoso que asfixia a España y que impide a Rivera hacer los dos cambios ataque-defensa a los que acostumbra. Un virus del que se percatan los rivales con más frecuencia y ante el que no parece haber antídoto. Tampoco ese 6:0 español que tan bien se ha trabado siempre termina por afinarse, de lo que dieron buena cuenta los croatas. “La defensa ha estado plana, hay que corregir todo eso, porque Arpad estaba vendido”, lamentó Rivera tras el encuentro.

Buscó el seleccionador español el mismo remedio que contra Hungría y apostó de nuevo por Aitor Ariño en el avanzado. Una tirita que consiguió cerrar la herida y llegó a poner a España por delante en el marcador. Pero la cicatriz se volvió a abrir y Croacia, con un juego más trabajado en ataque en comparación con las continuas variantes que probó España, volvió a tomar las riendas del encuentro. En cuanto los de Goluza metían una velocidad al partido, los anfitriones no conseguían seguir el ritmo. Cuando España encaraba el ataque lo hacía con más orgullo que inteligencia y se topaba con Alilovic, que sí estuvo inconmensurable bajo los palos. Rabioso también, quizás demasiado.

“La defensa ha estado plana, hay que corregir todo eso, porque Arpad estaba vendido”, lamentó Rivera tras el encuentro.

Cabizbajos, con las gradas aún repletas, los jugadores españoles se iban a la ducha sin querer hablar mucho sobre lo que le viene a partir de ahora. “Hay tantas cosas que a priori son de una forma y luego de otra…”, comentaba Cañellas. Cariacontecido se mostró Antonio García, extasiado ante la cantidad de público: “Es una decepción fallar a tanta gente. Algunos no habíamos jugado nunca en un ambiente así, eso duele”.

A Valero no le gusta medirse con Croacia. Nunca se le ha dado bien. Le privó de la medalla de bronce en el último Europeo; les batieron en los Juegos de Londres… Fue por el respeto, el temor también, que tiene a los balcánicos por lo que decidió en el sorteo de grupos, gracias a la condición de anfitrión, enfrentarse a ellos en esta primera fase. Porque no quería volver a verlos hasta la final. Porque de perder, que esta fuese la única derrota. La más dulce.