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Codos en la mediapunta

Después de debutar en Primera con 16 años y pasar ya por 13 equipos, Mario Bermejo recicla su posición en el campo a los 34

Mario Bermejo.
Mario Bermejo.Uly Martín

Ocurrió este verano tras un partido de pretemporada en Lugo. Mario Bermejo estaba en el banquillo del Celta y fue expulsado tras una trifulca. A su técnico no le gustó el episodio. “Nos enfadamos”, recuerda Paco Herrera. Al día siguiente, el futbolista llamó a la puerta del vestuario del entrenador. Había una conversación pendiente y no tenía que ver con el episodio de Lugo: meses atrás Herrera había decidido reconvertir a Bermejo, un delantero de rompe y rasga, —“todo codos”, describe el preparador— en mediapunta. No fue una decisión popular porque por ese puesto acababa de pasar gente como Trashorras y Michu, un orfebre y un llegador. Un año después puede concluirse que aquella apuesta fue la llave que abrió la puerta de un éxito no solo colectivo sino también individual, no ya por Bermejo, sino sobre todo por lo que ha supuesto en cuanto a la eclosión de Iago Aspas, liberado de un trabajo de brega que asume su compañero. “Quien choca contra él sale rebotado”, asegura Paco Herrera.

Esa decisión tocó la médula del equipo, pero nunca hubo mayores explicaciones más allá de las instrucciones a nivel profesional. Quizás a Bermejo le faltaba un porqué o ni siquiera eso: igual simplemente precisaba hablar sobre ello. Por eso aquella cita en la intimidad del despacho de Herrera sirvió para algo más que aclarar pasajeras discusiones en un partido amistoso. Bermejo le dio las gracias a Herrera: “Míster, no sabes lo que he aprendido jugando en esta nueva posición, lo que he mejorado… cómo girarme, a jugar de espaldas sabiendo que tengo un compañero por delante. Y sobre todo a convencerme de que tengo que ser más ágil y estar más despierto que cuando era primer punta”. La confesión cobra un valor añadido si se considera que Bermejo tiene 34 años y la del Celta es la 13ª camiseta que viste como futbolista profesional. Mucho de lo que ha vivido remite a la cultura del esfuerzo. “Mario es el inconformismo absoluto en cada entrenamiento con cualquier joven al que se le ocurra bajar la guardia”, explica Herrera.

Quien choca contra él sale rebotado” Paco Herrera, técnico del Celta

Cántabro, forjado en dos de las canteras más prolijas de su tierra, la del Perinés y la del Bansander, Mario Bermejo llegó al Racing tras su último año de cadete. En El Sardinero debutó en Primera con apenas 16 años. Cuatro minutos contra el Sevilla. No hubo más. Diez meses después aceptó una oferta del Athletic, para incorporarse a su filial, no exenta de polémica porque los más puristas denunciaron que se trataba de un futbolista que ya había jugado en la élite y que ni había nacido en el País Vasco o Navarra ni se había formado en esas tierras. Fue entonces cuando el presidente José María Arrate justificó su adquisición porque el padre del jugador había nacido en Sestao y dejó una sentencia que todavía resuena en Lezama: “Es como si mi gallina sale del corral y pone un huevo”.

Fue máximo goleador de Segunda División con el Racing de Ferrol y descendió a Segunda B con el Poli Ejido

Aparcadas las discusiones identitarias, Bermejo apenas tuvo una participación marginal en el Athletic, que le cedió a destinos tan dispares como León, Eibar, Torrelavega u Hospitalet antes de que partiera para edificar una honrada trayectoria con picos como los que le llevaron a ser máximo goleador de Segunda con el Racing de Ferrol y simas como el descenso a Segunda B con el Poli Ejido. Aquel niño que se había estrenado entre los grandes con 16 años no pudo marcar su primer gol en Primera hasta tres lustros después. Mañana espera el Madrid, un premio que no le hace perder su vis competitiva: “Somos ambiciosos. Podemos pasar”.

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